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A medida que atravesaba Palacet’s, Namjoon esbozó una despectiva sonrisa mientras la multitud tropezaba entre sí para apartarse de su camino. De sus poros emanaba miedo y una curiosidad morbosa y lujuriosa. El vampiro inhaló el fétido olor.
Ganado. Todos ellos.
A pesar de llevar las gafas oscuras, sus ojos no pudieron soportar las tenues luces, y tuvo que cerrar los párpados. Su vista era tan mala que se encontraba mucho más cómodo en total oscuridad. Concentrándose en su oído, esquivó los cuerpos entre los compases de la música, aislando el arrastrar de pies, el susurro de palabras, el sonido de algún vaso estrellándose contra el suelo. Si tropezaba con algo, no le importaba. Daba igual de lo que se tratase: una silla, una mesa, un humano…, simplemente pasaba por encima de lo que fuese.
Notó la presencia de Jungkook claramente porque el suyo era el único cuerpo de aquel maldito sitio que no apestaba a pánico.
Aunque el guerrero estuviese al límite esa noche.
Namjoon abrió los ojos cuando estuvo frente al otro vampiro. Jungkook era un bulto informe, su color oscuro y su ropa negra eran lo único que la vista de Namjoon conseguía apreciar.
— ¿Adónde ha ido Jackson? —preguntó al sentir un efluvio de whisky escocés.
Namjoon se sentó en una silla. Miró fijamente al frente y observó a la multitud ocupando de nuevo el espacio que él había abierto entre ellos.
Esperó.
Jungkook se distinguía por no andarse por las ramas y sabía que Namjoon no soportaba que le hicieran perder el tiempo. Si guardaba silencio, era porque algo ocurría.
Jungkook bebió un sorbo de su cerveza, luego respiró con fuerza.
—Gracias por venir, mi señor…
—Si quieres algo de mí, no empieces con eso —dijo Namjoon con voz cansina, advirtiendo que una camarera se les aproximaba. Pudo percibir unos pechos grandes y una franja de piel entre la ajustada blusa y la corta falda.
— ¿Quieren algo de beber? —preguntó ella lentamente.
Estuvo tentado de sugerir que se acostara sobre la mesa y le dejara beber de su yugular. La sangre humana no lo mantendría vivo mucho tiempo, pero con toda seguridad tendría mejor sabor que el alcohol aguado.
—Ahora no —dijo.
Su hermética sonrisa espoleó la ansiedad de ella causándole, al mismo tiempo, una ráfaga de deseo. Él pudo notar ese aroma en los pulmones.
No estoy interesado, pensó.
La camarera asintió, pero no se movió. Se quedó allí, mirándolo fijamente, con su corto cabello rubio formando un halo en la oscuridad alrededor de su rostro. Embelesada, parecía haber olvidado su propio nombre y su trabajo.
Y qué molesto le resultaba aquello.
Jungkook se revolvió impaciente.
—Eso es todo —murmuró—. Estamos bien.
Cuando la muchacha se alejó, perdiéndose entre la multitud, Namjoon escuchó a Jungkook aclararse la garganta.
—Gracias por venir.
—Eso ya lo has dicho.
—Sí. Claro. Eh… nos conocemos hace tiempo.
—Así es.
—Hemos luchado juntos muchas veces. Hemos eliminado a montones de restrictores.
Namjoon asintió. La Hermandad de la Daga Negra había protegido la raza contra la Sociedad Restrictiva durante generaciones. Estaban Jungkook, Jackson y los otros cuatro. Los hermanos eran superados en número por los restrictores, humanos sin alma que servían a un malvado amo, el Omega. Pero Namjoon y sus guerreros se las arreglaban para proteger a los suyos.
Jungkook carraspeó de nuevo.
—Después de todos estos años…
—Jk ve al grano. Baekhyun me necesita para un pequeño asunto esta noche.
— ¿Quieres utilizar mi casa otra vez? Sabes que no permito que nadie más se quede en ella. —Jungkook dejó escapar una risa incómoda—. Estoy seguro de que su hermano preferiría que no aparecieras por su casa.
Namjoon cruzó los brazos sobre el pecho, empujando la mesa con una bota para tener un poco más de espacio.
Le importaba un comino que el hermano de Baekhyun fuera demasiado sensible y se sintiera ofendido por la vida que Namjoon llevaba. Doyun era un esnob y un diletante cuya insensatez sobrepasaba todos los límites. Era totalmente incapaz de entender la clase de enemigos que tenía la raza y lo que costaba defender a sus miembros.
Y solo porque el muchacho se sentía ofendido, Namjoon no iba a jugar al caballero mientras asesinaban a civiles. Él tenía que estar en el campo de batalla con sus guerreros, no ocupando un trono. Doyun podía irse al demonio.
Aunque Baekhyun no tenía por qué soportar la actitud de su hermano.
—Quizás acepte tu oferta.
—Bien.
—Ahora habla.
—Tengo un hijo.
Namjoon giró lentamente la cabeza.
— ¿Desde cuándo?
—Desde hace algún tiempo.
— ¿Quién es la madre?
—No la conoces. Y ella…, ella murió.
La pena de Jungkook se esparció a su alrededor con un acre olor a dolor antiguo que se superpuso al hedor a sudor humano, alcohol y sexo del club.
— ¿Qué edad tiene? —exigió saber Namjoon. Empezaba a presentir hacia donde se encaminaba aquel asunto.
—Veinticinco.
Namjoon susurró una maldición.
—No me lo pidas a mí, Jungkook. No me pidas que lo haga.
—Tengo que pedírtelo. Mi señor, tu sangre es…
—Llámame así otra vez y tendré que cerrarte la boca. Para siempre.
—No lo entiendes. Él es…
Namjoon empezó a levantarse. La mano de Jungkook sujetó su antebrazo y lo soltó rápidamente.
—Es medio humano.
—Por Dios…
—Es posible que no sobreviva a la transición. Escucha, si tú lo ayudas, por lo menos tendrá una oportunidad. Tu sangre es muy fuerte, aumentaría sus probabilidades de sobrevivir al cambio siendo un mestizo. No te estoy pidiendo que la tomes como shellan, ni que lo protejas, porque yo puedo hacerlo. Solo estoy tratando de… por favor. Mis otros hijos han muerto. Él es lo único que quedará de mí. Y yo… amé mucho a su madre.
Si hubiera sido cualquier otro, Namjoon habría usado su frase favorita: Vete a la mierda. Por lo que a él concernía, solo había dos buenas posturas para un humano. Una hembra, sobre su espalda. Y un macho, boca abajo y sin respirar.
Pero Jungkook era casi un amigo. O lo habría sido, si Namjoon le hubiera permitido acercársele.
Cuando se levantó, cerró los ojos con fuerza. El odio lo embargaba concentrándose en el centro de su pecho. Se despreció a sí mismo por marcharse de allí, pero simplemente no era la clase de macho que ayudara a cualquier pobre mestizo a soportar un momento tan doloroso y peligroso. La cortesía y la piedad no eran palabras que formasen parte de su vocabulario.
—No puedo hacerlo. Ni siquiera por ti.
La angustia de Jungkook lo golpeó como una gran oleada, y Namjoon se tambaleó ante la fuerza de semejante emoción. Entonces, apretó el hombro del vampiro.
—Si en verdad lo amas, hazle un favor: pídeselo a otro.
Namjoon se dio la vuelta y salió del local. De camino a la puerta borró la imagen de sí mismo de la corteza cerebral de todos los humanos que había en el lugar. Los más fuertes pensarían que lo habían soñado. Los débiles ni siquiera lo recordarían.
Al salir a la calle, se dirigió a un rincón oscuro detrás de Palacet’s para poder desmaterializarse. Pasó junto a una mujer que le hacía una mamada a un sujeto entre las sombras. A escasos metros, un vagabundo borracho dormitaba en el suelo y un traficante de drogas discutía por el móvil el precio del crack.
Namjoon supo de inmediato que lo seguían y quién era. El dulce olor a talco para bebés lo delataba sin remedio.
Sonrió ampliamente, abrió su chaqueta de cuero y sacó uno de sus hira shuriken. La estrella arrojadiza de acero inoxidable se acomodaba perfectamente a la palma de su mano. Casi cien gramos de muerte preparados para salir volando.
Con el arma en la mano, Namjoon no alteró el paso, aunque su deseo era ocultarse rápidamente en la oscuridad. Estaba ansioso por pelear después de dejar plantado a Jungkook, y aquel miembro de la Sociedad Restrictiva había llegado en el momento justo.
Matar a un humano sin alma era precisamente lo que necesitaba para mitigar su malestar.
A medida que atraía al restrictor a la densa oscuridad, el cuerpo de Namjoon se iba preparando para la lucha, su corazón latía pausadamente, los músculos de sus brazos y muslos se contrajeron. Percibió el ruido de un arma siendo amartillada y calculó la dirección del proyectil. Apuntaba a la parte trasera de su cabeza.
Con un rápido movimiento, giró sobre sí mismo en el momento en que la bala salía del cañón. Se agachó y lanzó la estrella, que con un destello plateado comenzó a trazar un arco mortífero. Acertó al restrictor exactamente en el cuello, cercenándole la garganta antes de continuar su camino hacia la oscuridad. La pistola cayó al suelo, chocando ruidosamente contra el pavimento.
El restrictor se sujetó el cuello con ambas manos y cayó de rodillas.
Namjoon se aproximó a él, le revisó los bolsillos y se guardó la cartera y el teléfono que llevaba.
Luego sacó un largo cuchillo negro de una funda que llevaba en el pecho. Sentía que la lucha no hubiera durado más, pero a juzgar por el cabello oscuro y rizado y el ataque relativamente torpe, se trataba de un novato. Con un rápido empujón, puso al restrictor boca arriba, arrojó el cuchillo al aire, y aferró la empuñadura con un rápido giro de muñeca. La hoja se hundió en la carne, atravesó el hueso y llegó hasta el negro vacío donde había estado el corazón.
Con un sonido apagado, el restrictor se desintegró en un destello de luz.
Namjoon limpió la hoja en sus pantalones de cuero, la deslizó dentro de la funda y se puso de pie, mirando a su alrededor. Acto seguido, se desmaterializó.
Jungkook bebió una tercera cerveza. Una pareja de fanáticos del estilo gótico se aproximó a él, buscando una oportunidad de ayudarlo a olvidar sus problemas. Él rechazó la invitación.
Salió del bar y se encaminó hacia su BMW 650i aparcado en el callejón de detrás del club. Como cualquier vampiro que se precie, él podía desmaterializarse a voluntad y atravesar grandes distancias, pero era un truco difícil de ejecutar si se cargaba con algo pesado. Y no era algo que uno quisiera hacer en público.
Además, un coche elegante siempre era digno de admiración.
Subió al automóvil y cerró la puerta. Del cielo empezaron a caer gotas de lluvia, manchando el parabrisas como gruesas lágrimas.
No había agotado sus opciones. La charla sobre el hermano de Baekhyun lo había dejado pensativo. Doyun era un médico totalmente entregado a la raza. Quizás él pudiera ayudarle. Ciertamente, valía la pena intentarlo.
Ensimismado en sus pensamientos, Jungkook introdujo la llave en el contacto y la hizo girar. El encendido hizo un sonido ronco. Giró la llave de nuevo, y en el instante en que escuchó un rítmico tictac, tuvo una terrible premonición.
La bomba, que había sido acoplada al chasis del coche y conectada al sistema eléctrico, explotó.
Mientras su cuerpo ardía con un estallido de calor blanco, su último pensamiento fue para el hijo que aún no lo conocía. Y que ya nunca lo haría.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2021 ⏰

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