Recuerdos infinitos.

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—Es bonita, ¿no es cierto?—preguntó su abuela sin mirarlo.

Luke se removió en su lugar y alzó la barbilla para observar la luna con mayor claridad.

—A mi me da miedo—confesó en voz muy baja.

Margaret alejó su mirada de la luna llena y lo miró con curiosidad.

—¿La luna?—interrogó—, ¿por qué?

Luke se relamió los labios nervioso. Dejó de observar la luna pasó su mirada a su abuela. Su pequeño cuerpo sufrió de un escalofrío.

—La luna llena—corrigió—. Tengo un libro en mi cuarto sobre hombres lobos. Lo he leído muchas veces. Dan miedo.

Luke Greengrass pasaba demasiado tiempo encerrado en su cuarto, se aburría muy fácil por lo que comenzó a husmear en las cosas de su cuarto. Comenzó por los libros, ninguno llamó su atención excepto aquel, el de los hombres lobo. Parecía un cuento de terror, excepto que era real. No conocía algo que le diera más terror que ellos después de leer aquel libro, ni siquiera su madre.

La mujer sonrió y negó suavemente con la cabeza.

—No tienes que preocuparte de los lobos, pequeño. No vas a tener que ver uno nunca. Nunca podrían llegar a ti.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo—le aseguró.

Luke sonrió entonces. Confiaba en ella.

Se encontraban en el patio de la casa de su abuela, muy pocas veces lograba que sus padres le dejaran quedarse con ella, esa era una de esas veces. Su madre se había negado, claro, era un peligro que él se quedara ahí, aún tenía moretones que no desaparecían por completo y si su abuela los veía se volvería loca.

Luke se moría de ganas de contarle, de que ella le ayudara. Pero se negaba a arriesgarse, su madre se lo había dicho muy claramente.

《Díselo y no volverás a verla》

Ni de broma se arriesgaría de aquella manera. Quería demasiado a su abuela como para arriesgarse a perderla.

Su abuela pasó su brazo por los hombros del chico y lo abrazó. Luke intentó ocultar una mueca. Allí tenía un moretón y le dolía. Pero no se quejó. Ella no podía saberlo.

—Extrañé que te quedaras conmigo—confesó la mujer con una sonrisa triste en sus labios—. Es muy difícil conseguir que te quedes.

—Yo también—confesó Luke—, no es que no quiera quedarme—agregó con temor de que su abuela creyera que no quería estar con ella—, mi madre es muy sobreprotectora, no le gusta dejar que me quede en casas ajenas.

La mentira se sintió estúpida en sus labios pero no agregó nada más, ni la desmintió.

Margaret chasqueó la lengua a su lado.

—No le agrado a tu madre—le corrigió. Esa era una de las cosas que le agradaba de su abuela. Parecía que no le temía a nada. Siempre hablaba con honestidad, aunque terminara siendo un poco grosera, como decía su padre—, eso es lo que pasa en  realidad. Cree que soy una mala influencia para ti. Es una pena que tu padre no haga nada para defenderme.

Bufó. Luke sonrió y soltó una pequeña risilla traviesa. Su abuela lo miró y después rió con él.

Un aullido resonó en la lejanía. Luke sufrió de un escalofrío, pegó su cuerpo al de su abuela con temor. Ella sonrió, despeinó el cabello del pequeño.

—No van a lastimarte, Luke—le aseguró—. Los lobos están muy lejos de aquí y mientras yo esté te aseguro que nunca tendrás que ver uno.

Luke sonrió.

Confío en ti.

Quiso decirle. Pero no lo hizo, solo cerró los ojos deseando que ese momento de tranquilidad y alegría perdurara infinitamente.

Claro que no lo hizo, el momento se acabó.

Pero en su mente se volvió infinito.

Se volvió de uno de esos recuerdos infinitos.

Los mellizos Potter y más ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora