Entre corriendo a la única parte de la casa que aún no estaba completamente inundada de humo, las ventanas estaban cerradas con un cierre de seguridad que se desactivaba en un panel de control que había a la entrada de la casa que a estas alturas ya habría sido engullido por las llamas.
Las paredes ardían por el calor provocado del incendio y ya casi me era imposible respirar, el humo se colaba por los huecos de la puerta, me acerque con mucho cuidado a la puerta por la que había entrado intentado salir de allí pero el picaporte de esta ardía de maneras desorbitadas, me estaba empezando a faltar la respiración, me acurruque en una de las esquinas mas alejadas de la puerta rezándole a cualquier dios para que esto fuese un sueño y alguien viniese a despertarme.
El humo ya había invadido la habitación por completo y la puerta estaba empezando a ser engullida por las llamas, cerré los ojos dejándome llevar por el calor de las paredes que en ese momento me hacia perder la poca cordura que me quedaba, la hitación había empezado a cubrirse por las llamas, ya casi no quedaba ningún hueco de la hitación por cubrir de ese rojizo que emanaba un calor asfixiante.
Cuando ya no quedaba casi oxígeno en la hitación, una explosión hizo eco en toda la sala derribando una de las paredes mas alejadas, el polvo y los escombros volaron por la habitación.
Una figura esvelta entro por el hueco creado en la pared cediéndome una mano para levantarme del suelo, me agarre a ella como si el ultimo suspiro de mi cuerpo dependiese de ello, unos brazos delgados pero corpulentos me alzaron del suelo sacándome de aquel infierno en el que me había metido yo sola.
Una vez en el patio exterior de la casa fuera de peligro y con aire limpio para poder respirar me fije en la figura que me había sacado de allí.
Unas botas militares negras mantenían en pie la figura de una mujer pelirroja que me sonreía desde las alturas, me quede impresionada por el talante y la postura de aquella mujer que me había salvado la vida.
La veía ahí de pie, sin un solo rasguño con sus pantalones negros y ese top del mismo color que le sentaba como una segunda piel, imponía de una manera impresionante, llevaba un cinturón en la cadera que se unía a las correas que se ataban a sus piernas que contenían dos armas en las cartucheras que finalizaban con otra tira que se ajustaba a su muslo manteniéndolas fijas ahí.
En el pecho llevaba los típicos chalecos de tiras que veíamos en las películas solo que, en ese, en vez de armas se encontraban dos afilados cuchillos que casi relucían a la luz del sol.
La mujer tiro al suelo el detonador que supongo habrá echo explotar el explosivo que ha derribado la pared, se sacude los pantalones que han quedado un poco manchados por el polvo y se dirige a mí.
- ¿Estás bien?
- Supongo que sí, y ha sido gracias a ti, de verdad, muchas gracias.
La mujer sonrió y me quedé absorta en su sonrisa, tan reluciente en una piel de marfil que parecía frágil al tacto, la verdad, es que todavía no se como le pude responder a la pregunta sin haber balbuceado tan siquiera una vez.
- No me las des mujer, encantada, me llamo Alicia.
Alicia me tendió la mano y yo se la cogí, con una fuerza que me sorprende me levanta del suelo y me quita lo que supongo que son algunos tiznajos de ceniza. El tacto de su piel contra la mía es impresiónate y me hace querer sentirlo durante un rato mucho mas largo del que lo he sentido.
- Encantada, yo me llamo Natalia.
- Eso ya lo sabía, vamos, hay que salir de aquí.
Ni si quiera me preocupa que Alicia sepa mi nombre, emprendió el camino hacia las afueras de la casa y al ver que no la seguía se giró preocupada.
- Natalia, no tengo tiempo para explicártelo todo ahora, pero si me si te prometo contártelo todo y no dejarme ni un detalle, ¿vamos?
Alicia volvió a tenderme la mano y yo instintivamente se la cogí, en ese momento descubrí que, si ella me decía que la siguiese a los confines del mundo, simplemente, lo haría.