2. Secundaria

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Ñ

- Te amo. - cerré la puerta tras de mí.

Puse mi mochila Swiss Gear azul aqua con cierres verdes que combinaban con mi botella de agua en mi espalda después de haber sacado mi identificación para poder ingresar al colegio.

Muchos se detenían a preguntar por su salón, normalmente eran los de nuevo ingreso y al yo no serlo, me evité la molestia y subí directamente al segundo piso.

2do B. Leí mentalmente el letrero que estaba por encima del marco de la puerta de color blanco.

Al estar parada en la puerta buscando donde sentarme, vi las caras de mis compañeros de grado anterior y con los que compartía aula desde primero de primaria. Una que otra cara nueva.

- ¡Audrey!

Fijé mi vista de dónde provenía esa voz y eran mis amigos que con sus manos hacían señas de que me sentara con ellos.

- ¡Aquí!

- ¡Ya voy! - apresuré mis pasos mientras me reía.

Los abracé con mi mochila puesta en mi espalda y cuando la estaba por dejar sobre mi silla, vi de reojo un rostro familiar. Volví a poner mi vista para saber de dónde lo había visto antes.

El portero.

Dios, ¿es él?

Dudé un poco sobre si podría ser él o no, pero esas cejas pobladas, no las veías en cualquier lado.

Estaba sentado junto con mi grupo de amigos. Todos hombres. Parecía conocerlos de años atrás por la forma en la que platicaba con ellos.

¿Cómo es que no lo ví cuando entré?

Acomodé mis cosas y me acerqué al pequeño círculo que formaban sobre la butaca de mi amigo Caleb, mientras él estaba sentado en ella.

- Con ustedes la inigualable Audrey. - anunció el pelinegro de cabellos rizados haciendo que los chicos voltearan a verme riendo, entre ellos el portero.

Me reí con ellos e hice una pequeña reverencia en tono de burla mientras levantaba mi falda.

- Yayayayaya. - me hacía la modesta mientras aplaudían. - Paren, me sonrojo. - seguí riendo. En serio me estaba sonrojando.

- ¿Qué tal la mudanza? - la voz de Martin, un tanto aguda por los cambios hormonales que había sufrido durante el verano se hizo presente.

- No me puedo quejar, la casa es hermosa. - sentí la mirada del portero sobre mí mientras me sentaba en la butaca frente la de Caleb.

Mi estómago se movió un poco al tener sus ojos sobre mí tanto tiempo que me puse nerviosa.

- ¿Sabes? Le estaba comentando a los muchachos que en las vacaciones casi no hablamos, debido a tu cambio de casa. Recuerdo que en una de esas llamadas grupales nos tuviste que colgar porque no podías hablar por teléfono y empacar al mismo tiempo. - rió junto con los demás.

Obviamente que no iba a poder hablar por teléfono con él entre mi oreja y mi cuello, un brazo cargando la lámpara de mi habitación y el otro mi caja repleta de libros y mi doberman corriendo como loco por saber que vamos de salida. Todo esto mientras los chicos y yo nos carcajeábamos del cómo Caleb narraba por centésima vez cómo es que se había quedado calvo de pequeño por haberse puesto la crema depilatoria de la zona del bikini de su mamá pensando que era crema para peinar.

Y Dios, después de que le creció, le quedó un cabello rizado de envidia.

Terminé con mi cara en el piso del porche de mi casa, la lámpara hecha pedazos, la caja de los libros abierta y con ellos regados por todos lados y con la pantalla de mi teléfono con un rayón que la atravesaba de lado a lado.

Mis amigos y el portero rieron cuando les mostré la pantalla de mi teléfono y el raspón en mi rodilla, ambos causados por mi caída.

- "¡ROCKO, SI NO TUVIERAS BOLAS TE VOLVERÍA A CASTRAR DE NUEVO!" - Martin imitó lo último que se escuchó por mi parte en la llamada antes de que colgara.

Mis amigos, el portero y yo éramos los únicos que reíamos en el salón.

- Audrey accidentes. - soltó Pietro al terminar de reírnos.

- Es el apodo más pedorro que alguien me haya puesto. No es para nada original. - contesté mientras me tomaba el vientre por haber reído tantos segundos antes.

Pero en cierta parte tenía razón, siempre me pasaba algo en mi día a día. Un golpe, un tropezón o simplemente un accidente. Al final, algo pasaba.

El salón se fue llenando a como pasaban los minutos y antes de que sonara la campana, me fui a mi lugar para revisar el horario y sacar los libros de la materia correspondiente.

- Hola. - escuché detrás mío dando un pequeño brinco. - Perdón, no pretendía...

- No te preocupes, tranquilo. - sonreía junto con él, pero él lo hacía apenadamente; yo apretaba mis labios. - Me llamo Audrey Callen-Cloutier, mucho gusto...- me quedé esperando a que se presentara.

- Axel, Axel Neiva.

Ahora el rostro tiene nombre.

- Bueno, Neiva. Por lo que veo ya conoces a la manada de lobos que llevo criando desde el primer grado de primaria.

- No creo que te esté funcionando con Caleb, Martin y Oswaldo. Ni si quieran nos presentaron al ser desconocidos.

- Apenas llegaron a mí el ciclo pasado, pero ya están agarrando algo de talento. - me reí.

- Ellos y yo fuimos juntos toda la primaria, al ser cambio de nivel mis padres me inscribieron a otra secundaria, pero no la soportaba así que les rogué que me regresaran al colegio porque aquí estaban mis amigos de toda la vida. Hicieron algunos ajustes para inscribirme a su grupo y heme aquí. - sus hombros se encogieron.

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⏰ Última actualización: Dec 26, 2023 ⏰

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