Aquella noche

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Nunca fui una chica que le encantara meterse en problemas.

Era una chica normal.

Mis mayores preocupaciones era lucir un cutis perfecto y tener buenas notas en el instituto. Pero toda mi vida se vino abajo desde el momento que en que vi morir a una de mis mejores amigas.

Siempre fuimos el grupo de las cuatro chicas. En cada salón de clases había un grupo de chicas que eran inseparables, y esas, éramos nosotras. Siempre habíamos estado unidas desde la primaria y eso no cambió en el instituto, hasta que sucedió la tragedia.

El punto de comienzo de mi historia empezó con esa fiesta.

Todo empezó en esa estúpida fiesta.

Había luces de color neón que teñían mi piel de distintos tonos. La música que resonaba hasta en la esquina más escondidas de la casa; me aturdía mis oídos. Pero todo estaba bien, porque era de esas fiestas en que las disfrutas tanto hasta que perdías la noción del tiempo.

—¡Ay, ahí estás! —exclamó mi mejor amiga al reencontrarse conmigo.

Se trataba de Carmen, quien milagrosamente estaba pasando la fiesta con nosotras en vez de pasarla con uno de sus novios semanales. Ella al verme me tomó de la mano y me guío con las demás, las encontré sobre uno de los sillones de la sala.

—Ofelia, ¿Dónde habías estado? —preguntó Alexa, mi tercera mejor amiga.

—Casi te pierdes la fiesta entera —y con ustedes, la cuarta amiga la cual habían bautizado con el nombre de Carlota.

No había año en el que le recordara a mi amiga que «Carlota» era un nombre que tendría una mujer anciana.

—Viniste en hora buena, porque te tenemos un plan para ti —comentó Carmen sin darme chance de responder a la pregunta de Alexa.

—¿Qué pasa ahora? —pregunté.

—Que Carlos tiene una botella de bicardi y nosotras necesitamos bicardi para la fiesta. Es como la cereza del pastel —explicó Carmen—. Tienes que ir por esa botella y traernos un poco

Carlos era el anfitrión de la fiesta.

Le había hecho saber a medio instituto que haría una fiesta el viernes.

Por suerte, su casa era enorme y tenía la capacidad de tener a más de doscientas personas juntas, incluso había más personas que gozaban de la fiesta estando en el patio y en el jardín.

—¿Y porque yo?

—Es muy evidente que a Carlos le gustas. Hasta me atrevería a decir que hizo la fiesta solo para ti —explicó Alexa con una sonrisa que brillaba en su rostro; sospechaba que sabía lo ridículo y gracioso que sonaban sus palabras.

—Están locas.

—Es más, si quieres te acompaño. Pero eso sí, tendrás que pedirle tú el bicardi —propuso Alexa levantándose del sillón.

Yo suspiré y acepté su trato.

Ambas atravesamos la enorme sala solo para llegar al patio, donde Carlos y sus amigos tomaban alcohol en sosiego, a un lado de la piscina.

—Agh, está con su bola de amigos ¿No te da cosita cuando ves a un grupo de hombres reunidos? —comenté.

—Es tan incómodo —Alexa deformó sus labios en una mueca.

Aproveché el viaje de la sala a la piscina para mirar a mí alrededor mientras hacíamos el viaje. Cada persona en la fiesta estaba en su mundo, muchos aprovechaban la noche para coquetear pero la mayoría solo quería pasar un buen rato.

BelladonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora