JiangXi encontró al joven yaciendo en medio de la nieve, sollozando en voz baja mientras sostenía una jarra de vino con una de sus heladas y rojizas manos. Con un profundo suspiro, decidió llevárselo al hostal en donde se estaba quedando; él no era lo suficientemente despiadado como para dejarlo sufrir a mitad de la calle, especialmente después de los trágicos eventos ocurridos en la cumbre Sisheng días atrás. Después de ese día, los desgarradores lamentos de XueMeng se grabaron en su cabeza, tomando forma de incesantes pesadillas.
El joven estaba a punto de desmayarse por su alto grado de ebriedad, y lo único que pudo ver a través de sus hinchados ojos fue una borrosa y alta figura levantándolo del suelo. XueMeng quería decir algo o luchar contra el toque de ese extraño, pero su cuerpo ya se sentía demasiado adormecido y pesado como para poder moverse sin el apoyo que ese hombre le estaba ofreciendo.
XueMeng cerró los ojos, inclinándose hacia la calidez; un sentimiento que para entonces, ya casi había olvidado.
***
XueMeng se despertó con un sobresalto en medio de una habitación poco iluminada que no pudo reconocer. Todavía estaba un tanto ebrio cuando reconoció al hombre de vestimentas verdes sentado en un escritorio cerca de la ventana, con una expresión que, a pesar de parecer reflexiva, también lucía un poco complicada.
― ¿Por qué de entre todas las personas, tenías que haber sido tú?
Escupió XueMeng mientras se sentaba. Aferró su mano al colchón hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Él habría preferido haberse congelado hasta la muerte antes de ser ayudado por ese hombre.
JiangXi no dijo nada y dejó que ese joven se quejara hasta que pudiera sacar todo lo que había estado reprimiendo desde el día en que escuchó toda la verdad, apenas unos minutos antes de la muerte de su madre.
― Mi madre... ella no merecía nada de lo que le hiciste. Eres el peor, jamás voy a aceptarte.
XueMeng se puso de pie, abalanzándose hacia la puerta sin siquiera preocuparse de que sólo tuviera puesta su túnica interior.
― Permíteme... ― JiangXi se quedó sin palabras.
¿Qué estaba tratando de decirle? ¿"Permíteme hacerme cargo de ti"?
JiangXi suspiró, tocándose ligeramente la frente ante el presentimiento de un inminente dolor de cabeza.
― ¿Qué? ¿acaso estás comenzando a sentirte culpable?
El rostro de XueMeng estaba completamente enfurecido, con su corazón latiendo desquiciadamente entre sus costillas.
Sus manos estaban cerradas en puños y enseñaba sus dientes como un lobo salvaje mientras se acercaba a JiangXi. Tomó a su padre por las solapas de su túnica con ambas manos; no estaba seguro de si lo que quería hacer era estrangularlo o forzarlo a estar más cerca de él.
Como por impulso, optó por la segunda opción, cerrando el espacio entre sus cuerpos para besar sus labios, sosteniéndolo fuertemente. XueMeng podría embriagarse de él, consiguiendo los mismos efectos que obtuvo del vino; entumecimiento, debilidad en sus piernas y una creciente irritación quemando su rostro. El cuerpo de JiangXi se congeló allí mismo, su rostro estaba tan pálido como la nieve de afuera que cubría las calles.
Todo se convertía en un completo desastre cuando JiangXi estaba cerca de él.
Desesperación, soledad y ebriedad apoderándose de él, encerrándolo dentro de un interminable caos. Sus padres estaban muertos, la cumbre Sisheng destruida, su hermano y su Shizun desaparecidos. Él jamás habría pensado que sentiría un dolor como aquel, perforando su pecho constantemente, haciendo que respirar fuera casi imposible. Si no fuera por los efectos del vino, no habría podido sobrevivir a todo eso estando sobrio.
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