CALOR

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Calor. Tenía mucho calor.

Una llamarada de fuego ardiente atraviesa su cuerpo, dándole así la constante sensación de sofoco y angustia. Lo único que era capaz de procesar era el ardor que sentía. Sus manos sudorosas, sus músculos tensos, la espalda demasiado recta. Incomodidad era la palabra que lo definía. Sus sentidos agudizados, percatándose de pequeños detalles de los cuales no era consciente anteriormente, y que ahora, ayudaban a que ese ímpetu interior lo quemara un poco más.

Un brusco movimiento agitó su cuerpo, rodándolo hacía la izquierda, rozando a su acompañante. El vello de su nuca se erizó, una corriente lo recorrió de la punta de los pies a la cabeza. La miró de reojo, permanecía imperturbable, no parecía molestarle ese asfixiante calor, lo que le hizo preguntarse si sólo él lo sentía.

Intentó apartar los ojos del castaño, antes de caer en las garras de la tentación. No fue posible. Su mirada oscura se deslizó por su perfil, por su cuello largo y cremoso, y tuvo ganas de morderlo, dejar la marca de sus dientes. Sus labios carnosos, sonrosados, apetecibles, curvados en una leve y simpática sonrisa. Esa misma boca que tenía ganas de besar y explorar, de la cual, jamás se cansaría. Bajó más abajo, por su clavícula hasta llegar al comienzo de su descubierto pecho.

Zarandeó la cabeza de un lado a otro. Joder. Estaba perdiendo el norte. Definitivamente ese ambiente no lo ayudaba en nada a concentrarse. La atmósfera a su alrededor estaba cargada, jodidamente cargada de una tentadora excitación. ¿O era su cuerpo el excitado? Sí, su cuerpo era el excitado, y cómo no estarlo, ese maldito tren iba repleto de gente. Sus posibilidades de respirar aire puro eran nulas, lo único que podía hacer era permanecer estático dentro de lo posible, intentando mantener su mente en otro lado y no allí. Y para rematarlo, él.Él estaba a su lado, tan atractivo como siempre y tan condenadamente tranquilo.

Se removió inquieto en su lugar, resoplando. Alargó la mano para deshacer el nudo de su corbata, comenzaba a sentir que le falta la respiración, lo que no sabía era si ésta se producía por el estado en sí del tren o por su propio estado. Estaba seguro que su calor corporal pronto sería notado por Ryeowook.

Entonces recordó por qué odiaba los trenes y se veía reacio a subir en uno. Eran incómodos, siempre rebosantes, demasiado ruidosos. Prefería la libertad de su auto, era mil veces mejor. Desgraciadamente, se había estropeado y él lo arrastró hasta esta mierda de servicio público, porque sí, era una reverenda mierda.

Lo tomó de la mano, advirtiéndole que pronto alcanzarían su destino. La impaciencia se revolvió inquieta junto con el ardor. Su pulso se aceleró considerablemente, cada latido resonó en sus oídos, escuchando la sangre corriendo por las venas.

Contó los segundos restantes para que esas puertas de metal se abrieran y se aferró al roce de su compañero, arrastrándolo con él cuando por fin salió a la estación.

¡Aire! ¡Por fin, aire! Sin embargo, el calor seguía presente en el vientre de Jongwoon. No importó que su atmósfera cambiara a una más limpia y respirable. No importó. El calor seguía ahí. Ese jodido calor seguía justo ahí.

– ¿Vamos?

Lo miró expectante. Lo había notado extraño durante todo el trayecto. Conocía su odio a los trenes, pero realmente no parecía mal precisamente por eso, parecía que algo lo incomodara. Aunque no llegará a alcanzar la razón.

De pronto, sintió como era arrastrado. Frunció el ceño, pero no dijo nada. Se dejó guiar por dónde Jongwoon decidiera llevarlo. Realmente no le molestaba, le preocupaba más su estado emocional, no comprendía qué le pasaba y quizás así lo descubriría...y no sabía de qué forma lo descubriría.

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