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CIUDAD GÓTICA nunca había lucido tan pacífica como ahora y sabía exactamente a qué se debía. Los nervios me comían por dentro al no saber qué esperar de aquel evento pese a que era precisamente en mi honor.




Miré por la ventana de la camioneta negra conforme los grandes e iluminados edificios pasaban con velocidad, de entre ellos pude distinguir a lo lejos el más grande y llamativo de todos: la torre Wayne. Suspiré cerrando los ojos por un momento.




Hacía ya dos años que dejé atrás todo, incluyéndolo a él, aquel hombre por el que estaba dispuesta a hacer lo que sea y es que ese era el problema, él no podía procesar la idea de que alguien le amase de vuelta.




Pocos minutos después, mi chofer se detuvo fuera de aquel gran salón de eventos en el centro de la ciudad. Había unas cuantas personas fuera fotografiando a los invitados —pues eran más que nada la élite de Gótica— y otras más con elegantes vestimentas recién llegando para pisar la alfombra roja que les daba la bienvenida al lugar.





—Gracias—dije con una sonrisa amable mientras ponía mi bolso sobre el hombro.





Un hombre me abrió la puerta por fuera y otro me ofreció su mano ayudándome a bajar debido a los tacones altos que usaba. No era mucho de usar vestimenta de gala a comparación de los demás invitados pero cuando lo hacía no desaprovechaba la oportunidad de destacar: vestido negro de encaje y manga larga que llegaba sobre mis rodillas, tacones del mismo color y desde luego, aquel collar de cadena plateado con un dije único en su tipo. O al menos eso me dijeron.





Caminé por encima de la alfombra aterciopelada hasta llegar a una amplia recepción con sofás dispersos. Era el hotel más grande y prestigioso de la ciudad pero esa noche estaba dedicado únicamente a dar servicio a la fiesta que daba lugar en su salón.





Políticos, empresarios y celebridades locales eran quienes se encontraban bebiendo y conversando esparcidos en las mesas o pista de baile. Era un evento tedioso, pero luego de dos años a solas en Londres, no podía evitar sentirme como en casa.





Me dirigí a la barra ubicada a mi izquierda sin mucha prisa, observando mi alrededor.





—Whiskey y soda, por favor—pedí cuando el mesero puso su mirada sobre mí.





—Veo que no has cambiado nada.





Aquella voz ronca y tranquila erizó mi piel, hacía tanto que no la escuchaba. Tomé un gran respiro antes de darme media vuelta para encontrarme con el héroe y prácticamente dueño de ciudad Gótica: Bruce Wayne. Sus ojos brillantes se posaron sobre los míos, hipnotizándome al instante. ¿Cuántas veces fantaseé con encontrármelo durante esos dos años? Y ahora lo tenía finalmente enfrente mío.





—¿Esperabas que lo hiciera?—respondí en el mismo tono, usaba un traje negro y corbata como de costumbre.





Hacia tiempo que no sabía de él. Recibía llamadas de Alfred de vez en cuando para contarme lo mucho que Bruce parecía necesitarme, poco a poco esas llamadas se detuvieron. Supuse que él se había enterado de aquello y le ordenó que parara...Bruce era más del tipo orgulloso.





—Quizá—caminó a paso lento hacia mí, hasta llegar a la barra por mi derecha. Le hizo una seña al bartender quien al instante volvió con dos vasos iguales.






Un pequeño mechón de cabello castaño caía sobre su frente dándole un aire cómodo. Le observé llevando aquella bebida en cristal hacia sus labios con la otra mano descansando sobre la barra, siempre me ha parecido impresionante su simple presencia pero por alguna razón ahora lo era aún más.





Bajó su vaso y giró su cabeza a mi dirección. Se mantenía serio pero, oh, él y su mirada a lo James Dean. Parecía que tenía algo que decirme y la verdad esperaba exactamente eso, que me dijese lo que nunca dijo cuando salí por la puerta aquella noche lluviosa. Pero no, quién inició la conversación fue alguien totalmente ajeno a la situación.





—¡Señorita Etoile!—exclamó un hombre regordete interponiéndose entre ambos aunque eso no impidió que Bruce me siguiese mirando.





—Señor Welsh—sonreí dirigiéndome al recién llegado.





—Es una muy agradable sorpresa tenerla aquí esta noche—miré por unos segundos a Wayne quien sonrió levemente, tenía algo en mente—sobretodo después de la donación que hizo a la ciudad. Quería agradecerle personalmente y creo que es mi oportunidad.





Asentí. Había donado dinero para el albergue de mujeres y un esqueleto fosilizado de dinosaurio al museo de antropología, uno de mis tantos descubrimientos en la ausencia de Bruce...quien desapareció de mi vista, algo que a menudo hacía pero usando cierto traje.





El resto de la noche fue algo aburrida; pláticas sobre dinero —algo que siempre odié— y comentarios sobre mis últimos dos años alrededor del mundo aunque la mayoría del tiempo me la pasase en Londres. No había señal alguna de la presencia de Bruce y no me sorprendía.





El reloj en el centro del lugar marcaba casi la media noche; no era tarde pero necesitaba escapar de las conversaciones superficiales. Había descubierto decenas de especies de dinosaurios y los museos más importantes me llamaban para estudiar pero de alguna manera todo se resumía al dinero que ganaba, al que regalaba.





El frió abrazó mi cuerpo cuando salí del lugar al mismo donde me dejaron horas antes. Suspiré sacando el celular de mi bolso con la intención de llamar un taxi y poder volver a mi departamento, el mismo que visité sólo para arreglarme y dejar mis maletas.





Me detuve antes de oprimir el icono verde pues escuché pasos acercándose a mí. Giré un poco la cabeza para observar a Bruce caminar con aquella lentitud y confianza.





—La festejada abandona su fiesta antes de lo imprevisto...—jugueteó con las manos en los bolsillos de su pantalón.





Esto me traía tantos recuerdos, recuerdos en los que nos escabullíamos juntos de este tipo de reuniones precisamente porque no nos gustaba formar parte de la élite. Siempre terminábamos en las orillas de Gótica donde observábamos el puente sobre el mar, sin cotilleos de gente engreída. Sólo él y yo.





—No me gustan las fiestas.





—Lo sé—me sonrió mientras se quitaba el saco para cubrirme con él, un gesto inesperado.





—Escuché que estabas saliendo con otra chica—solté de una vez por todas sin dejar de mirarle.






—Escuchaste bien—dijo soltando una risita con la mirada en el piso por un momento, luego sus ojos encontraron los míos—pero ni eso me hace dejar de pensar en ti.





¿Y si supiera que había estado en las mismas? Mi corazón pertenecía a Bruce Wayne y él lo sabía, eso era lo peor. Después de todo seguía usando aquel estúpido dije de murciélago que me regaló en mi cumpleaños cerca de cuatro años atrás, la figura estaba hecha de diamante negro lo cual no sabía que era posible.





—Déjame llevarte a casa—dijo luego de unos segundos.





Era aquí donde debía rechazar su oferta y pedir mi taxi pues sabía exactamente a qué nos dirigía esta plática pero no lo hice.

style      🦇      bruce wayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora