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Estaba en la universidad como un día normal, el día se sentía tenso, tan tenso que daba escalofríos, aunque apenas estuviera anocheciendo. Las hojas de los árboles caían debido a que estaba en otoño y el aire frio bailaba con mi cabello negro. Estaba segura de que esta noche iba a ser larga, como todas las noches.

Estaba sola, mi familia en otro continente diferente, mis pocas amistades estaban disfrutando sus vidas y yo pues estaba aquí, caminando sola hasta mi casa. El frio se estaba intensificando así que frote mis manos y las sople, tratando de darles calor.

Aun me faltan unas cuantas cuadras para llegar... -pensé

Comencé a caminar mas lento debido al cansancio que sentía, estaba agitada, mis mejillas enrojecidas del frio y mis pies agotados. Decidí descansar en aquel banco solitario que estaba en el parque. De pronto mis pensamientos inundaron mi mente...

¿Cómo es posible que una chica de veinte años este rodeada de personas que la quieren y se preocupan por ella y a la misma vez sentirse tan vacía como una lata?, ¿Por qué estaba tan rota, que le faltaba a mi vida?

Suspire y me pare de aquel banco sabiendo las respuestas.

Seguí caminando, ya veía mi casa de lejos así que comencé a caminar mas rápido. Cuando al fin llegue empecé a buscar la llave en mi mochila, las tome y abrí la puerta, todo estaba como siempre...triste y vacío.

Sin ánimos de nada subí las escaleras, me desnudé y me metí a la ducha a tomar un baño caliente, los psicólogos dicen que el baño caliente ayuda a alejar los pensamientos.

Sali del baño y me pongo mi pijama para luego hacerme de comer, estaba hambrienta. Me hago un sándwich de jamón, un vaso de jugo y me voy a mi habitación.

Necesito socializar o me volveré loca...- pensé

Tomé un abrigo y salí a caminar un poco a despejar la mente, estar sola en casa me está volviendo loca.

A lo lejos vi un pequeño pero popular bar, nadie me esperaba en casa así que entre, tenia una luz tenue, era acogedor, no hacia tanto frio dentro del lugar así que decidí quedarme ahí. Fui a la barra y pedí un trago, miré alrededor y había varias personas en el lugar, algunos jugando billar amistosamente y otros como yo, bebiendo solos y tristes en la barra.

Me bebi mi bebida de un solo trago, arrugué mi cara por el ardor en mi garganta y pedí otro. Tres tragos después se acerca un hombre de tez oscura, pelo lacio y hombros anchos.

- ¿Por qué bebiendo sola? – me dijo y yo me quede mirándolo, realmente era apuesto.

Deje mi vaso vacío en la barra y le hice seña al bartender para que me trajera otro.

-me estoy embriagando – le dije señalando que ya me estaban sirviendo otro trago.

- ¿puedo embriagarme contigo? -me pregunto sonriendo, yo asentí y se sentó a mi lado.

Empezamos a hablar y me comento que se llamaba Zack, era estadounidense, tenía veinticinco años y era pintor.

-Háblame de ti – me dijo y yo mire mi bebida.

-no hay mucho que contar – le dije- soy estadounidense, tengo veinte años y soy estudiante de tecnología.

-interesante – me dijo y yo me encogí de hombros. No era interesante.

Me pidió mi numero de teléfono, nos agregamos y salí del bar, debía de acostarme temprano y eran las dos de la mañana.

Estaba tambaleándome en la calle, de un lado a otro, pero logré llegar a mi casa, la abrí con dificultad y entre. Cerré los ojos y me dormí enseguida.

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FORZADAMENTE TUYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora