La primera vez que escuche ser llamado asesino, a mi? que nunca maté a nadie, qué jamás osé lastimar ha otros, me llaman asesino. Hipócritas, son aquellos que me llaman así, porque son ellos mismos los asesinos que me mataron el 9 de septiembre de 1529 a las 10am, sin motivos, sin pruebas, llegaron a mi habitación en el hotel del pueblo Cochem (Alemania) y me acusaron de ser asesino, de ser el mismo asesino que ha aterrorizado al pueblo por años.
Una semana atrás decidieron que yo era ese asesino que arrinconaba a sus victimas en la madrugada, y las llevaba algún punto fuera del pueblo, en las profundidades del bosque, yo que jamás he ido contra la ley, me privaron de todos mis derechos, menos el de mi anonimato, me dejaron conservar mi mascara hasta que de mi último respiro, luego de mi muerte dejaran ver mi rostro ante todo el pueblo, creen que así será más emocionante.
La plaza del pueblo se encontraba repleta, nadie quería perderse de mi ejecución, todo el pueblo se encontraba ahí, desde el burgués más adinerado hasta el campesino más pobre, incluso su majestad había concurrido a mi ejecución, junto a uno de sus hijos.
El verdugo procedió a indicar que me dejarían dar mis últimas palabras, esas palabras que a nade le importaba escuchar, palabras que no merecían ser oídas.
así con la poca saliva que me quedaba en la boca, hable lo más alto que puede para que todos pudieran oírme, para que alguien me escuchara de verdad, - ¡yo no maté a nadie! - mi voz resonó en toda la plaza, pero nadie escucho. Estaba a un paso antes de morir y no podía hacer nada para evitarlo.
Lo último que sentiría mi cuerpo es el viento helado de la mañana de invierno, poco a poco la desesperación se apoderaba de mi, nadie vendría a salvarme, nadie haría nada por mi, el miedo me recorría cada vena del cuerpo, le temía a la muerte, a lo doloroso que sería morir siendo inocente, pero todo eso desapareció en cuanto el verdugo bajo la palanca y la escotilla cayó, dejando mi cuerpo colgando de una cuerda, fracturándome el cuello y asfixiándome en cuestión de segundos, sentía como mis pulmones ardían, mi corazón no paraba de latir fuerte, deje de sentir las piernas, las manos las tenía entumecidas, mi cerebro exigía a gritos algo de oxigenó, hasta que todo quedo atrás.
Se fue el ardor, el entumecimiento, las ganas de respirar, todo desapareció.
El pueblo espero expectante a que me moviera, mi cuerpo permanecía colgado, meciéndose de un lado a otro, el verdugo aguardo unos momentos antes de bajarme, me recostó en la tierra junto a otros cadáveres, y anunció que me retiraría la mascara, que por años use y qué ahora dejaría de ser mía.
En el momento que expuso mi identidad, todo el pueblo se sobre exalto, el rey estaba perplejo, no podía creer lo que estaba viendo, su hijo parecía ajeno ante la situación.
Nadie en la plaza hizo un solo ruido, todos se encontraban pasmados, confundidos y aterrorizados, pues nadie habría esperado que el asesino de Cochem fuera el mismo hijo del rey.
El verdugo cubrió mi rosto con la mascara y ordenó qué me trasladaran a una celda, para que nadie osará tocar mi cuerpo. Cuando el rey se levantó del palco y fue hacía mi encuentro, el pueblo comenzó a murmurar... algunos decían que era un error, otros afirmaban que era yo el asesino, pero nadie jamás sabría la verdad, solo yo y mi hermano somos conocedores de ella.
Jamás fui un asesino, solo liberé las almas de esas personas, pero ellos mataron, mataron a mi hermano, a mi yo, a mi copia menor, a mi hermanito Adal y eso no se los perdonaré, mataron a un hombre inocente, qué no tenía culpa de ningún crimen, el solo era la llave para la salvación de este pueblo impuro, ahora que se qué nadie en esté lugar merece la salvación que les he brindado, los llevaré al infierno, así se darán cuenta de su error, todos serán liberados, de sus falsas creencias y verán la verdad, mi verdad.
Yo no soy un asesino, soy su salvación.
Y en mi cabaña te espera el filo de mi rencor.
Todos pagaran.
Porque esta vez, el asesino seré yo.
THE END
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ASESINO
Short StoryFue la primera vez que escuche ser llamado de tal forma, jamás infringí daño a otro ser, pero me culparon de matar. Hipócritas, aquellos que acusan y terminan matando. Hoy 9 de septiembre de 1529 me ahorcaron en la plaza del pueblo, todos estaban d...