Capítulo Único.

287 50 26
                                    

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen. Son propiedad y obra de Masashi Kishimoto.

~º~º~º~º~º~º~

Él era diferente a sus hermanos y hermanas.

De eso se dio cuenta cuando nació, cuando les crearon, cuando recibieron las primeras y últimas palabras del viejo junto a sus nombres.

¿Cual era la diferencia?

Ante ellos moría la persona que les había creado, que les había dado tanto en tan poco tiempo:

Un nombre.

Amor.

Vida.

Y, mientras lágrimas se deslizaban por sus temblorosas mejillas, lo único que sus ocho hermanos pequeños hacía era mirar al 'viejo', junto a sus hijos, con confusión.

Puede que aún no fueran capaces de aceptar la realidad. Que el 'viejo' moría, como cualquier mortal porque, aunque poderoso, no era más que eso, un mortal. Una criatura con la capacidad de vivir... y morir.

Puede que creyeran que el estúpido anciano era tan inmortal como las criaturas que había creado, que su existencia iba más allá de todos sus logros, de todas sus hazañas... y errores.

Pero no lo era.

Y él lo sabía.

Los dos hijos salieron de la habitación, la triste y reconfortante mirada del más joven fija en sus nueve figuras mientras la penetrante y resentida del mayor miraba irritadamente al más joven.

El verdadero heredero de Rikudou Sennin.

Son Goku gimió, intentando borrar los surcos de imparables lágrimas de sus mejillas.

Con cuidado de evitar el serenamente tumbado cuerpo del anciano, se acercó a su hermano pequeño, usando una de sus nueve suaves y esponjosas colas para limpiar su rostro.

"No lloréis" ordenó.

Pero solo logró que los demás lloraran con todavía más fuerza.

Porque Kurama lloraba con ellos.

Un grito interrumpió las lamentaciones de las criaturas, seguido de una explosión.

Los nueve se volvieron hacia la puerta, pero él lo sabía.

Algo malo acababa de pasar.

Se puso sutilmente frente a sus hermanos y hermanas pequeños, intentando protegerles de cualquier daño que pudieran sufrir de la futura amenaza.

Lo que no esperaba era que el hijo menor de su creador entrara en la gigantesca sala, tambaleándose, mirando a las criaturas con preocupación, su presencia, reconfortante así como su energía era pura, pura, pura luz como rayos del sol que relajaron a los bijuu, tensos tras la explosión, asustados, confundidos.

"Kura-ma" jadeó, sangre empezando a deslizarse por su rostro.

El nueve colas se acercó con intención de lamer su rostro y curar esa herida, halagado con el hecho de que recordara su nombre tan facilmente, pero el humano sonrió y levantó una mano, la otra soportándole junto al marco de la puerta en el que su cuerpo se había recostado, indicándole que esperara, que no era necesario malgastar energía con él.

KURAMA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora