Te observo embelesado:
tan fina como la luz del cielo,
tan mágica como el ocaso del sol,
eres detalle idoneo de reinado,
capaz de causar cualquier desvelo,
capaz de causar descontrol.
Si permanezco quieto observando,
como brilla mi mente con tus palabras,
aunque son escasas me van enamorando
y perfección en tu cuerpo mi mente labra.
¿Qué puedo escribir?
Que no sea explicar tu belleza
sin dejar a mi alma de consentir:
imaginando que eres de la realeza.
Mi reina, mi princesa,
dejame pertenecer a tu castillo,
dejame servir a tu grandeza,
dejame cubrir aquellos vacios,
llenarlos de amor y de pureza.
Quizás solo persiga tus huellas,
pero me tienes,
me tienes envuelto en amores,
soñandote como mi doncella,
soñandote en balcones,
juntos como almas gemelas.
Y si deslizo mis dedos,
estos toscos y gruesos,
con los tuyos tersos y bellos,
me pregunto si te causaré miedo
o lograré hacerte sentir lo que siento.
Te quiero,
te lo recuerdo cada momento,
no deseo que olvides este proceso,
este proceso bello y eterno,
quizas no estemos solos en el universo,
pero seremos únicos.
Permiteme contemplar tus ojos,
aquellos chinos y pequeños,
saborear el deleite de tus mejillas,
aquellas grandes y de ensueños,
permiteme abarcar tu cuerpo,
con estos brazos nerviosos y necios.
Mirame,
logra mirarme aún con nervios,
quizas el destello de tu mirada
me haga valiente para darte un beso.
Y no tengas miedo,
solo soy un niño cumpliendo su deseo:
amarte y cuidarte como nadie lo ha hecho.
Sereno,
sereno y en silencio,
perdoname si mis palabras se guardan,
si existen momentos incomodos en lo nuestro,
pero me pierdo pensandote,
soñando que puedas dormir un día en mi pecho.
Y si me entrego a tu fragancia,
a tu alma, a tu vida,
me embobo sobre tu templanza,
tus juegos y tus alegrías,
es increible lo que me causas:
amor y tanta confianza,
es increible lo que siento,
tanto amor en pequeños días.
Sabines
