Sin Salvación

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Nunca salgas de noche sola.

Nunca mires atrás si escuchas pasos.

Nunca abras los ojos si los tienes delante.


Tres normas que rompió la noche en que la muerte se presentó ante ella. Tres normas que memorizó desde su más tierna infancia. Tres normas que quedaron olvidadas la noche en que salió con su novio al cine.

Tres normas...

¿Simples, no? Pero si no las sigues... pueden llegar a ser... letales.

—¿Qué película quieres ver? Espero que no una romanticona.

Amanda soltó unas carcajadas al ver la cara de cachorro que puso su novio ante la mención de las películas romanticonas. Sabía que no le gustaban y pese a que había una en cartelera que le llamó mucho la atención cuando vio el trailer en Youtube, decidió que esa noche aceptaría ver una de acción, para tenerle contento. No todos los días el jugador estrella del equipo de fútbol americano del instituto, te pedía para salir.

Aquella era la primera cita que tenía con su estrenado novio, y estaba exultante, se sentía la chica más afortunada de todo el instituto, y cuando le contara al día siguiente a sus amigas con quien había ido al cine, estas no se lo iban a creer.

Sería la envidia de todo el instituto y cada chica se moriría por estar en sus huesos.

—Veré la que tú quieras —respondió finalmente, obteniendo una sonrisa a su vez.

—Ok, perfecto, pues la última de Los vengadores, que me han dicho que está brutal. Además, esta noche tenemos suerte pues conozco al dueño de todo esto, y ha cerrado este lugar para los dos.

«Pues esa», pensó Amanda sin atender realmente al cartel de la película. Le importaba poco cual iban a ver, ella solo quería pasar un rato con su novio, poder sentir sus brazos acunándola o si terciaba, que la besara en la oscuridad del cine. Nunca la habían besado y ya tenía ganas de sentir algo de esa pasión que tanto describían las novelas románticas que tanto le gustaban. Y si le añadía el factor de que iban a tener todo el lugar para ellos solos... tenía que reconocerle, estaba más que nerviosa porque iban a quedarse a solas en cuanto entraran en la sala de cine, a solas con la película y quien estuviese tras el proyector...

Dos horas después

Amanda corría por la carretera presa del pánico, mirando hacia atrás de vez en cuando, temiendo ver aparecer el coche del cabrón que la había engañado. Las lágrimas corrían por sus mejillas, limpiando parte de la sangre que salpicaba su pecoso rostro. Los zapatos de tacón de su madre que tomó prestado para el encuentro de esa noche, quedaron olvidados en algún lugar entre el cine de barrio y la carretera nacional del estado, y el vestido que con tanto esmero planchó esa tarde antes de la cita, estaba rasgado y sucio.

Quería gritar, llorar, hacerse una bola en el suelo y desear que la tierra la tragara. Quería lavarse, ducharse con agua bien caliente y refregarse el cuerpo con jabón, hasta volver a sentir que estaba limpia.

La noche de ensueño con el mejor chico del instituto se convirtió en pesadilla al ver como al entrar en el cine se abalanzaron sobre ella tres chicos más que en cuestión de minutos la estaban violando. El dolor, la humillación, la vergüenza, la culpa, la ira, el asco, todo se juntó y por más que luchó por liberarse, la tenían bien agarrada entre los cuatro, aprovechándose de su juvenil cuerpo.

Los chicos no tuvieron piedad, burlándose de sus lágrimas, de sus súplicas, jactándose entre ellos al tener a una virgen estúpida a la que "mostrarle quien mandaba ahí".

Sin SalvaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora