Especial San Valentin

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'Si te da su corazón, no lo rompas'

La mañana del catorce de febrero, Brisa había pasado hablando del día de los enamorados hace tiempo, Angie siempre mo creyó únicamente con fines comerciales.

Así era ella después de todo, alguna vez había leído en un artículo los argumentos sobre '¿Por qué deberían de eliminar del calendario las fechas festivas?', esta de acuerdo con cada punto del mismo.

Se sentó en el borde de la cama, con dejadez y cansancio, llevó su mano hecha un puño hasta su ojo, donde restregó los últimos recuerdos de su noche. Luego de corto bostezo, se puso de pie.

No oía a Brisa por ningún lado, por lo cual decidió explorar la casa en busca de la chica, su chica.

Angie podría parecer bastante seria y complicada, sus gustos tan carnales y placenteros -sexuales-, le hacían implantar un falso boceto de su persona. Únicamente una dama de ojos cafés se había atrevido a mirar más allá de este, Brisa.

Es, en realidad, un ser bastante inteligente y romántico, si se le permitía alardear de si misma, pero solo quien ella decidía tendría el 'gusto' o 'permiso' de conocer su verdadera piel, su esencia.

Caminó por los largos pasillos que ocupaban espacios carísimos de su casa, siempre pulcros y bien pintados. Rozaba con su mano los bordes de las paredes y barandales que se topaba en su recorrido, como una niña pequeña.

—¿Brisa?— pronunció en su soledad, sin aún hallar rastro alguno de su acompañante.

Se adentró en la inmensa cocina, donde una notita sobre la heladera dejaba ver la preciosa escritura de Brisa, decía:

'Feliz San Valentin, Angie. Estaré en casa en unos momentos, no te preocupes, estoy bien. Te ama, Bripsi'

Angie intentó esconder una sonrisa, acto que había aprendido a costa de mantenerse en una posición superior, pero sus ojos recorriendo cada trazo de palabra le arrancaba el alma al no dejarle sonreír.

Sonrió.

•••

¿Que hacer con el tiempo muerto?, sin Brisa en la casa, es decir, sin tener a alguien a quien hostigar con tu presencia, todo era muy aburrido.

Angie se sentía indefensa, por primera vez, estaba incompleta. Porque era así, antes de chocar con los ojos cafés brillantes de Brisa, jamás había conocido algo que la mantuviese interesada en ser alguien, siempre estaba a la defensiva y evitaba el calor humano. Ahora, desde que Brisa había irrumpido en su vida, con sus trazos suaves, con su tacto delicado y su hablar embriagante, Angie era la real sumisa.

Se le hacían interminables las horas sin su musa en sus brazos, oyendo como habla con desafuero sobre lo que se cruzara por su cabeza, como alcahueteaba a todo el mundo sin importar cual fuese su posición social, viendo su abanico de pestañas bailar con el aire y desmantelar su constelación favorita, sus ojos. Amaba acariciar aquellos cabellos despeinados que arruinaban el perfectamente planificado peinado de su chica, no lo amaba, era adicta.

Entonces, se consideraba incompleta, inconclusa, imperfecta, porque Brisa, su pieza vital, no estaba junto a ella.

•••

Delicate [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora