Parte única

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Esto partió siendo una mini-ficción el día de reyes, luego me estanqué y decidí retomarlo como one-shot. Pensé en publicarlo el 3/3, pero llegué a la conclusión de que quedaría un poco fuera de lugar porque están los ragobesos (a los que no entré de tímida, básicamente😂). 

La idea me surgió basada en el tweet de Raoul que está en la portada, del 6 de enero, y bueno, aquí está. 

A pesar de revisarlo, leerlo, re-revisarlo y re-leerlo unas mil veces, puede que aún haya algún error ortográfico o de redacción, perdón si es así. 

Con esto y un bizcocho, espero que les guste.

Playlist: 

Vértigo - Pablo Alborán

Bésame - Camila

No hay nadie más - Sebastián Yatra

Still - Niall Horan 

Tu Refugio - Pablo Alborán 

Corazón sin vida - Aitana y Sebastián Yatra 

MÁS - Agoney 

Breve mención a Me Tienes - Miriam Rodríguez.

6.267 palabras, aproximadamente.

**

"Y los que hemos sido juguete este año ¿cuándo nos envuelven?"

Agoney leyó esas palabras por décimo tercera vez y decidió tocar el timbre. Estaba preocupado, y reprochándose a sí mismo no haber revisado el móvil antes, porque el tweet había sido publicado antes de las diez de la mañana, y ahora pasaban de las ocho de la noche. Sabía que su amigo, o lo que sea que fuera Raoul para él, lo necesitaba, especialmente en los momentos de bajón por un gilipollas que le había hecho daño otra vez, y no pensaba dejarlo solo.

Luego de esperar unos minutos y de tocar el timbre unas cinco veces más en que nadie contestó para abrirle el portal (como esperaba) salió una vecina del edifico a la que conocía de vista por otras veces que había estado allí y le dejó entrar. Hizo el recorrido que sería capaz de hacer con los ojos cerrados, y se paró frente a la puerta que conocía perfectamente. Sabía que Raoul no le había abierto porque estaba hundiéndose en la tristeza y no quería ver a nadie, pero no lo dejaría solo. A él no.

*****

Los golpes en la puerta no cesaban y Raoul ya se estaba hartando. Primero el timbre, y ahora la puerta. Él solo quería llorar y hundirse en la mierda con tranquilidad, a solas, en su piso de Madrid, pero tenía que llegar un gilipollas a molestar en su momento de desahogo. Al cuarto intento de la otra persona para que abriera la puerta, se frustró y fue a abrir.
—¿Quién cojones... —su frase quedó a la mitad por la sorpresa. Definitivamente, no esperaba encontrarlo a él al otro lado de la puerta—. Ago...
Raoul se apresuró a limpiarse las lágrimas de la cara. No quería que Agoney lo viera así. Tan mal y tan vulnerable, a pesar de que eran las personas que más conocían al otro y de que ya se habían visto en todas sus facetas.
—Hola.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Raoul, un poco más brusco de lo que le hubiera gustado.
—Vine a ver como estabas.
—Estoy bien, ¿cómo iba a estar?
—Vi tu tweet. —La expresión de Raoul se deformó—. Sé cómo te afectan estas cosas, así que no trates de esconderlo y acepta la compañía ¿vale? —Raoul asintió, pequeño. Daba igual lo que pasara, daba igual que estuvieran con otras personas, daba igual que hubieran tratado de parar lo que tenían años atrás. Al final, siempre volvían al otro—. Ven aquí.
Agoney abrió sus brazos y le dedicó una pequeña sonrisa. Raoul no dudo en lanzarse a ellos y aferrarse a él como si la vida le fuera en ello. El llanto comenzó automáticamente cuando enterró su cabeza en el cuello del moreno.
» Estoy aquí, pequeñín —le dijo Agoney, suave, mientras acariciaba su cabello.
El canario los introdujo al piso sin soltar a Raoul en ningún momento, porque cada vez que lo veía así de roto, lo único que deseaba hacer era ponerlo en una caja de cristal para protegerlo de todo y de todos. De los tontos que le rompen el corazón o que lo buscan por fama, de los haters que lo insultan, de toda la gente que le dijo que no valía en la industria de la música por su sexualidad, de todos quienes lo menospreciaron por querer ser cantante y de todos los que le decían que era un aprovechado por ser "el hermano de Álvaro". De todo eso lo quería proteger Agoney, pero sabía que no podía hacerlo porque, aunque doliera, todas esas cosas hicieron a Raoul más fuerte y lo convirtieron en la persona que es ahora, que a pesar de que se quiebra de vez en cuando, logra renacer de las cenizas aún más fuerte, como el ave fénix.
» Vamos a la habitación, chiquito. —Raoul asintió, aún escondido en su cuello y con el llanto un poco más calmado.
Agoney se preocupó de que Raoul tuviera un pijama gordito y de que estuviera bien arropado por el edredón para que se sintiera cálido. Él, por otro lado, se quitó la chaqueta y el pantalón que llevaba para recostarse con la camiseta. Dormir con Raoul le daba más calor de lo normal porque siempre lo hacían abrazados. Una vez tumbados y tapados con el nórdico, Raoul se escondió en su pecho, y Agoney pasó una mano por sus hombros, lo apretó contra él y la llevó a los mechones rubios, para dejar caricias sobre ellos.
—Dime algo, Ago —pidió, con la voz escondida en su camiseta. Agoney asintió, y Raoul sintió el movimiento cerca de su frente—. ¿Qué es lo que tengo mal? Porque te juro que trato de buscarlo, pero lo pienso y no lo encuentro. Y al final es peor porque me frustro y no sé qué es lo malo de mí para que la gente se aleje y me da rabia no poder cambiarlo.
Agoney sintió una tristeza indescriptible al escuchar sus palabras. ¿Cómo le decía que en él no había hecho nada mal? ¿Cómo le explicaba que no toda la gente del mundo es buena, y que justamente él tuvo la mala suerte de toparse una y otra vez con personas que dañan? ¿Cómo le expresaba que no tenía que cambiar nada de él, porque es perfecto como es?
—No hay absolutamente nada malo en ti, Ra. —Suspiró y decidió decirle las cosas tal y cómo pasaban por su cabeza—. Tú eres pura bondad, y créeme cuando te digo que eres la persona que menos merece haber pasado por toda la mierda que pasaste y sigues pasando a día de hoy. Pero por alguna razón te tocó, y me gusta pensar que es porque el destino, kismet, el karma, Dios o lo que sea, saben que eres capaz de enfrentarlo y salir adelante.
Otro sollozo irrumpió en la habitación y Agoney siguió pasando los dedos entre los mechones rubios. Si no sabía cómo calmarlo, al menos quería acariciarlo para que se sintiera cuidado, protegido, querido y refugiado. Pasaron así un buen rato, con Raoul ahogando sollozos en la camiseta del moreno y con las caricias del moreno en el pelo y espalda de Raoul.
—Me duele la cabeza —dijo el rubio, acomodándose en el cuello de Agoney.
—Lógico, pollito. —Agoney besó su frente—. ¿Cuánto estuviste así antes de que yo llegara?
—No sé, ¿una hora? ¿Dos?
—Joder. —El alma se le rompió a Agoney. Pensar en un Raoul tan frágil, sin nadie que lo arropara, lo hacía querer abrazarlo por toda la vida—. ¿Y el resto del día?

Still - Ragoney {One-Shot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora