I hate Valentine's Day

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“No pienso ir.” Dijo Hange tajante.

Zeke volvió a poner los ojos en blanco y dejó caer la cabeza. Volteó a ver al hombre sentado a su lado.

“Levi, ayúdame.” Pidió suplicante.

“Te dije que si tú no podías convencerla, a mí no me metieras en tus problemas.” Respondió Levi viendo su celular.

“¡Ay, vamos! Es tu amiga, casi hermana, ¿no quieres que sea feliz en San Valentín?”

Levi volteó a verlo levantando una ceja. “¿Crees que yendo a una fiesta estúpida ese día será feliz?”

“Cariño, no estas ayudando.”

“Yo no vine a ayudar, vine a verte fracasar en el intento de convencer a la persona más testaruda que conozco.”

“¡Tú eres la persona más testaruda que conoces!”

“Yo no cuento.”

“Ay, me conoces tan bien.” Canturreó Hange con una sonrisa. “Zeke, en serio, no tengo ningún interés en ir a una fiesta de San Valentín y ver a todas esas parejas que se dejan llevar por el consumismo de la fecha y gastan en tonterías hechas en forma de un corazón que no es anatómicamente correcto.”

“Te voy a presentar a alguien.” Apresuró a decir Zeke, provocando en Hange una carcajada.

“Así que de eso de trata, dime, ¿a cuál de todos sus amigos que ya conozco me vas a presentar?” Inquirió con sarcasmo.

“¿Por qué asumes que Levi y yo tenemos el mismo círculo de amigos?”

Hange lo miró con incredulidad. “Porque tienen como mil años siendo pareja y es obvio que tienen los mismos amigos.”

“Pues estás muy equivocada, así que tienes que ir.” Insistió Zeke.

“No lo haré.”

“Es soltero.”

“Obviamente.”

“Tiene dinero.”

“Yo también.”

“Es guapo.”

Zeke sonrió al ver que Hange no había respondido de inmediato, ahora tenía su atención.

“Tengo tu atención, ¿cierto?”

“Tienes mi curiosidad, que es muy diferente.” Respondió Hange con solemnidad. “¿La tiene grande?”

“No sabría decirlo ya que nunca se la he visto.” Dijo Zeke. “Pero es más alto que yo y ya sabes, dicen que la estatura es relativa al tamaño.”

“No siempre.” Comentó Levi, que aunque fingía no poner atención a la conversación, estaba escuchando todo.

Zeke le lanzó una mirada asesina.

“Tu cállate. Si no ayudas, no estorbes.”

Hange se mordió el labio para no reírse al ver la pequeña sonrisa en la comisura de los labios de Levi. Ella sabía que al enano le encantaba hacer enojar a Zeke y viceversa. Eran la pareja más rara del mundo.

“¿A qué se dedica?” preguntó.

“Es piloto.” Respondió Zeke.

Otra mueca de incredulidad cruzó el semblante de Hange.

“Menos voy a ir. Los pilotos son iguales a los marineros, en cada puerto tienen amante o se enredan con las azafatas.”

“Te puedo asegurar que mi amigo es diferente. Ya quisieran las azafatas tener amoríos con él. Vamos, Hange, tienes que ir, si no te agrada no volveré a insistir en presentarte a alguien.” Aseguró Zeke.

Hange dejó escapar un suspiro, sabía que Zeke no la iba a dejar en paz hasta que aceptara ir a la estúpida fiesta.

“No vas a dejar de jorobarme la vida hasta que acepte ir, ¿cierto?” Preguntó viendo a Zeke.

Él le sonrió. “Nop y ya sabes que puedo ser una persona muy insistente. Así fue como logré que Levi saliera conmigo.”

“No dejabas de joderme.” Comentó Levi.

“Y ahora tú me jodes a mí.” Apuntó Zeke sonriendo. “Entonces, querida Hange, te espero en nuestro departamento a las 8 el sábado. Llega temprano.”

“Ok.” Respondió Hange, mientras se ponía de pie para irse. “Nos vemos el sábado, los quiero.”

Les sopló unos besos con la mano y salió de la cafetería en la que se habían reunido. Zeke sintió que Hange había aceptado demasiado rápido al final.

“Se va a ir en pijama a la fiesta, ¿verdad?” preguntó mientras seguía con la mirada a Hange.

“Y muy probablemente sin bañarse.” Aventuró Levi.

Zeke cruzó los brazos. “Bien, habrá que llamar a la caballería.”

.

Hange estaba viendo la televisión cuando escuchó el timbre. Frunció el ceño, no había quedado en verse con nadie dado que más tarde tenía la fiesta de Zeke y Levi. Se puso de pie para abrir la puerta, encontrándose a Nanaba del otro lado.

“Te envió Zeke, ¿verdad?”

“Sí y desde ahorita te digo que no.” Dijo Nanaba al verla de pies a cabeza y entrando al departamento.

“¿No, qué?” Preguntó cerrando la puerta.

“No te vas a ir en pijama a la fiesta. Y menos en esa.”

Bajó la vista para verse. “¿Qué tiene de malo mi pijama de Bob Esponja? A todos les gusta Bob Esponja y mira, tiene corazoncitos, iré de acuerdo al tema de la fiesta.”

Nanaba volteó a verla levantando una ceja.

“Sé que tramas, Hange, quieres irte en pijama no solo por protestar, pero también para que Zeke no insista en presentarte a su amigo.”

“Es posible…” admitió. “¿Tú conoces al tipo que me quiere presentar?”

“Lo he visto un par de veces y créeme, quieres bañarte, ponerte un vestido y maquillarte.”

Nanaba la tomó de la muñeca y la empezó a arrastrar a su habitación. No la soltó hasta que estuvieron dentro y le hizo señas con la cabeza para que se metiera a bañar.

“Realmente no quiero, si le gusto, será tal y como soy y así soy.” Argumentó Hange mientras veía a su amiga asaltar su closet.

“Hange, las dos sabemos que no eres así. Te he visto en vestidos y tacones en las fiestas de Navidad o los eventos de caridad del hospital a los que te invitan. Repito, solo quieres ir en pijama por quejarte de San Valentín y honestamente no entiendo tu aberración a la celebración.”

Nanaba terminó su discurso y la empujó al baño. Dándose por vencida, se metió a bañar.

Y a lo que Nanaba había dicho, ni ella misma sabía por que la fecha le daba repelús, simplemente no le gustaba y ya. La gente tenía otros 364 días para demostrarle a esas personas importantes en sus vidas que lo eran, pero no, preferían esperar a San Valentín y comprar flores y chocolates al doble de caros únicamente por quedar bien. Veía como dinero tirado a la basura esos ramos de cien rosas rojas. Ella preferiría el dinero y tal vez una o dos de esas rosas, no se necesitaban más y los chocolates bien se los podían regalar al día siguiente, cuando todo lo relacionado a San Valentín se ponía a mitad de precio.

Tal vez si tuviera novio pensaría diferente, pero lo dudaba, ya había pasado la festividad acompañada y no eran exactamente memorias agradables, entre estar en un restaurante abarrotado de gente y recibir tu orden equivocada, hasta ver escenas de celos, peticiones de matrimonio fallidas o relaciones siendo terminadas. Sí, había sido muy vergonzoso ver a chicos y chicas hacer berrinches como niños porque algo no les salía bien.

Salió de bañarse enredada en una toalla y a la espera de ver qué le había elegido Nanaba para que se pusiera. Sobre la cama estaba un vestido negro de manga larga y en el piso sus botines rojos. El look claramente sería completado con su chaqueta de cuero negra.

“Cámbiate y cuando estés lista me avisas. Te voy a maquillar quieras o no.” Dijo Nanaba.

“Sí, señora.” Respondió Hange haciendo un saludo militar.

Cuando Nanaba salió de su habitación suspiró con cansancio. Al menos no le había elegido un vestido rojo y esos botines le gustaban demasiado.

.

Llegaron a su destino a las ocho en punto. Hange había agradecido secretamente a su amiga por no haberle llenado el rostro de maquillaje y que le permitiera peinarse en su usual coleta. Al menos sí se parecía a ella y no a otra persona.

Cuando llegaron a la puerta, empezó a entrar en pánico, se iba a asfixiar con el ambiente romántico, ya no quería estar ahí y ver a todas esas parejas que de seguro habían invitado derramar miel por todos lados. Solo esperaba que hubiera alcohol y pudiera huir temprano.

Nanaba tocó y la puerta la abrió Zeke, que sonrió de oreja a oreja al verla.

“¡Mírate! Pareces una señorita.” Le dijo contento.

“Espero no le hayas dicho a tú amigo que lo soy, que se va a llevar una gran decepción.” Respondió mientras entraba al departamento. “¡Argh! ¡Mis retinas!”

El lugar estaba abarrotado hasta más no poder de corazones, cupidos, serpentinas y globos. Los sillones tenían cojines de felpa de color rojo y blanco. Habían entrado a la casa de Barbie y era horrible. Incluso la luz de lugar era tenue y en un tono que no era ni rojo, ni morado, parecía un rosa Pepto-Bismol. Quería vomitar.

“Ok, ya vi suficiente, yo me voy.” Dio media vuelta para irse, pero Zeke le bloqueó la salida.

“Tú no vas a ningún lado, te voy a amarrar a una silla si es necesario.”

“¡Zeke! ¡Por lo que más quieras! Qué quiero pensar es el enano, ¡déjame salir de aquí! No voy a soportar toda la velada viendo todo eso, ¡me voy a volver loca!”

Zeke la tomó de los hombros, le dio media vuelta y la llevó a uno de los sillones.

“Más loca de lo que ya estás, no creo. Te traeré algo de tomar para que entres en ambiente.”

“¡No quiero entrar en ambiente! ¡Me quiero ir a mi casa! ¡Estoy atrapada en el útero de Afrodita!” exclamó de manera dramática, haciendo a sus amigos reír.

Se quedó sentada en ese lugar sin moverse. Zeke le llevó una copa de vino y ella el preguntó si podía llevarle mejor la botella entera y un popote. Levi hizo acto de presencia cuando las demás personas empezaron a llegar. En su mayoría eran personas que conocía, casi todas trabajaban en el hospital en el cuál laboraba junto a Zeke, Levi y Nanaba.

Y por supuesto, iban en parejas y ella era la única rara que estaba sola. Era como ser la tercera en discordia de todas esas personas y todo lo que podía hacer era meter más alcohol en su sistema para olvidar su martirio.

“¿Cómo estás?” le preguntó Levi sentándose a su lado y llevándole una tercera copa de vino.

Ella le lanzó una mirada molesta. “Sola como hongo, rodeada de parejas que se profesan amor que para mañana se van a seguir tratando como siempre. Me quiero ir y tu novio no me deja.”

“Lamento que te haya arrastrado a esto, le dije que era mala idea, pero no me hizo caso.”

“¿Alguna vez lo ha hecho?”

Levi curvó ligeramente los labios. “Aunque parezca que no, sí. Pero esta vez está empeñado en que conozcas a su amigo.”

“¿Cómo se llama el tipo? Aún no me lo han dicho.”

Levi abrió la boca para responderle, pero los gritos de los invitados los hicieron voltear a ver la puerta y ver llegar a la pareja estrella del momento: Frieda y Willy. Él era el hombre más joven en convertirse en el director de un hospital y ella la abogada del lugar. Había sido todo un escándalo cuando empezaron su relación, Hange suponía que era más por envidia que por otra cosa. Vio a Frieda levantar la mano izquierda mostrando un anillo en ella, haciendo que los gritos de los presentes fueran más fuertes.

Hange había tenido suficiente. Demasiados clichés por un día.

Aprovechando que Levi se puso de pie y que Zeke estaba distraído, se levantó del sillón, avanzó hasta la barra donde estaba el licor y tomó la primera botella de vino que encontró abierta. Salió por una de las ventanas y subió a la azotea. Si no podía irse a su casa, al menos se iría a respirar aire puro.

Por suerte, Levi y Zeke vivían justo debajo de la azotea, lo que significaba que eran ellos casi, casi los dueños. Tomó asiento en un sillón viejo que había, dio un suspiro y observó las luces de la cuidad. Se sentía bien estar ahí. Le dio un trago a la botella que se había robado. Sintió la necesidad de entrar a  Facebook, pero lo pensó dos veces; su inicio estaría lleno de fotos de parejas tratando de probar que ellos tenían el mejor San Valentín e intentando quedar bien con la sociedad que les exigía derrochar dinero, romanticismo y cursilería que la gran mayoría de las veces no tenían o no sentían. Mejor se puso a jugar Solitario.

El San Valentín solo le gustaba en ciertas personas, como Nanaba y Mike, que eran unos cursis los 365 días del año y se demostraban amor a todas horas. Ellos eran la definición de amor que hacía a Hange creer en el. Nanaba podría ser muy mandona y algunas veces enojona, pero era una romántica empedernida y tremendamente detallista.

Mientras que Zeke y Levi podían hacer pensar en como diablos dos personas tan claramente opuestas podían funcionar, pero eso solo era lo que se veía desde afuera, Hange sabía que el enano tenía un lado romántico y sentimental que muy pocas personas conocían.

En algún momento sin darse cuenta se había quitado los botines, cruzado las piernas sobre el sillón y había acomodado la botella en el espacio libre entre ellas. Había puesto música en su celular y como ese día era el Grinch de San Valentín, las canciones debían ser de desamor. Y Set it all free estaba haciendo un excelente trabajo en poner el ambiente.

Toma esa, Zeke.

Hange no era anti romántica, solo San Valentín le daba repelús por el montón de presión social que existía alrededor de la fecha. Como si fuese obligación demostrarle al mundo que eras feliz en pareja. Porque por mucho que se denominara el día del amor y la amistad, la sociedad se fijaba más en la cuestión amorosa y si pasabas un San Valentín con tus amigos solteros, era porque estaban deprimidos por no haber tenido una pareja romántica con quién salir a un restaurante caro. ¿Que los solteros no podían ser felices en San Valentín siendo solteros? Hasta parecía tabú y un augurio de mala suerte no tener pareja en esa fecha y muchas personas se traumaban al punto de volverse depresivos e irritantes. Tampoco era para tanto. Al día siguiente nadie recordaba quienes habían pasado la festividad acompañados o solteros y regresaban a su vida normal solo para reaparecer recargados al siguiente año.

Ella era romántica, podía llegar a ser cursi. Lloraba cada que veía Día de los enamorados y no era para tanto, teniendo en cuenta que se trataba de una película basada en el día que odiaba. Le encantaban esas películas cursis de romance. Podía cantar las canciones de Air Supply a todo pulmón mientras intentaba ordenar su departamento y terminar sintiéndose enamorada y suspirando a la nada.

Solo ese día no, ese día se pasaba al Lado Oscuro y con su sable rojo destruía todo lo relacionado con la fecha.

Nadie había subido a buscarla, lo que significaba que aún seguían haciendo preguntas a los próximos a casarse o se habían olvidado de ella. Esperaba que fuera lo último.

Estaba concentrada jugando y bailado sentada Uprising (Muse la ponía de buen humor), que no se dio cuenta de la figura que había subido por las mismas escaleras que ella había usado hasta que le habló.

“Déjame adivinar, ¿también estás huyendo de una fiesta?”

Levantó la vista a la voz que le habló y vio a un hombre parado a unos metros de ella. Alto, feo no era, la luz del foco le indicaba tenía el cabello rubio y llevaba una cerveza en la mano.

“Lo hago, buen hombre y si gustas podemos huir juntos, en el sillón hay espacio para una persona más.”

Él le sonrió y se sentó a su lado. Estando más cerca, notó sus ojos claros, probablemente azules, era difícil distinguir bien con esa luz, con cejas pobladas, una mandíbula que cualquiera envidiaría y olía terriblemente bien. Tenía olor a hombre guapo y definitivamente lo estaba. Hange era débil a los hombres que tenían olor rico y Zeke en más de una ocasión se había aprovechado de su debilidad olfativa para su beneficio.

“Erwin.” Se presentó y estiró la mano hacia ella.

“Hange.” Respondió con una sonrisa.

“Dime, Hange, ¿qué te trae a esta azotea en una noche tan mágica como esta?” le preguntó Erwin y no pasó desapercibido el toque de sarcasmo en su voz. A Hange le agradó, otra persona igual a ella que probablemente huía de cosas en forma de corazón ese día.

“Probablemente lo mismo que a ti, estoy escapando de todo lo que implica estar cerca de cupidos y corazones que no son…”

“¿Anatómicamente correctos?”

“¡Sí! ¡Oh por Dios! ¿Dónde has estado toda mi vida?”

Los dos empezaron a reírse y chocaron cinco.

“No creí jamás encontrar a otra persona que disgustara de este día.” Le dijo Erwin. “No es que no sea romántico, pero todo lo que sucede este día se siente…”

“¿Falso?” sugirió Hange.

“Demasiado. No todo, pero la gran mayoría sí.”

Hange se llevó las manos al pecho dramáticamente.

“Al fin, un ser humano que me entiende. Dime, soy una mujer curiosa, ¿en qué piso está la fiesta de la que estás huyendo?”

“Justo debajo de nuestros pies.” Le respondió.

Hange frunció el ceño. “¿La de Zeke y Levi?”

“¿Los conoces?”

“Ellos son la razón por la que estoy aquí. Estúpidos, en estos momentos los odio.”

Erwin empezó a reírse ante su declaración.

“Yo no tenía pensado asistir, pero Zeke insistió en que ya no nos vemos igual que antes, que soy un desgraciado hijo de perra que no lo visita debido a mi trabajo y puede llegar a ser muy persuasivo cuando se lo propone.” Explicó Erwin. Hange asintió mientras tomaba de su botella de vino robada.

“Ni que lo digas, a mí también me obligó a venir. ¿A qué te dedicas?” quiso saber Hange y se llevó de nuevo la botella a los labios.

“Soy piloto.”

Hange estuvo a punto de ahogarse al escuchar la respuesta. Bajó la botella y volteó a verlo con los ojos muy abiertos. ¿Ese hermoso pedazo de cielo sentado a su lado era el piloto que le querían presentar? Zeke debió haber empezado por decirle que el sujeto odiaba San Valentín tanto como ella y se habría esmerado más en su aspecto. O tal vez no, pero mínimo se habría puesto ropa interior que combinara.

“Ya sé.” Dijo Erwin en tono cansino. “Todos los pilotos tenemos reputación de marinero, pero juro por mi vida que yo no soy así. Crecí rodeado de cuatro hermanas y la voz de mi madre diciéndome que así como yo tratara a las mujeres, otros hombres tratarían a mis hermanas.”

Sonrió al escuchar eso. “Eso es bueno, pero supongo que no debe ser divertido.”

“Para nada. Imagínate intentar tener una noche casual con una chica y llega la voz de tu madre diciéndote: Erwin, ¿así te gustaría que trataran a tus hermanas?. Es un bajón de libido instantáneo.”

Hange empezó a reírse al escuchar eso sin poder evitarlo. Erwin sonrió al verla divertida.

“Ay, perdón por reírme, es solo que no puedo imaginarlo, soy hija única, el equivalente a hermanos que tengo son Levi y Zeke, sobretodo el enano, tengo años de conocerlo.”

“Y debes de, solo he escuchado a Zeke llamarlo así y generalmente es a su espalda.”

“Uy, deberías verme cuando se lo digo a la cara.” Comentó Hange moviendo las cejas haciendo reír a Erwin. “Él me dice cuatro ojos de mierda, yo le digo enano gruñón. Estamos en perfecto balance.”

“Como debe ser.” Le dijo él sonriendo. “Es mi turno de preguntar, aunque creo que ya sé la respuesta, ¿a qué te dedicas?”

“Soy doctora. Aunque si quieres ser específico, soy neurocirujana, así que si alguna vez necesitas una lobotomía, yo soy la persona más indicada para hacerla.”

Erwin se le quedó viendo un momento y luego frunció el ceño, como si tratara de recordar algo.

“Espera, ¿tú eres la doctora Frankenstein?”

Hange abrió la boca al escuchar la pregunta, dado que solo había una persona en todo el universo que la llamaba así.

“Oh por Dios, ¿qué te ha dicho Zeke de mí?”

“Cosas buenas, lo juro.”

“No mientas.”

Él empezó a reírse. “¡Es verdad! Pero… hace dos años me dijo que me iba a presentar a alguien y no pude asistir a la fiesta. Y cuando le pregunté por ti, solo me dijo que me iba a encantar la doctora Frankenstein, me dijo que era una compañera de trabajo que era neurocirujana.”

Hange se empinó la botella de vino. “Recuerdo ese año, tuve que alquilar un cuarto de hotel por dos días y decirles que había tenido que salir fuera cuando en realidad estaba a una cuadra del hospital. Les había prometido que asistiría y al final no lo hice. Llevo años evadiendo la fiesta.”

“¿Y qué te hizo asistir esta vez si no lo habías hecho antes?” preguntó Erwin.

No respondió de inmediato y le dio otro trago al vino. Se acomodó en su asiento y volteó a verlo.

“Tú.”

“¿Yo, qué?”

“Tú eres la razón por la cual estoy atrapada aquí.”

“Lo dices como si fuera mi culpa.”

“Técnicamente lo es, Zeke me obligó a venir con la treta de que me iba a presentar a un amigo de él.”

Una sonrisa coqueta curvo los labios de Erwin y Hange estaba segura de que no fue consiente de ello. ¡Dios! Ese bello hombre iba a ser su perdición.

“Y fracasó en el intento, él nos habrá invitado, pero nos presentamos nosotros solitos.” Dijo Erwin con solemnidad.

Hange sonrió y levantó su botella. “Deberíamos brindar por eso.”

Luego del brindis, se quedaron en silencio un momento.

“Zeke tuvo razón en algo.” Dijo Erwin.

“¿En qué?”

Volteó a verla y a Hange le empezaron a sudar las manos.

Mierda. El sujeto era realmente guapo, con unos ojos hipnotizantes que la estaban poniendo nerviosa cual quinceañera. Tenía que controlarse.

“Dijo que me iba a encantar la doctora Frankenstein y tuvo razón.”

Hange sonrió, llevó una mano a su hombro e hizo un ademán como si echara su cabello hacía atrás.

“Soy encantadora por naturaleza, aunque Levi diga lo contrario.”

Erwin rio al escucharla. “Entonces, ¿aceptarías tener una cita conmigo mañana y aprovechar todas esas ofertas post San Valentín?”

Ella se llevó las manos al rostro en un gesto exagerado, chillando de emoción.

“¡Me encantaría! Siempre y cuando me compres unos chocolates que vengan con una enorme etiqueta del 50% de descuento.”

“Hecho. ¿Debo comprarte flores?”

“Nah, a la salida de la fiesta, cuando todos estén ebrios puedes robarte las que Levi le compró a Zeke. Las puso en un florero en la encimera de la cocina.”

“Me parece perfecto.”

Dicho eso, los dos empezaron a reír y continuaron planeando su cita con una enorme exageración y clichés.

.

Cuando Hange y Erwin bajaron de la azotea, estaba amaneciendo, se habían pasado la noche platicando, en algún momento se quedaron dormidos y cuando despertaron vieron que el sol estaba por salir. Tuvieron suerte, la ventana no estaba cerrada con seguro y pudieron entrar sin problemas.

El lugar había regresado a su estado normal a excepción de los cojines de felpa. Caminaron despacio, Hange tenía hambre así que asaltó la alacena y sacó unos paquetes de galletas, lanzándole uno a Erwin. Él le hizo señas con la cabeza para irse, ella le regresó el gesto diciéndole que esperara un momento y de uno de los cajones sacó un papel:

Zeke, tenías razón, Erwin está guapísimo y como para comérselo entero, spoilers: planeo hacerlo. Te avisaré si la tiene grande.

¡No me busquen! Juro que estaré bien y si muero mañana, tengan por seguro que lo hice con una sonrisa en el rostro después de haber hecho lo que más me gusta en la vida…: comer chocolates a mitad de precio.

Si pensaron otra cosa, así tendrán la conciencia, ¡puercos!

¡Los amo mil!

P.D: Levi, me robé las flores que le compraste a Zeke, que son las que me dará Erwin al ir por mí y tener una cita. Hay que cuidar el medio ambiente y reciclar está de moda. Las que sobrevivan se las regreso el lunes.

¡Feliz San Valentín! 💕

No lo negaré, Hange soy yo este día. No soy anti romántica, pero solo a algunas personas les creo cuando celebran la fecha y quiénes son los que solo son pantallas de humo que buscan quedar bien.

Ya saben, soy multiship y el Zevi es un amor oculto, que si bien no es OTP, me gusta muchísimo.

Gracias a Averdia por betear el capítulo, sé que fué un trabajo doloroso 😝

¡Muchas gracias por leer!

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