Rotten Apple

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Ra's era uno de esos hombres hechos a la antigua. Estaba a mediados de sus 50's y seguía viéndose imponente. Las canas que habían comenzado a aparecer por aquí y por allá no habían minimizado su presencia, le habían dado un toque de sabiduría que de por si poseía.

Tenía un imperio financiero en buena parte del oriente, que ayudó a que pudiera introducirse sin mayores problemas al mercado occidental inmediatamente la globalización, el mercado y un par de sobornos se lo permitieron.

Además, tenía una gran manada. Tres hijas. Varios nietos. Dos mujeres omega que pasaron por sus brazos y trágicamente perdió. Y bueno, muchos, muchos alfas y betas que obedecían sin dudar al que claramente era uno de los hombres más poderosos del mundo.

A diferencia de algunos empresarios como Bruce Wayne y Lex Luthor, él carecía de ese encanto frente a los medios y el público que ellos denotaban. No era grosero, pero no iba presumiendo en cada noticiero y evento lo que lograba y lo que planeaba lograr. Para esas cosas eran mejores sus hijas. Él era un hombre ocupado, con obligaciones mayores que sonreírle a las cámaras. Su manada y su imperio eran mucho más importantes. Eso es lo que un alfa debe de hacer. Ser fuerte, poderoso, asertivo. Esos niños sólo perdían el tiempo.

Nunca, en todas sus décadas había faltado a ello: sus creencias en los papeles que cada uno de los miembros de esta sociedad tenían. Los alfas de sostener. Los omegas de procrear. Los betas de mediar a la sociedad. Cumplía el rol de su género y miraba con desprecio a cualquiera que hiciera lo contrario. Alfas bajando la cabeza, sumisos. Omegas peleando como si no supieran lo que son. Claro que algunos eran inteligentes, ¡Pero pensar que podrían sobrevivir por ellos mismos! Impensable.

Nadie había podido cambiar su opinión al respecto.

Hasta que llegó ese hermoso cuerpo desnudo frente a él.

Enredado en las sábanas de seda verde, su piel era tan blanca como la nieve. A Ra's le gustaba, porque eso hacía que cada mordida, beso y rasguño perdurara mucho más. Sus cabello era tan negro, que contrastaba dulcemente con su piel. Y ni hablar de sus tupidas pestañas, escondiendo un par de ojos azules que lo miraban directamente, con la respiración agitada y las pupilas dilatadas. Estuvo casado, dos veces, y aún así, nunca había tenido una imagen tan hermosa como esta.

Se recostó a su lado, también sintiendo el corazón agitado y observando los detalles dorados del techo por algunos segundos, antes de volver su mirada a su acompañante, que se removía entre las sábanas, aún preso del placer que los buenos orgasmos provocan.

El chico se acomodó en la almohada, de lado, recogiendo un tanto sus piernas, y en cuanto pudo enfocar mejor, le sonrió coqueto. Hermoso... tan hermoso...

Timothy Jackson Drake. Ese era el nombre de su perdición. Cuando Bruce Wayne dio la noticia que dejaría a cargo de la empresa a su hijo de apenas veintitantos años, Ra's tuvo que sonreír. Otro alfa que prefería las fiestas y las mujeres, seguramente. Uno aún más joven, por lo que sería fácil de manipular a diferencia de su ex yerno. Sólo debía esperar a que cometiera un error y en cuanto se encontrara en la primera encrucijada, Ra's estaría ahí, con su empresa, tendiéndole una mano que lo dirigiera a una trampa. Las empresas Al Ghul eran muy grandes, pero si absorbían a Wayne Industries, incluso Lex Corp tendría problemas para competir con ellos.

Tenía que darle méritos a Drake. Los meses pasaron, y no sólo se mantuvo a flote, la empresa comenzó a florecer en campos que Bruce nunca había explorado, golpeando los negocios de Al Ghul en el proceso. Comenzó a sentir cierto rencor por el joven alfa al notar que la oportunidad de manipularlo se iba escapando de sus manos. Era peligroso. Tenía que hacer algo para frenarlo, o al menos recuperar algo del terreno perdido.

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