~Narradora~Tic Tac... Tic Tac... Tic...
El sonido de las manecillas lo estaba volviendo loco, el té no era lo suficientemente caliente y el aroma a cigarro era repugnante. El rubio observó por quinta vez al viejo que leía el periódico mientras que salían pequeñas figuritas de humo de sus labios cuando abría la boca.
—Se paciente Meliodas, ella ya no tarda en salir —pronunció sin apartar la mirada del periódico.
El muchacho de hebras rubias soltó un pequeño suspiro, y en mucho tiempo de espera, por primera vez dio un sorbo a su té, y... ¡Era malísimo! Era agua con color, jamás había probado un té tan malo. No. Jamás había probado una bebida caliente tan mala. El mal color de la hierba hacía juego con el lugar; un verde casi sin color adornaba las paredes, mientras que la temperatura y el ambiente eran iguales, fríos, las grandes lámparas que colgaban del techo se veían reflejadas en el agua, las mesas y los muebles eran tan oscuros como el color de la taza.
En cuanto Meliodas probó el té decidió que no quería más, dejó su taza en la mesa y puso atención en el periódico de su futuro suegro, el rubio rodó los ojos cuando vio el título de éste: <<¿Amor o actuación? ¿Liz Danafall, futura esposa de los Demon?>>. Habían pasado solamente dos meses desde su compromiso y ahora todo Londres sabia de aquel, no pudo evitar formar una mueca con sus labios. Ni siquiera él sabía si la amaba o no, ella siempre estuvo con él desde pequeños, porque, normalmente los Nobles se tienen que casar con otros nobles, desde que tenía memoria lo habían educado para que la amara algún día y así, aceptar su compromiso. Eso lo hacía enfurecer. Recordar cada momento junto a ella lo hacía dudar de si mismo, de quien en verdad era, de a quien amaba con el corazón.
Meliodas no estaba seguro, pero parecía que cuando el reloj marcó justo las diez de la noche la puerta se abrió. Había sido una sensación de satisfacción por al fin poder salir de ahí, y en cuanto la vio, se asombró. Esa noche estaba deslumbrante con un bello y ostentoso vestido rojo que llevaba detalles en dorado, con una gran falda de la cintura hacia abajo, por otro lado, tenía un generoso escote que mostraba gran parte del pecho con una cinta de seda en el cuello para remarcar su forma. El vestido era de manga muy corta pero ella llevaba las manos enfundadas en guantes de seda roja y un abrigo de piel de un color marfil. Todo parecía estar combinando con su cabello rojo que estaba acomodado como de costumbre, sólo que está vez iba adornado con un broche blanco que le favorecía a su piel.
—Lamentó la tardanza, Meliodas —dijo mientras sonreía tiernamente.
—No te preocupes Liz, te ves asombrosa —está vez ambos se dirigieron una sonrisa. La fémina se acercó hasta él, entrelazando su brazo en el de él.
—¿Nos vamos? He tardado mucho en arreglarme y no quiero perderme el baile...
—Aún no —interrumpió el viejo, quien por fin había despegado su vista del periódico—. El carruaje llega en unos minutos, ademas... quiero advertirles algo.
—¿Qué cosa, señor? —cuestionó el rubio interesado.
—Los Goddess... ellos estarán en el baile.
Apenas pronunció esas palabras, Meliodas se puso pálido. Ahora si estaba nervioso. La última vez que habían estado con ellos todo había resultado un desastre; humillación, un brazo roto y miradas llenas de odio. De pronto intento poner excusas tontamente para no ir a ese baile, porque, sabía que los Goddess y él armarían un pleito. Pero nada le funciono para salir de ahí, ni siquiera decir que tenía trabajo, pues ambos Danafall sabían que era una gran mentira.
—Entonces puedo encargarte a mi hija ¿No es cierto Meliodas? —cuestionó el padre de la pelirroja con una mirada fría, sus oscuras pestañas hacían juego con el color de sus ojos, cafés... casi negros. Su boca no era más que una línea recta. Sin duda una expresión que intimidaba a cualquiera, Meliodas sentía esa presión, pero nunca se dejaba intimidar por nadie.
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Una flor para un demonio
RomanceSer incapaz de sentir otra cosa más que miedo; esa era la vida de Elizabeth Goddess. Tras contraer un matrimonio forzado, Elizabeth es corrompida por su esposo Mael, el patán que odia ser amable. La familia Goddess y los Demon usan sus bienes para...