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Hace frío...
Me estoy congelando aquí dentro.
El coche iba a una velocidad moderada, por una carretera helada y bañada por la niebla. El frío es demasiado intenso, pero parece que al conductor no le importa... ¿Acaso está LOCO?
A mí sí que me importa, para una chica de 17 años que lleva ropa de andar por casa, es más importante el hecho de que la temperatura ronde los cinco o cuatro grados dentro del coche...
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No sé adónde me llevan, bueno... En realidad sí lo sé, pero no estoy segura de a qué sitio en concreto, lo que está claro es que hemos salido de la ciudad... Hace un rato ya.
Joder... que frío hace... —dije en voz baja.
Mi único acompañante en este viaje se enteró y muy descaradamente me dijo:
Lo siento, la calefacción está estropeada, te tendrás que aguantar hasta que lleguemos.
Lo miré mal, y a través del retrovisor pudo ver mi cara, admito que daba un poco de miedo, sólo un poco nada más. El conductor apartó la mirada del retrovisor enseguida. Me sentí muy tentada a seguir mirando durante todo el viaje, pero que queréis que os diga, me daba bastante pereza hacerlo.
...
No tengo ninguna intención de seguir viva, aprovecharé cada oportunidad que tenga, lo juraría de no ser porque no me queda nada por lo que jurar... Bueno sí, mi vida, pero ya veis el aprecio que le tengo. Sé que hay mil maneras de acabar con todo en ese lugar, también sé que intentarán retrasar lo inevitable... Son estúpidos en realidad, y malas personas, ¿por qué no me dejan decidir sobre mi propio destino?
Ya casi hemos llegado —dice el sinvergüenza del conductor, que ojalá se muera.
Pff, en fin... Si me van a llevar a un sitio tan decadente como lo es un hospital mental, ¿por qué no me llevan directamente al cementerio? Prefiero eso mil veces antes que seguir respirando.
Escuché a los médicos del hospital general, hablar de este nuevo modelo experimental de manicomio, de cárcel para locos, en el fondo tengo miedo de averiguar en qué consiste, no quiero estar atada a una cama durante uno de mis arranques...
Sólo...
Quiero ser libre.
¡...!
Se me olvidaba... Tengo un trozo de cristal roto, lo cogí en el último momento...
...
Lentamente... Bajo la mano y la meto en mi bolsillo... Ahí está, paso la yema de los dedos por sus deliciosos bordes... Y las aprieto contra uno de sus picos...
Me está entrando la risa... Me tengo que relajar, ahora no toca ya encontraré el momento... Retiro la mano de mi bolsillo, no me he hecho sangre... Normalmente me enfadaría por eso, pero me conviene no hacerme nada... De momento...
El corazón me va a mil, es lo que tiene que pasar, me emociono bastante cuando sé que voy a hacerme daño, recuerdo que un día me mareé por la pérdida de sangre... Y el ataque de risa.
¿Qué estás haciendo niña? —dijo el malnacido moviendo el retrovisor para que me refleje.
¡Ni se te ocurra planear nada! —exclamó.
El asqueroso dio un volantazo y el coche se movió repentinamente, dándome un susto de muerte, sabe perfectamente que es un trauma, lo sabe perfectamente y aun así...