Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 1

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❝Cuanto daño han hecho las películas americanas❞ pensé, mientras observaba el percal que se había montado en tan solo unos minutos.
Nos había parecido buena idea imitar el clásico inicio de una banda de rock empezando a ensayar en la cochera: eso, al menos en la gran pantalla, siempre terminaba con el éxito encima de los escenarios. Claro que los garajes que ellos mostraban eran amplios y espaciosos... algo a lo que podría aspirar el de mi casa de no ser por toda la chatarra que almacena dentro.

-Tío, ¿por qué cojones tenéis aquí una televisión de 1844?- Me preguntaba Nathan mirando todos los objetos apilados en una esquina.

-La televisión surgió en 1926.- Apuntillaba Lissandro como buen sabelotodo.- Esa de ahí como mucho será de los setenta, ochenta más bien.

-Qué más da joder, es una expresión de hablar.

-Se dice "expresión" a secas o "manera de hablar". La mezcla que has hecho queda muy redundante.- Lo volvía a corregir con retintín.

Y ahí mi cerebro se desconectó antes de verse atrapado en una de sus (aunque divertidas) largas discusiones; Nathan y Lissandro eran la prueba viviente de que el gato y el perro pueden ser amigos a su manera. Una manera muy peculiar, todo sea dicho de paso.
A Lissandro lo conozco desde que éramos unos mocos. Nuestras madres siempre habían sido amigas íntimas y eso hizo que nos viéramos el careto durante la mayoría de días de nuestra tierna infancia, casi como hermanos gemelos si él no fuera un asqueroso rubio de ojos azules y yo un típico castaño de ojos café. Por otra parte Nathan, moreno de ojos verdes porque el cabrón había chupado más sol que nosotros dos, llegó a nuestras vidas más tarde. No fue hasta descubrir que compartíamos los mismos gustos musicales cuando nos volvimos inseparables. De hecho, fuimos un paso más allá.
Comenzamos a fantasear juntos con la idea de formar nuestra propia banda e ir de gira mundial dando conciertos por todas partes, incluso nos interesamos por los instrumentos y finalmente por las clases de canto. Tal vez fue ese conjunto de cosas lo que nos llevó a que (un buen día a los 19 años) metiéramos una batería de tamaño considerable en el garaje enano de mi padre quedando apretujados. Y por si fuera poco los ensayos solo fueron a peor ya que dejamos la puerta abierta a la calle para ganar algo más de espacio.
Así fue como se nos coló el perro yorkshire de la vecina en mitad de una canción; a Lissandro se le escapó de la mano una de sus baquetas dándole en la cabeza al cartero y una señora mayor que pasaba por allí nos llamó delincuentes por supuesta alteración del orden público. Todo un espectáculo únicamente aplaudido por mi madre cuando nos trajo algo de comer.

-Marshall.- Me llamaría Nathan después de un largo rato en el que estuve mirando a la televisión vieja de mi abuela.- ¿Nos estás escuchando?

-Emh... no.

-Ni falta de que lo jures, eso era una pregunta retórica.- Dijo Lissandro poniéndome su teléfono en la cara.- ¡Mira esto!

Tuve que echarme un poco hacia atrás para ver que mostraba un post publicitario de Instagram en el que se anunciaba lo que iba a ser el evento del mes.

-¡Este año Sunset Festival se celebra en nuestra ciudad!

No me lo podía creer; le arrebaté el teléfono de las manos y comencé a leer la publicación como si me fuera la vida en ello. Sunset Festival es uno de los más afamados festivales de música por su peculiaridad: nunca se celebra en el mismo sitio. Todos los años va rotando, yendo de ciudad en ciudad y de país a país siendo conocido a nivel mundial por eso. ¡Era todo un milagro que se fuera a asentar en nuestra ciudad, un punto muy diminuto de un planeta enorme! Y es que durante el año hay cinco festividades más importantes entre todas las demás: Carnaval, Semana Santa, Sunset Festival, Halloween y Navidad.

-No solo eso.- Noté como Nathan intentaba contener la emoción de su voz.- Van a hacer un concurso... ¡Buscan jóvenes talentos! ¡Grupos amateur!

-Los ganadores harán de teloneros a las bandas principales.- Añadía Lissandro con una gran sonrisa.- ¡Tocaríamos en el mismo escenario que nuestros ídolos!

-Si ganamos puede que hasta lleguemos a hablar con ellos... ¡A compartir camerinos!

Solo pude recibir tanta información de golpe con una sonrisa boba, imaginándonos dando un primer concierto ante de miles de personas. Ya podía oír a la gente aclamar nuestros nombres y aplaudir nuestras actuaciones, pidiendo más canciones...

-¿Y cuáles son las bases de ese concurso?- Pregunté, embrujado por el optimismo del momento.

-Tendríamos que grabar un vídeo introductorio sobre nosotros mismos y la banda, además de tocar juntos. Se aceptan covers siempre que tengan un estilo propio y las composiciones originales se valorarán más. El plazo termina en un mes.- Respondía Nathan a la vez que leía la publicación.

Asentí con la cabeza mientras en mi mente maquinaba cómo íbamos a hacerlo. Así de primeras no parecía ser una tarea difícil y estaba seguro de que no iba a participar mucha gente, por lo que tendríamos varias posibilidades de ganar. Solo necesité mirar a los otros dos para saber que ellos también se imaginaban el calor de los focos sobre su piel, lo que me llevó a golpear uno de los platillos de la batería y alzar la voz.

-¡Decidido!

Y como si hubiéramos estado ensayando aquel momento durante mucho tiempo, los tres exclamamos a la vez sin haberlo acordado:

-¡Sunset Festival, allá te vamos!

𝐒𝐮𝐧𝐬𝐞𝐭 𝐅𝐞𝐬𝐭𝐢𝐯𝐚𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora