El sonido de las sirenas de los vehículos de emergencia resonaba por varios distritos de la ciudad capital de la República Galáctica. Las llamas cubrían más de un centenar de edificios, mientras que el humo y las cenizas oscurecieron el mismo Templo Jedi. Los gritos de auxilio, dolor y agonía se extendían por toda la zona como una canción fúnebre.
Pero entre todo aquello se podía ver a un niño pelirrojo caminar por un pasillo, viendo decenas de cuerpos carbonizados en mitad del pasillo o dentro de los apartamentos. En un momento tropezó para caer de bruces sobre el suelo laminado, cuando abrió los ojos vio de frente como un hombre trataba de salvar a una mujer Twi'lek de piel verdosa para acabar siendo aplastados por una viga de metal. Las llamas se vieron reflejadas en los iris de color bronce del infante a la vez que apretaba los dientes y se levantaba del suelo. Una vez en pie dejó salir las lágrimas de terror mientras seguía avanzando mientras gimoteaba.
- Oye, si sigues, llegaras al infierno. - Una voz grave y madura resonó en la cabeza del infante. - ¿Seguirás avanzado, aunque tu vida se vuelva mecánica? - Entre los escombros y las llamas se veía la figura de un hombre mirándolo avanzar. - Aunque el mundo cambie tu hipocresía acabará condenando te Shirou Emiya. Abandona tu camino o el mundo te abandonará.
El joven no se dio la vuelta en ningún momento, caminando como un muerto viviente por un pasillo plagado de fuego y muerte. Sin esperar a nada solo camino hasta que cayó entre los escombros. Podía ver con claridad como las colosales torres de viviendas se hacían cada vez más altas, coloreadas con esas tonalidades blancas y anaranjadas, de una forma lenta. Como si su mente se hubiese pausado, perdió la noción de por cuánto tiempo había estado cayendo, pero volvió a la realidad cuando vio los ojos castaños de una Tugruta de piel rojiza. Esta se encontraba acunándolo en sus brazos mientras un hombre de piel oscura y calvo tenía ambos brazos alzados y para sorpresa se encontraba sosteniendo en el aire un gran fragmento de estructura.
- Shaak Ti, sácalo de aquí. - La voz del hombre era gruesa y gruñona mientras más escombros caían y se detenían con dificultad - No podemos hacer mucho más, debemos irnos ahora.
Los ojos de Shirou se centraron en aquellos escombros flotantes mientras alzaba uno de sus brazos con la mano abierta frenando los escombros en seco e incluso forzándolos a volver por donde vinieron. Este suceso atrajo la atención de ambos adultos hacía el infante pelirrojo, quien no duro mucho antes de caer inconsciente.
En su mente un enorme páramo se abrió ante él, hasta donde llegaba la mirada todo estaba cubierto de arena. Camino durante lo que le pareció horas mientras observaba como el paisaje árido se iba llenando lentamente con armas clavadas en el suelo. Mientras más avanzaba más armas iba descubriendo hasta que llego al punto donde las armas llegaban hasta más allá del horizonte ocultando la misma arena, pero su atención se centró en un par de espadas curvas de color blanco y negro. Lentamente se acercó a ambas espadas hasta que sus pequeñas manos tocaron sus empuñaduras sintió una extraña sensación de calidez penetro por sus manos hasta llegar a sus hombros, aquella sensación se transformó suavemente en añoranza de unos buenos tiempos. La mente del pelirrojo se fue llenando con decenas de millones de historias, historias de héroes salvando a su gente para acabar cayendo sin lograr disfrutar de sus días de descanso, "El Sabueso de Chuliang", o siendo traicionados por sus camaradas. Historias de villanos sin parangón de maldad pura, alguno portando el título de "Todos los males del mundo", "La Bruja Dragón" o "Barba azul", mientras que otros fueron obligados por las acciones de otros, "La bruja de la Colquida" o "El caballero de la Traición".
Sus broncíneos ojos escrutaron el horizonte hasta que se detuvieron en la figura de un hombre de unos veinte y tantos años, quien se encontraba sentado con la espalda encorvada a la vez que posaba sus codos sobre sus rodillas. Poseía un cabello blanco y ojos grisáceos, junto a un tono de piel bronceado. Vestía una armadura de cuerpo completo negra consistiendo en un peto ajustado sin mangas con una placa metálica a la altura del cuello, y pantalones negros con correas en los muslos, y otro par de correas en las canillas. Unas botas con placas metálicas negras, que parecen estar unidas a sus pantalones ocultaban sus pies. - Te dije que no siguieses ese camino. - La misma voz que se alzó entre las llamas resonó en el paraje mientras aquellos ojos grises se clavaban en la figura del infante, mientras que por su parte su cuerpo empezó a llenarse de espadas, flechas, lanzas y dagas. Esto le dio la imagen de ser un alfiletero humano. - Pero aún no está todo perdido... Y antes de que empieces a hacer preguntas mocoso, este mundo es el reflejo de tu alma puedes usarlo para entrenar o para pasar el rato. Realmente me da igual para que lo uses, solo no te conviertas en lo mismo que yo y de paso despierta. Tienes a varias personas intentando despertarte. - Y en un simple parpadeo, mucho antes de que los labios del infante se moviesen todo se cubrió de oscuridad.
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Relatos de la fuerza
FanfictionCruzando un infierno de fuego y acero, un niño pelirrojo con el deseo de volverse un héroe camina entre la vida y la muerte. Acogido en un templo de defensores de la paz, entrenado en los caminos del misticismo de la orden. Sin conocer lo ganado, lo...