Capítulo 8

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Aria

12 de Enero – 10:05 AM

Liyue – Habitáculo de cuidados críticos

Al principio, no veía nada más que sombras y luces, borrones que se movían ante mis ojos de forma interminable. Me sentía mareada y perdida, pero, sobre todo, muy cansada. Mi cuerpo se sentía como una losa de piedra.

Aparte de aquel cansancio, lo primero que percibí en mi piel fue una presión en mi mandíbula que no tardé en identificar como una mascarilla. Y, tras un largo tiempo de lucha por regresar a mi visión la nitidez, lo primero que vi... fue a Albedo.

-Albedo: ¡Aria, al fin has despertado! –gritó. Sus ojos azules se veían al borde de las lágrimas.

En aquel momento no pensé en lo que ocurrió en aquella tienda. Me alegró verlo una vez más y, aunque sonase horrible, con todas aquellas emociones tan visibles en su rostro. En pocas ocasiones tenía la oportunidad de que Albedo mostrase su afecto hacia mí, así que aquella enorme preocupación y alegría que exhibía eran como una ducha de satisfacción.

-Aria: Al... -musité con dificultad. Una sábana me cubría hasta la altura del pecho, pero mantenía los brazos fuera. Tenían inyectado suero en una vena de mi mano.

Traté de levantar el brazo para acariciar sus mejillas, pero me fue imposible. Apenas pude elevarlo unos centímetros de aquella blanquecina cama. No obstante, él se dio cuenta de mis intenciones y cumplió mi deseo: tomó mi mano y la posó en su rostro.

"Qué ojos tan hermosos...", pensé, hechizada. "Ese azul que contemplaba en su mirada era como contemplar el mismo cielo", fue lo primero que pensé al conocerlo de niños y lo primero que pensé al despertar aquel día, probablemente tras una larga y difícil recuperación.

-Albedo: parece que ya ha pasado lo peor –tras un hondo gesto de alivio, él de nuevo volvió a controlar sus emociones y regresó a su estado de impasibilidad.

Devolvió mi mano a la cama.

Alguien abrió la puerta de par en par y se acercó a la cama. Debió escuchar a Albedo hablar.

-Tartaglia: ¡nos has pegado un buen susto! –corrió a mi encuentro de forma desesperada. Casi se le cae aquella máscara roja dada la rapidez de sus pasos, los cuales hicieron eco en aquel pequeño cuarto de hormigón.

Entonces yo misma fui testigo de una atroz mirada, que fue dirigida desde mi hermano hasta Tartaglia. Aquello sólo podía ser verdadero odio. Y no podía comprender de dónde había nacido.

-Tartaglia: ¡Calma, cuñado! –aquel término pareció elevar aún más el enfado de Albedo-. Sabes que me he encargado en todo momento de que tenga la mejor asistencia –intentó manejar la situación como podía. No obstante, pese a su habitual seguridad, ahora estaba un poco nervioso. Al fin y al cabo, no parecía el encuentro familiar más adecuado-. Por supuesto, tus compuestos ayudaron a su recuperación y yo lo...

Albedo lo interrumpió.

-Albedo: ha sido tu culpa que casi la maten en primer lugar –acusó él sin ningún tipo de diplomacia, aquella que tanto me había esforzado en enseñarle con los años.

Tartaglia sudaba. Él hubiera deseado iniciar una mejor relación con su cuñado. A diferencia de él, yo me llevaba a las mil maravillas con el mío.

-Tartaglia: juro que la protegeré y que no volverá a ocurrir –miró fijamente a Al y su semblante se tornó serio, lo cual era bastante sorprendente en él.

Mi hermano cruzó sus brazos.

-Albedo: tus palabras no valen nada –no había forma de detener su enfado. Parecía estar cerca de abalanzarse sobre él en cualquier momento. Y yo, estaba ahí, en una cama, sin poder hacer nada.

El Pecado del Alquimista [+18] (Genshin Impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora