PROLOGO

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Suavemente separo sus parpados y con extrañeza sus ojos reflejaron un claro rojizo particularmente hermoso, sin entender aun nada, recostado giro la cabeza con lentitud, parecía adolorido, el hombre se quejaba en cada movimiento — ¿Qué?... este... ¿Qué es este lugar? —

Sus débiles intentos de expresar en palabras lo tan sorprendido que estaba tras observar un enorme paisaje desolado se vieron cortadas para que con una sola palabra describiera su opinión por el lugar que lo rodeaba —... hermoso... —

Tanto el extraño cielo que lo cubría como ese árido y solitario lugar era francamente hermoso, esa era su primera impresión.

ningún sonido llegaba a escucharse, el silencio era tan profundo que el hombre tirado en la nada podía escuchar con suma claridad cada uno de sus latidos.

Ni siquiera el canto de un insecto llegaba a sus oídos, nada, el desesperante ruido de la nada, el vacío podía volver loco a cualquiera, sin embargo, el hombre solo mantenía la mirada al horizonte maravillado.

— no sé qué está pasando... pero, podría quedarme observando esta hermosa vista toda la vida —

encantado con el lugar que le rodeaba aquel hombre cambio la dirección de su vista reflejando una vez más dentro de sus ojos el claro rojizo que lo cubría, un cielo sin estrellas que parecía infinito. Antes de quedar embelesado por ese cielo también, su mano cubrió parcialmente su vista así mientras la miraba libero sus pensamientos en palabras — ¿Dónde estoy?... ¿Por qué estoy aquí?... — sin aliento tras expresar sus dudas ante la situación, el hombre, apoyó todo su peso así comenzando a levantarse. Era claro que su cuerpo le pesaba, cada movimiento que realizaban sus músculos parecía doler, sus muecas y quejas lo demostraban.

Pese a las dificultades que mostraba, aquel hombre logro reincorporarse. Así la silueta delgada se vio inmersa en un sistema montañoso con una extensión que como la del cielo parecía interminable.

Los ojos del hombre se expandieron llenos de curiosidad y antes de poder gastar la poca saliva que reservaba en su reseca boca un destello ilumino su rostro.

— Pero... ¿Qué es... eso? — protegiendo su vista de la luz cubrió su rostro con su mano derecha, sin embargo, su curiosidad fue mayor que la precaución.

Si el cielo ya era lo bastante extraño, lo que acababa de presenciar era inaudito, un atardecer como ningún otro. Un sol tan enorme tan incandescente absorbía el cielo rojizo cambiando su tonalidad a un claro violeta.

Una enorme gama de colores iluminaba sus pupilas el hermoso espectáculo que presenciaba ahora despertaba una sonrisa en el hombre de aspecto desecho.

— Este lugar... — como si ese espectáculo natural lo hubiese revitalizado, aquel hombre frente comenzó a hablar lleno de euforia.

— este lugar... este lugar ... ¡este lugar es solo mío! 

Con dedicatoria Especial Para Liz el amor de mi vida


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