Capítulo 1 - Un lugar favorito.

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Brian era un niño de tan sólo once años que vivía en Brookdale, un pequeño pueblo a las afueras de Nueva York. Allí el clima era más bien frío sin depender de las cuatro estaciones del año.

Aquella mañana de otoño, sin embargo, hacía un sol despampanante. Brian se levantaba de la cama a las 8 de la mañana para ir al colegio (sin faltar a su ritual apoyó antes el pie derecho para que el día fluyera sin problemas) cogió sus gafas de su mesilla de noche y se fue directamente al baño; cerró las palmas de las manos, las llenó de agua y salpicó su cara suavemente. Se dirigió a aquel armario viejo y cogió del primer cajón una sudadera de color roja y unos pantalones de chándal de color azul oscuro. Poniéndose aún los zapatos, llegó el bus escolar a la puerta de su casa.

- ¡Hijo, el bus, lo vas a perder cariño! - dijo la madre con tono agradable y preocupado a la vez.

- ¡Ya voy! ¡Me pongo los zapatos y bajo volando mamá! - contestó Brian un poco a voz baja y a sabiendas de que no le iba a dar tiempo coger el bus.

El bus finalmente se fué sin Brian. Se sentó en el borde de la acera y por un momento se sintió culpable  de no ir al colegio ya que como todo chico a su edad, era un lugar muy importante para su infancia donde culturizarse como persona y aprender lo necesario para ser "alguien" en la sociedad. Por otra parte, se libraba de sus compañeros de clase que día tras día le hacían bromas pesadas y crueles, pero en el fondo no eran malos chicos, o eso pensaba Brian, que no les guardaba rencor alguno a pesar de el mal hacer de sus compañeros de clase.

Brian decidió no volver a entrar en casa. Su madre, al ver que no iba ese día al colegio, se enfadaría muchísimo y no era cuestión de irrumpír la paz de su madre por aquel despiste. Así que con mucho cuidado, sin que su madre lo viera desde la ventana, cogió su bicicleta Mbike (por aquel entonces una marca muy reconocida a nivel mundial por su seguridad y fiabilidad) inició rumbo a casa de sus abuelos.

Los abuelos por parte de madre, Emma y Charlie, vivían en una aldea a varios kilómetros de donde se encontraba la casa de su nieto.

Stena era una aldea con muy pocos habitantes, si acaso llegaban a los doscientos, donde la mayoría de las personas que vivían allí rondaba la edad de los setenta años en adelante.

Brian acostumbraba ir por un camino que le llevaba prácticamente a la entrada de la aldea y que a toda velocidad transitaba con su bicicleta mientras el viento golpeaba su cara, e imaginaba que estaba en una carrera de motos y era la última vuelta, tenía que ser el campeón. En apenas quince minutos llegó a casa de sus abuelos, llamó a la puerta y en unos segundos abrió la puerta su abuelo:

- ¡Oh, mi querido Brian, que alegría verte! ¿No deberías estar en colegio? - preguntó Charlie con cierta curiosidad.

- Tranquilo abuelo, he venido porque he perdido el bus del cole y ya sabes que aprovecho la mínima para venir a veros a ti y a la abuela - contestó Brian intentando evadir la pregunta de su abuelo.

- ¿Y mamá lo sabe? - preguntó Charlie levantando una ceja.

- No, pero para eso estás tu ¿verdad abuelo? - exclamó Brian con cara sonriente y tono sagaz.

- ¡Anda ven y abraza a tu abuelo! ¡Si no quieres que se lo diga a tu madre! - exclamó Charlie con mucho afecto a su nieto y dejando ver totalmente el cariño que le tenía.

Brian abrazó a su abuelo a la misma vez que este se inclinaba para darle un beso en la mejilla.

- ¿Y la abuela, dónde está? - preguntó Brian, mientras se dirigía decidido a la cocina.

- Ha ido al pueblo a hacer algunos recados que tenía pendientes de el lunes pasado. ¿Quieres que te haga algo de comer? - dijo Charlie mientras se sentaba en el sillón del salón, que al resonar los muelles ya se sabía aproximademente la edad que tenían aquellos.

- ¡Tranquilo abuelo!, pillo un par de galletas de la abuela. - contesto Brian mientras metía la mano en el tarro de plástico que tenía su abuela al lado del fregadero y etiquetado como "Cookies" con un pósit en amarillo y letras negras que destacaban sobre el papel.

- ¡Ahora vuelvo, voy a dar una vuelta por aquí cerca de la aldea! - exclamó Brian mientras se disponía a salir por la puerta.

- ¡Ten cuidado y no te entretengas mucho!  - respondió Charlie con tranquilidad y confiando plenamente en su nieto mientras encendía el televisor y se relajaba en el sofá.

- ¡A la hora del amuerzo estoy aquí, tranquilo "viejete"! - exclamó Brian con un tono guasón  mientras salía por la puerta y se colocaba bien las asas de la mochila.

A Brian le gustaba ir a indagar por el bosque Dentree que estaba a poco menos de cien pasos de la aldea. Ya había recorrido una gran parte de ese bosque.

Caminaba por allí sin preocupaciones, sin nada que alborotara su mente. Solía sentarse a la sombra de un viejo olmo, cuyas hojas caían mientras él, apoyado sobre el tronco del viejo árbol, las veía caer sin ningún tipo de desidia. Cuando en el reloj pasaban horas a él le parecían segundos. A veces hacía sus deberes, otras leía algún que otro libro o simplemente se dejaba caer entre las hierbas y dejaba que su imaginación hiciera sola el trabajo.

Después de unas horas y aún quedando dos horas para el almuerzo, Brian se levantó y cogió su mochila decidiendo irse de vuelta a casa de sus abuelos a paso relajado, ya que le daría tiempo de llegar perfectamente y estar puntual para comer. Decidió coger una ruta algo más larga, extraviándose de la habitual...

Brian iba caminando, tranquilo, apaciguado, cuando de pronto se percató de algo que jamás vió por allí. Aquel bosque que tanto había indagado y que tanto tiempo llevaba explorando, dejó de ser conocido para él. Detrás de unos arbustos y a poco menos de treinta pasos encontró una casa abandonada, que a pesar de las largas caminatas que se daba nunca se percató de ella.

De aspecto muy descuidado, en los extremos de la pared de la entrada colgaba dos lámparas antiguas de queroseno que se notaba a simple vista que estaban de aspecto deficiente del mucho uso que le habrían dado. El tejado de la casa estaba muy deteriorado y faltaban muchas tejas.

Sin hacer mucho ruído y con cierto respeto y temor, Brian se asomó por una pequeña ventanita de cristal que la puerta tenía en la parte central. Tenía un pequeño agujero en el cristal y decidió asomarse por ahí para ver mejor y tener una imagen más nítida. Al poner su ojo sobre el orifício, este le mostraba una casa con claros signos de dejadez y suciedad. Se podía ver al fondo cuadros con retratos antiguos, sillas rotas que le faltaban unas de sus patas, un viejo sillón de aparentemente marrón y que ya ni se podía distinguir bien el color, polvo, suciedad, insectos, ratas...

Brian pensó que ni en el más remoto de los casos podría vivir alguien allí. La curiosidad lo mataba lentamente mientras retiraba su vista del agujero de la puerta por el cual había mirado y se veía una cuarta parte del salón de aquella casa. En ese momento escuchó un ruido procedente de una de las ventana de al lado. Ya el miedo le perdía un poco, y decidío alejarse poco a poco de la casa mientras vió moverse descaradamente una de las cortinillas de la ventana a la cuál estaba mirando, mostrándose así un rostro de mujer de aspecto muy envejecido del cual apenas se podía aprecíar los rasgos de su cara, pues iba totalmente de negro y que estuviera detrás de la cortinilla  hacía más difícil aún poder visualizarla bien.

Brian hechó a correr como alma que lleva el diablo dejando atrás aquella vieja y misteriosa casa.

Mientras corría a toda prisa, Brian se preguntaba quién narices era aquella mujer y porqué vivía en esa casa sucía y vieja, a parte de que era imposible vivir en esas condiciones.

Entre el miedo, el susto, y lo rápido que pasó todo, Brian ya no sabía si había visto una mujer, una sombra o fueron imaginaciones suyas.

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⏰ Última actualización: Feb 13, 2015 ⏰

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