Capitulo 1-

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- Mira, hay algo que he aprendido en todos estos años y es que el hambre y la sed te terminan de matar, la soledad te va a quitar el sueño y la oscuridad se llevará la poca cordura que quedará en ese cascarón vacío al que seguiré llamando cuerpo.

Durante todo este tiempo siempre intento estar al pendiente de los días que transcurren, es una tarea bastante difícil, pero no es como si tuviese más que hacer acá ¿no?. Calculo que llevo nueve años, han sido nueve años de una vida de mierda, nueve años viviendo entre la oscuridad, la soledad y las heces de ratas. Lo que hace complicado esto es que vivo en esta habitación cuadrada que no tiene ventanas, ni camas, ni mucho menos baño ¿te imaginas un baño? eso sí que es lujo.

Han sido nueve años de pasar hambre y sentir como el frío del invierno en las noches se incrusta hasta el nervio, extraño un poco ver la luz del Sol o poder mantener una conversación con una persona amigable que quizá intentase ayudarme, tal vez me curaría las heridas y no se llenarían de pus tan seguido. Todo es culpa de los hombres con máscara que trabajan acá, dependiendo de la máscara es el cargo que tienen, si quieres sobrevivir no puedes olvidar esto por nada del mundo, están los doctores que ocupan las máscaras rojas, creo que no debo aclararte quienes son o porque les llamo así, los de la máscara blanca son nuestros guardias que vigilan nuestra habitación todo el día, caminan por los pasillos de toda la instalación y vigilan absolutamente todo sea a través de las cámaras de los pasillos o estando de pie al otro lado de esa gigante puerta que ves, puedes entrar de muchas formas pero jamás saldrás con vida. ¿No es así Sai? ¿recuerdas cuando traté de escapar y casi me matan? estuviste cuidándome y regañándome toda la noche, sí, que buenos tiempos - dice el rubio para luego acomodar su cuerpo en el frío suelo y mirar fijamente el cuerpo desnutrido de Sai.

- ¿Recuerdas cuando golpeaste tu cabeza contra las paredes de nuestro cuarto? Realmente me asustaste ese día, sobre todo cuando caíste inconsciente y...b..ueno ya sabes, t..tu cra..se rompió y..yo. ¡No me digas eso Sai! ¡por tu culpa ahora todo tiene sangre! ¡Por tu culpa ahora estoy solo! ¿¡Por qué lo hiciste!? ¿¡Por qué te mataste Sai!?- Gritaba en dirección a un cadáver de cráneo roto en descomposición que se encuentra apoyado en una de las paredes manchada de sangre, el cadáver de su mejor y único amigo, Sai.

Me toman de los hombros y entierra sus dedos con fuerza en mis huesos, me quieren separar de Sai, de mi amigo Sai

- ¡Eh bastardo, quieto! - gritó un hombre con máscara, por la oscuridad de la habitación no se distingue el color, supongo que es uno de los guardias. Sin soltar a Sai me arrastran hasta fuera de la habitación, lo sé porque las luces blancas del pasillo me deslumbran. El impacto de mi cuerpo contra el suelo me dejó sin aliento, todo me suele Sai

- ¿Suelta ese repugnante cadáver de una puta vez maldito enfermo de mierda! - con una patada me arrebataron a Sai de los brazos y en cámara lenta veo como el bototo del guardia pisa de tal manera el cráneo de mi amigo que explotó. Oh, Sai ¿Por qué no me llevaste contigo?

- Escúchame bien 1590, tienes dos putos segundos para levantarte, cooperar y caminar o lo haremos a la mala y te arrastraré por cada maldito pasillo, escalera y patio con tal de que llegues a la puta sala- es un poco cómico como fingen darme opciones, cuando la verdad es que la desnutrición, heridas y el reciente golpe no me permiten mover con libertad mi cuerpo. Por accidente una pequeña risa se deslizó por mis labios agrietados. En segundos mis pulmones están sin oxígenos, de la nada me ponen boca arriba con la luz blanca cegadora dándome directo a la cara y el guardia sobre mí con sus manos alrededor de mi cuello apretando lentamente. Trato de separarlo con mis manos, rasguño sus manos en un intento inútil de sacar sus manos o alivianar la presión.

- Si no fuese porque me pidieron explícitamente que te quieren con vida en la sala sacaría la navaja de mi bolsillo y empezaría a sacarte el maldito pellejo hasta que mueras ¿Me oíste bien engendro? - dijo a la vez que aprieta más mi cuello.

- Eh, mastodonte. No me meteré en problemas por tu incompetencia, muévete y vamos a la sala o saco mi arma- había olvidado que hay otro guardia presentando todo el acto. El guardia número uno se levanta y permite que vuelva a respirar, solo voy a cerrar los ojos. Siento como ambos guardias me agarran uno de cada brazo y comienza el viaje a mi tortura.

Siento como me llevan a través de los pasillos doblando en uno que otro y subiendo las escaleras, en ocasiones cuando tengo estos lapsos de tiempo libre y tranquilidad mental pienso en mi hermano mayor. Odio admitirlo, pero a veces lo extraño a pesar de que por culpa de él es que estoy acá. No lo culpo del todo porque él fue un niño que cuidaba de otro, ninguno de los dos estaba listo para que la vida nos escupiera en la cara.

Claro que tengo recuerdos muy lindos a pesar de la situación en la que estábamos, recuerdo a la perfección ese día de mi cumpleaños número diez cuando no sé cómo, él pudo regalarme mi primera torta de cumpleaños y...

Ese día estaba sentado en el callejón esperando a que mi hermano, Deidara, llegara. Siempre vivía con el miedo de que mi hermano mayor no regresara, siempre con miedo de que le pudiesen hacer daño o que se perdiese por las grandes calles de la ciudad porque al final del día él seguía siendo un niño de trece años tratando de cuidar a otro niño.

Esa semana, recuerdo que estábamos más cortos de dinero que otros días, Deidara nunca me hablaba sobre sus trabajos y siempre fingía que todo estaba bien, es por eso que jamás había ido al parque de diversiones, si no teníamos para comer menos tendríamos para comprar entradas, pero Deidara llegó esa tarde de mi cumpleaños con una sonrisa en el rostro y me dijo

- ¡Hermanito! cierra los ojos y estira tus manos que te tengo una sorpresa - claramente emocionado hice rápidamente lo pedido. Cuando siento papel en mis manos abro los ojos y veo perfectamente que son dos entradas para el parque de diversiones.

- ¡Sorpresa! - gritó Deidara y me tiré a sus brazos, ese día vería el parque de diversiones por primera vez.

Recuerdo que nos subimos a la montaña rusa y a un juego de las tacitas, así estuvimos mucho tiempo corriendo de juego en juego y riendo con la experiencia, definitivamente ese era el mejor cumpleaños, cuando...

- Hermanito acabo de recordar que necesito ir a casa de un amigo ¿Te molesta si vamos? prometo que será una visita corta - estaba terriblemente cansado, pero aun así acepté, después de todo había sido gracias a él que había pasado el mejor cumpleaños ¿no?

Caminamos en silencio por lo que sentí fueron horas, cuando llegamos estábamos frente a una puerta blanca de una casa enorme, antes de llamar a la puerta mi hermano se agachó a mi altura y me susurró

- No voy a demorar mucho, necesito que seas un buen chico y que no toques nada ¿vale? - me dijo con una sonrisa en el rostro a lo que moví mi cabeza en afirmación. Al llamar a la puerta en cuestión de segundos un señor muy alto nos hizo pasar a lo que sería una sala de estar con decoración muy fina, después de unos minutos por uno de los pasillos aparece un hombre delgado con facciones finas y cabello negro, con voz suave pero firme dice

- Deidara, por favor entra a mi oficina. Necesito hablar en privado - Deidara se levantó del sillón blanco dejándome sentado, antes de marchar me sonríe.

Después de treinta minutos ya estaba preocupado por mi hermano que no volvía y después de veinte minutos sale Deidara afirmándose de una pared y tambaleándose de un lado a otro, abre su boca, pero nada sale de ella. Me acerco corriendo preguntando si está bien con lágrimas en mis ojos, pero Deidara no decía nada, abría su boca, pero no decía nada, de la nada el sujeto alto de la puerta me agarra, tapa mi boca y nariz con un paño blanco. Lucho porque me suelte con las lágrimas borrando mi vista, pero era un niño y jamás ganaría una lucha contra un adulto, lo último que recuerdo es ver cómo le arrojan dinero a mi hermano y la oración

- Lo prometido por el chico, eres un buen muchacho Dei - y después todo se vuelve oscuro. Mi feliz cumpleaños número diez, terminó con mi querido hermano vendiéndome.

- ¡Hijo de perra despierta de una puta vez si no quieres que te haga despertar a golpes! - abro los ojos y....

Continuará

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Mi infierno (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora