SERIAL KILLER SERIES Book II

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¿Cómo eliminar un hombre en 15 días?

Mi trabajo es bastante independiente.

Como especialista en sistemas, puedo ganarme la vida como freelancer o trabajando en relación de dependencia.

Sin embargo, todavía no me he decidido a dar el gran salto a la independencia. Tener un sueldo fijo, y que tus empleadores se preocupen en atraer nuevos clientes; mientras uno sólo debe sentarse y hacer su parte, tiene una ventaja importante para mí, y no me decido a romper el cascarón.

Por supuesto cuando el pico del trabajo llega y los numerosos cambios y la necesidad de trabajar en equipo hace necesario presentarse todos los días en la oficina, esas ventajas empiezan a perder luminosidad.

Y así es precisamente como empezaba mi mañana del lunes; con una reunión por la incorporación de nuevo personal, y la consiguiente necesidad de conocer no sólo a tus nuevos compañeros en un sentido humano, sino saber en qué parte del equipo van a encajar.

Como piezas en un engranaje perfectamente aceitado.

De acuerdo a las necesidades del trabajo y el punto límite de entrega; quizás algunos podían llegar a colaborar con otros.

En cuanto a mí, no suelo ser una persona puntual. Mucho menos cuando no considero que la reunión sea de importancia para realizar mi trabajo.

Y conocer nuevos compañeros está muy por debajo de lo que considero importante.

Decididamente no lo suficientemente importante como para abandonar la cola en el Starbucks para llegar a horario.

Así que, con mi café en mano, entro a la oficina para ver que el lugar fue remodelado. Hacía bastante tiempo que no necesitaba venir personalmente.

Desde la sala de reuniones, y con el teléfono en la oreja, mi jefe me ve entrar y me señala que pase directamente.

Sin tiempo de buscar mi escritorio entro a la sala de reuniones y sí, hay como cinco caras nuevas.

Se puede captar ese nerviosismo de ser el nuevo, estar en exposición y ser juzgado por todos.

Todos exhiben esos nervios menos uno.

Quizás a pesar de no haberlo visto antes, no era una de las nuevas incorporaciones.

Hace un mes que, habiéndome sido asignado un trabajo particular que no requería ninguna interacción de equipo, no veía a mis compañeros de empresa.

Sucede cuando algunos clientes extranjeros piden tratar con alguno de nosotros en particular.

Después de los saludos de rigor, me siento entre la gente que mayormente conozco y sin nada más que hacer mientras esperamos que el jefe termine su llamada, me dedico a estudiar mi entorno y a terminar mi café.

Eso me permite ganar unos minutos antes que alguien, generalmente los de recursos humanos (suspiro exasperado), quieran arrastrarme a una conversación integradora.

Mis ojos, apenas asomándose sobre mi taza de café personalizada, hacen un escaneo sobre los presentes en un movimiento natural.

Pero mi evaluación sufre una interrupción y mi mirada vuelve sobre una imagen que no se condice con el resto.

Prácticamente todos los sonidos de conversaciones superpuestas desaparecen mientras mi atención subrepticiamente estudia a uno de los presentes.

Mi foco toma interés ante el súbito sentimiento de rechazo que me transmite uno de los presentes.

Somos todos de edades aproximadas. Aunque el objeto de mi estudio parece más grande, puede deberse a la aparente falta de higiene personal. Los kilos de más no ayudan para nada, todo lo contrario. Cada movimiento parece mutar en más sudor, su apariencia totalmente desgreñada, acompañada por una barba descuidada.

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