Desperté en el suelo del baño.
Me dolía todo.
Mi boca se sentía como la mierda y sabía peor.
¿Qué demonios pasó anoche?
La última cosa que recordaba era la cuenta hasta cero para la medianoche y la emoción de tener veintiuno, ser legal finalmente.
Había estado bailando con Felix y hablando con algún chico.
Luego.
Bum!
Tequila.
Una línea entera de shots con limón y sal.
Todo lo que había oído de Las Vegas era verdad.
Cosas malas ocurrían aquí, cosas terribles.
Sólo quería hacerme un ovillo y morir.
Dulce bebé Jesús, ¿qué había estado pensando al beber tanto? Gemí e incluso eso hizo que mi cabeza palpitara.
Este dolor no había sido parte del plan.
—¿Estás bien? —preguntó una masculina, profunda y linda voz.
Realmente linda.
Un escalofrío viajó a través de mí a pesar del dolor.
Mi pobre y magullado cuerpo se removió en extraños lugares.
—¿Vas a enfermarte de nuevo? —preguntó.
Oh, no.
Abrí mis ojos y me senté, empujando mi grasoso cabello a un lado.
Su borroso rostro se encontraba demasiado cerca.
Golpeé una mano contra mi boca porque mi aliento tenía que ser horroroso.
—Hola —murmuré.
Lentamente, nadó dentro del foco.
Era macizo, hermoso y extrañamente conocido.
Imposible.
Nunca había conocido a alguien como él.
Parecía estar en sus veintitantos, un hombre, no un chico.
Tenía un largo y oscuro cabello cayendo más allá de sus hombros y patillas.Sus ojos eran de un negro oscuro..
No podían ser reales.
Sinceramente, esos ojos eran una exageración.
Me habría embelesado con ellos perfectamente bien.
Incluso con las deslucidas líneas rojas, eran hermosos.
Tatuajes cubrían totalmente uno de sus brazos y la mitad de su pecho desnudo. Un pájaro negro había sido tatuado en un costado de su cuello, las puntas de sus alas alcanzando la parte trasera de su oreja.
Yo aún llevaba el lindo y subido de tono conjunto blanco de Felix que me había persuadido a llevar.
Había sido un desafío para mí debido a la forma en la que apenas cubría mi pecho.
Pero este hermoso hombre me había ganado con el espectáculo de piel.
Sólo llevaba un par de vaqueros, algún tipo de arañadas botas negras, un par de pequeños pendientes de plata, y un suelto vendaje en su antebrazo.
Esos vaqueros... le quedaban bien.
Caían seductoramente en sus caderas y se ajustaban en todos los sitios correctos.