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Felix se sentó a mi lado en el avión, jugueteando con mi iPhone.

—No entiendo cómo puedes tener tan mal gusto en la música. Hemos sido amigos por años ¿No te he enseñado nada?

—A no tomar tequila.

El rodó los ojos.

Por encima de nuestras cabezas, la señal del cinturón de seguridad se prendió. Una voz educada nos aconsejó que pusiéramos nuestros asientos en posición derecha, ya que aterrizaríamos en unos minutos.

Me tragué los sedimentos de mi horrible café de avión con una mueca.

El hecho era que ninguna cantidad de cafeína me iba a ayudar ese día, la cantidad ni siquiera importaba.

—Hablo muy en serio —dije—. Nunca más voy a poner pie en Nevada, tampoco, por el resto de mi vida.

—Ahora estás exagerando.

—Ni siquiera un poco, muchachito.

Felix había vuelto a tropezones al motel unas dos horas antes de que saliera nuestro vuelo.

Yo había pasado el rato volviendo a armar mi pequeña valija una y otra vez, intentando devolver mi vida a algún tipo de apariencia ordenada.

Era bueno ver a Felix sonreír, aunque llegar al aeropuerto a tiempo había sido como una carrera.


Aparentemente, se mantendría en contacto con el lindo camarero que había conocido.

Felix siempre había sido genial con los hombres, mientras que yo me llevaba mejor con la variedad estándar de plantas de jardín. Mi plan de acostarme con alguien en Las Vegas había sido un deliberado intento de salir de aquella rutina.

Una idea no tan buena.

Felix estaba estudiando economía y era precioso, por dentro y por fuera.

Yo era más del tipo poco manejable.

Era por eso que me había acostumbrado a caminar siempre que pudiera en Portland, y a intentar no probar el contenido de la vitrina de tartas en la cafetería en la que trabajaba.

Me mantenía adecuado, bien de cintura. Aunque mi mamá siempre consideraba conveniente sermonearme sobre el tema porque, Dios, qué sacrilegio, le ponía azúcar al café.

Mis muslos sin lugar a dudas iban a explotar, o algo.

Felix tenía tres hermanos mayores y sabía qué decirle a los hombres.

Nada lo intimidaba.

El chico rebosaba encanto.

Yo tenía un hermano más grande, pero ya no hablábamos fuera de las vacaciones familiares.

No desde que él se había ido de casa hacía cuatro años, dejando sólo una nota.

Changbin tenía temperamento, y un don para meterse en problemas.

Había sido el chico malo en la secundaria, siempre metiéndose en peleas y salteando clases.

Aunque culpar a mi inexistente relación con mi hermano por mi falta de éxito con los varones estaba mal. Podía admitir mis defectos con el sexo opuesto.

Mayormente.

—Escucha esto. —Felix conectó mis auriculares con su celular y el chillido de guitarras eléctricas explotó dentro de mi cráneo.

El dolor era exquisito. Mi dolor de cabeza volvió a rugir, repentina y horriblemente con vida.

Nada quedaba de mi cerebro más que una sangrienta masa colorada.

vegas night'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora