Extra: Lo que no pudo ser.

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Ambos jóvenes se encontraban acurrucados, como si fueran dos tortolos enamorados (y así se sentían) pero no todo puede quedarse así para siempre.

En medio de la noche, cuando los búhos nocturnos habían salido a adueñarse de la noche, Marco despertó repentinamente casi tosiendo hasta sus pulmones, su garganta se sentía obstruida y sentía como si se hubiera tragado una bolsa entera de clavos (lo cual consideró como una opción, pues tenía un fuerte sabor metálico en la boca).
Al ver a su ahora novio revolverse con molestia en la mullida cama, decide irse al baño de abajo tapándose la boca para hacer el menos ruido posible, lo cual era una gran hazaña más que nada por el agonizante dolor que sentía, aquel dolor que se incrustaba en lo más profundo de sus entrañas.

Al encender la luz se llevó un susto tan grande que casi le hizo gritar. Al verse al espejo observó que las flores que tanto le habían molestado en el pasado habían salido, por fin habían florecido y con ellas habían traído también un brote de espinas.

—N-No... Se supone que ya s-se había acabado. —Susurró asustado. Apenas podía hablar de lo horrible que se sentía.

Cómo pudo se acercó al baño y vomitó sangre, pudo sentir como pequeños pedazos de su propia carne interior pasaban por su garganta y caían en el agua del excusado, tiñiendo la pulcra agua con el carmesí de su sufrimiento.
Sollozó de tan sólo pensar que sería su fin cuando por fin había logrado estar con el chico que amaba, deseó con todas sus fuerzas retroceder el tiempo y haber actuado antes, antes de que esas malditas flores infestaran su cuerpo.
Pero él sabía que era muy tarde para arrepentirse. Quiso gritar para al menos no morir solo, pero su voz ya no pudo salir... Las espinas crecían más y más, apoderándose del lugar dónde solían estar sus cuerdas vocales, ya no podría decirle jamás que lo amaba.
Su cuerpo, embellecido por aquellas hermosas pero letales plantas cedió ante la perdida de sangre y se dejó caer en el piso mientras su sangre se combinaba con las lágrimas de tristeza e impotencia que era obligado a reclamar, aquel dolor líquido que ya estaría seco cuando lo encontrarán.
Con las pocas fuerzas que le quedaban se abrazó a si mismo, imaginando la mañana que pudo haber pasado con el castaño.
Entre lloriqueos pensaba en que podrían haber comido panqueques mientras bromeaban sobre lo boba que había sido la confesión del día anterior. Podrían haber bromeado como cada día sobre temas tan banales o incluso podrían haber estado ahí al lado del otro, siendo felices como sólo ellos podían serlo...

Esas fantasías eran lo único que lo consolaban ahora, todo lo que no pudo ser era lo único en lo que podía pensar mientras la vida se le escapaba. Poco a poco fue perdiendo fuerzas y eventualmente cedió ante el cansancio.

Había muerto con una sonrisa.

. . .

A la mañana siguiente Nicolás despertó con una sonrisa, tentando la cama para buscar a Marco pero se extrañó al no encontrarlo ahí.

—¿Marco? ¿Dónde estás? Voy a hacer el desayuno, espero que no te hayas adelantado. —Gritó con un tono divertido. —Mentira, sabes que soy un flojo y que voy a obligarte a hacerlo.

Aún con una sonrisa en su rostro comenzó a buscarlo en toda la casa, a decir verdad no se preocupaba mucho pensando en que le estaba jugando una broma.
Poco a poco fue recorriendo todas las habitaciones de la casa y se dió por vencido al no encontrarlo, hubiera pensado que salió de no ser porque había dejado su celular en la mesa de noche. Finalmente se decidió a ir al baño, pues no había meado en toda la mañana.
Pero al abrir la puerta se cayó de espaldas al ver el cadáver de su novio en un charco de sangre. Estuvo a punto de llamar a una ambulancia hasta que lo tocó y estaba más frío que el invierno mismo, sus manos estaban rígidas y sus ojos estaban cerrados.

—Marco... N-No... Tú no. —Su voz sonaba rota y amarga. —¡POR FAVOR TÚ NO!

El joven de cabello castaño rompió en llanto y abrazó al cadáver del que alguna vez fue su mejor amigo y su alma gemela. Estaba deshecho, junto con Marco había muerto una parte de sí mismo.

—Marco... Marco... Por favor despierta, por favor... Por favor d-despierta —Repetía una y otra vez.

Ya no se sentía como él mismo, sentía un enorme vacío en el pecho que sabía que nunca se cerraría del todo. Había llegado a imaginarse una vida junto a él y se lo habían arrebatado injustamente.

Ese día además de perderlo, también aprendió a las malas que los finales felices no son para siempre.

(IM)POSIBLE [One-Shot] (C O M I S I Ó N)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora