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"¿Podemos volver al inicio de todo? Donde solo éramos tú y yo, sin personas muertas, sin perseguirnos, sin policías y sin lágrimas. Solo amor, por favor. Volvamos al inicio."

Felix apagó el pequeño teléfono que tenía en sus manos. Las fuertes ganas de estrellarlo contra el duro suelo eran muy tentadoras. Estaba enojado, muy enojado con Hyun. Odiaba que no le dijera lo que tenía en mente, odiaba que lo dejara varado a mitad de la nada con Minho y un policía a punto de morir.

A pesar de que habían tratado la herida de Jisung, la sangre seguía saliendo, la hemorragia no estaba tan curada. Tenían que llegar al cuartel de Hyun antes de que la CIA supiera donde estaban.

Y de repente se le iluminaron los ojos. Miró a Minho, quien estaba sentado a un lado de Jisung. El policía estaba tirado en el suelo, aún algo despierto.

Felix miró al policía y después a Minho. Caminó rápidamente hasta Jisung, y cuando menos se lo esperó, Minho ya tenía su gran y golosa espalda recargada en su cuello.

— No lo toques.

Felix miró torpemente a Minho, moviendo cuidadosamente su espada.

— Tranquilo, solo quiero saber si trae algún GPS, nos pueden descubrir.

Minho, no muy convencido, empujó a Felix lejos de Jisung.

— Lo revisaré yo mismo, no te acerques.

— Qué posesivo.— dijo Felix y sonrió impresionado.

Desde que habían huido de aquello lugar, Minho solo se preocupaba y fijaba toda su atención en aquel policía. Era obsesivo, siempre había sido así. Con un policía como él podía imaginar que se divertirían mucho y no solo como él deseaba.

— Revisa muy bien, no quiero que por tu culpa nos maten.

Minho soltó una risita.— Puedo revisar todo, no te preocupes.

Felix ignoró aquel comentario, tratando de llamar de nuevo a Hyun. Realmente le incomodaba que Seungmin estuviera con él, principalmente porque lo había llevado a la boca del lobo y es podía terminar muy mal si no lo mataba. Y Felix lo sabía, sabía que Hyun por mucho que quisiera no era capaz de matar a Seungmin.

Así que efectivamente, estaban acabados.

Un golpe duro se escuchó por toda la habitación, otra vez había caído. Sus manos estaban teñidas de rojo, sus uñas sangraban y lágrimas de desesperación caían de sus ojos. Llevaba toda la noche tratando de salir de aquella habitación, tratando de torre y rasguñar todas las ventanas.

No había salida, no tenía cómo salir de aquel lugar, y temía por su vida. Hyunjin estaba a punto de matarlo y él lo único que quería hacer era huir de ahí.

Deseaba mucho—sobretodo en esos momentos—jamás haberlo conocido, porque por mucho que le haya gustado estar enamorado de él, no le agradaba la idea de que ahora lo quería matar.

De repente las puertas de la habitación se abrieron y dos grandes hombres lo tomaron de los hombres llevándoselo con ellos.
Seungmin ya no podía luchar más, estaba tan devastado que no podía siquiera moverse.

Los hombres lo llevaron por todo el pasillo hasta tirarlo en una habitación un poco más grande que en la que estaba. Miró a su alrededor y no vio nada. Trató de levantarse y correr, pero una persona se posicionó delante de él con un arma.

Era Hyunjin, su mirada expresaba odio, tristeza y unas inmensas ganas de llorar. Pero claramente no lo haría.

— Hazlo.— dijo Seungmin con las pocas fuerzas que le quedaban.— Sólo... tira del gatillo.

Hyunjin recargó el arma y siguió apuntando a Seungmin. Vio como la mirada del menor povo a poco se desvanecía. Jamás bajó la guardia, no dejó de mirarlo en ningún momento. Estaba enojado, enojado con él mismo y con Seungmin, por haber aparecido en su vida una vez más y por tener que lidiar con el peor sentimiento de todos.

Cerró los ojos por un instante.

Y de nuevo ahí estaban, juntos, solo ellos dos, sentados al pie de un árbol abrazados, dejando pasar el tiempo.

Y todos los recuerdos vinieron a su mente por un segundo. La primera vez que lo conoció, su primer beso, la primera vez que caminó de la mano con alguien, la primera vez que alguien secó sus lágrimas.

El primer abrazo que recibió, el primer "te amo" que era sincero.

La primera persona que amó y la única persona a la que amaría.

Porque Seungmin había tocado en lo más profundo de su alma, descubriendo y conociendo al verdadero Hyun E.

Y como por arte de magia, dejó caer su cuerpo al piso y dejó caer el arma al igual que las lágrimas que estuvo reteniendo desde que dejó a Seungmin.

Lloró tanto que el menor lo miró sorprendido. No corrió, no huyó, no hizo nada más que arrastrarse hasta abrazar al mayor.

Lo sabía, sabía que Hyunjin era débil, lo conocía muy bien.

Porque efectivamente, Hyun E era un criminal, pero Hwang Hyunjin era real, y él había conocido a su verdadero ser y sabía que lo único que él deseaba era una vida sin sangre.

Y Seungmin quería dársela.

Él no era Hyun E, él era Hwang Hyunjin, no un criminal.

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