Un típico romance escolar

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Un típico romance escolar

By Aquaticwhisper

Palabras: 2565

...

La ventana de la sala de clases se abrió con algo de brusquedad, asomándose por ella, una joven de ojos marrones y larga cabellera ondulada oscura. La chica, con el ceño fruncido, sacó sus manos hacia afuera cargando dos borradores que sacudió con mucha violencia para quitarles el polvo de la tiza.

Estaba fúrica, ese estúpido de su compañero de clases había causado que la castigarán a ella dos veces ese día. La primera obligándola a pararse en el pasillo y ahora, la limpieza de la sala, cuando no era su turno.

¡Lo odiaba tanto!

Desde que habían iniciado el ciclo escolar, un nuevo alumno se había unido a su división del tercer año y por alguna razón que aún desconocía, éste la había tomado de punto, atravesándola con esos ojos dorados que poseía y ese pelo plateado que lo habían convertido en el centro de atención, pero, que al parecer, solo poseía ojos para ella, para molestarla, para hechizarla con ese tono de ojos tan atrayentes que iban a volverla loca si caía a su merced.

Hizo que ambos borradores se pegaran tan fuertes, de la rabia contenida por sus pensamientos desviados, que estos generaron una gran polvareda que le provocaron tos, haciéndole, a su vez, soltar uno de los borradores. Hizo malabares con ellos evitando que se le cayeran y perdió el equilibrio, si no fuera porque una mano la tomó de uno de sus brazos, era probable que se hubiera caído y adiós Kagome Higurashi, fuiste buena alumna.

—Eso estuvo cerca —susurró, respirando aliviada—. Uff, pensé que me caería... —volteó para agradecerle a su héroe, pero se encontró con la mirada dorada de su salvador, esos mismos ojos atrayentes del causante de su malhumor.

—Tonta —dijo, finalmente soltándola—. ¿Qué tanto hacías? Casi te matas.

Instantáneamente, Kagome se movió para alejarse de la ventana y acercarse hacia el pizarrón para dejar los borradores— ¿No me agradecerás? —la muchacha dirigió su mirada castaña a su compañero, tentada a tomar una tiza y lanzársela en la mitad de la cabeza, total no se notaría ni aun tirándole un kilo de tiza en polvo. Ese chico la irritaba de una forma estrafalaria, cerró el puño sin tomar su arma y decidió, cambiar de táctica.

—¿También debo agradecerte por qué me sigues a mi casa, cada día? —lo vio tensarse y ocultar las manos en los bolsillos del pantalón escolar—. Sé bien que eres tú, realmente no entiendo tu juego, por un lado, te gusta intimidarme, por el otro pareces protegerme. Sobre todo, cuando salgo tarde.

—¿Yo? —exclamó, haciendo el desentendido, pero la posición de sus hombros y el leve sonrojo en sus mejillas lo delataron completamente. ¿Cuál era el verdadero Inuyasha? ¿Por qué parecía como si fueran dos personas distintas?

—Como sea, ya estoy cansada —suspiró. Realmente estaba agotada, la cabeza le latía por haber tenido que limpiar el salón completamente sola, para rematarla con ese extraño ser que tenía como compañero. Se acercó a su banco, tomó su mochila y salió, dejando al joven de cabellos plateados solo en la sala, perturbado por sus palabras— ¡Oh, Hojo! —aunque aquel apellido, hizo que todos sus pensamientos se enfocaran en aquellos dos, acercándose a la puerta para espiar la escena.

—No sé porque Taisho se come cada cosa que te regalo —comentó con un leve tono de molestia en su voz—, así que averigüé y supe que es alérgico al chocolate.

—Oh —Kagome, sorprendida, observó paquete de chocolates que Hojo le entregaba con una enorme sonrisa.

—También supe que te tocó limpiar la sala a ti, por culpa de él, así que come esto y recupera tu energía —le pidió, pero en cuanto Kagome afirmó con la cabeza, una mano le quitó el paquete y unos pasos más delante de ellos, metió la caja de chocolates en el tacho de basura y los aplastó con el pie.

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