Trece

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Los rizos de color rojo apagado,

Las mejillas, untadas de pequeñas manchas,

Las manos, ocupadas con un pedazo de plastilina,

Toda una obra de arte viviente. 

Y jugar con ella, y fingir que el mundo no existe,

Y cerrar la puerta, y no dejar entrar al enemigo,

Y soñar despiertos y huir de todos,

Y nadie nos ordena qué es lo que hay que hacer. 

Ni los maestros, ni su madre, 

Ni las personas mayores ni nadie más, 

Todos juntos no son suficientes, 

Para nuestros planes parar. 

Pero ella usa ese uniforme asqueroso, 

De color verde apagado,

Y se ve igual que las otras, 

Y me molesta que lo deba llevar. 

Ella tiene derechos, 

Derecho a jugar, a estudiar y a comer,

Y lo sabe. 

Sabe que no está sola en ese mundo de fantasía,

Sabe que está conmigo,

Que la abrazo en las noches,

Que somos amigos para siempre,

Y que no debe decir mi nombre. 

Y le gusta escapar y jugar con amigos,

Y le gusta vivir y hablar con extraños,

Pero no le gusta, que no la dejen ser libre,

Y tengan cuidado,

El ángel les puede hacer daño. 

— No abras la puerta, hay un monstruo afuera.

Le dice a la extraña, repitiendo mis palabras. 

— ¿Cómo sabes que lo hay?

Pregunta la gigante. 

— No abras la puerta, hay un monstruo afuera. 

Vuelve a repetir y se va. 

Y no le dice mi nombre, ni siquiera cuando no me llama a mí. 

Y la felicito en silencio y le sonrío feliz. 

Y aunque ellos no me vean, y aunque ellos no me escuchen,

Ella sabe que Trece está siempre ahí. 

Mi Bazofia SentimentalistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora