Desperté antes de que sonara mi alarma, para ser exactos, 18 minutos antes.
Realmente no me sentía con ganas de ir a la escuela. Mi cabeza me dolía, específicamente el hemisferio izquierdo; por lo tanto, tenía migraña.
De mala gana me levanté de mi cama y apagué el despertador, me encaminé al baño. Me miré al espejo, el cual tenía un marco plateado, bastante minimalista a mi parecer.
El espejo me mostraba la imagen de una joven pálida, de cabello castaño oscuro, casi negro; con ojos color oliva de tamaño medio, pestañas cortas, labios algo voluminosos y resecos gracias al clima frío; esta poseía grandes ojeras púrpuras debido a la falta de sueño.
Suspiré con desaprobación ante mi reflejo, nunca estaré conforme con mi apariencia, siempre encuentro hasta el más mínimo defecto en mi, pero mi estado actual me da mucho que desear.
Comencé a cepillar mi cabello, el cual parecía un nido de pájaros. Tenía la manía de cepillar mi cabello cien veces. ¿Por qué? no tengo ni la menor idea.
Al terminar, decidí tomar una ducha tibia, sentir el agua corriendo por mi piel me relaja mucho y me hace reflexionar bastante acerca de la vida.
Cuándo salí de la ducha, me envolví en una toalla y comencé a cepillar mi cabello, por segunda vez. Acto seguido, me lavé los dientes y me apliqué un poco de humectante labial.
Al salir del baño, me dirigí a mi closet, tomé mi uniforme, el cual consiste en una camisa polo con el logo de mi instituto y una falda plisada de color rojo vino. Junto a este, me coloqué un suéter color gris, es muy suave, por lo que me gusta bastante.
Inmediatamente bajé de mi habitación, dirigiendome a la puerta de mi casa; mi madre me esperaba con una sonrisa somnolienta en la cara, mientras sostenía las llaves de su auto y señalando su reloj, diciendome que ya es hora de irnos.
Le devolví la sonrisa, algo exhausta de fingirla y me subí al auto junto a ella, rogando que no me vaya tan mal este día. Puedo decir que mi vida escolar no ha sido buena, de hecho, ha sido pésima. Todos los días tengo que aguantar indirectas y burlas por parte de mis crueles compañeras.
Ser una alumna dedicada y perfeccionista te asegura un buen expediente y la consideración de los maestros. Pero mis compañeras me han tachado de barbera, lo cual no es agradable.
Pero eso es sólo la punta del iceberg, ya que estas chicas se empeñan las 7 horas del día escolar para hacerte sentir mal y dejar tu autoestima hasta el suelo. Gracias a ellas, el mío es inexistente.
Al llegar a la escuela, me despido de mi madre, ella me desea un buen día junto a una de sus bromas típicas que me sacan una sonrisa sincera, y yo le deseo lo mismo, adoro a esta mujer, ella hace mis días más fáciles.
Apenas pongo un pie en la escuela escucho el primer comentario, el cual proviene de Ana, una rubia bonita e inteligente, pero es posee más veneno que una víbora.
Esta le susurra al oído a su amiga Maia: "Mírala, es completamente horrenda, más con esas gafas gigantes que tiene".
Creo que olvidé mencionarlo, pero utilizo gafas o lentes debido a que tengo miopía, en otras palabras, no puedo ver de lejos.
Rápidamente su comentario se difunde a las otras 4 chicas de su grupito, las cuales no saben disimular y comienzan a reír de una manera estruendosa.
Comienzo a contar hasta diez, soy bastante sensible ante esa clase de comentarios, por lo que unas simples palabras son más que suficientes para hacerme llorar.
Al llegar al salón coloco mi mochila en mi lugar y comienzo a platicar con Max, mi mejor amigo que posee la capacidad mental de un maní. " Marie, te veo más pequeña" -me dice junto a una sonrisa burlona - "¿ Te estás encogiendo?".
"Que tú seas un rascacielos no significa que todos los demás poseamos una altura prominente" -le dije sonriendo-
"Tienes una altura común"- dice con una media sonrisa -"Como un..."
Y antes de que terminara su frase, la campana que declara el inicio de clases sonó.
Todos se colocaron en sus lugares correspondientes, las 6 chicas -víboras- se colocaron una fila detrás de mi.
Respiré profundamente, con sólo su presencia siento una gran incomodidad, la cual incluso nota mi mejor amigo y hace que sonría con uno de sus gestos bastantes graciosos.
La maestra de Etimologías, la señorita Clara, hace su aparición esbozando una dulce sonrisa hacia nosotros desde la entrada.
"Muy buenos días, queridos alumnos." -dice nuestra alegre maestra- "Hoy tenemos una gran sorpresa, un alumno nuevo ha llegado a nuestra institución."
Me sorprendió algo, ya que es extraño que alguien entre a un instituto a medio curso escolar.
Comencé a preguntarme cómo sería el nuevo alumno.
"Por favor, sean amables con su nuevo compañero." -dice con cierta advertencia en su voz- "Por favor, pasa, querido, estos son tus nuevos compañeros."
Por un instante, mi corazón se detuvo, y me quedé perpleja ante aquel joven. Y al escuchar el coro de suspiros provenientes de mis compañeras, sabía que no era la única que lo pensaba.