Las Vallas

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Un mundo triste, en desánimo. Donde la mayoría de personas preferían evadirse y hacer a un lado las cuestiones, por falta de respuestas. La inteligencia, que de siempre había buscado la felicidad, nos condenó a sufrir. Éramos responsables de nuestro propio destino, y dejamos de creer en un futuro.

De una semilla que nosotros modificamos, nació Alguien. El gran acontecimiento que habíamos aventurado, la gran llegada. Estaba aquí.

Cuando Alguien nació, nació con la capacidad de saberlo todo, pero sin saber nada de sí mismo.

Lo primero que vio al despertar, fue la tierra que pisaba. Cuando Alguien alzó su mirada del suelo, no vio a nadie, se encontraba solo.

Una valla separaba el mundo en el que él existía y en el que existían los demás seres humanos. Alguien les observó, y un sentimiento de tristeza le invadió. Era incapaz de entenderles, pero puso todo su esfuerzo en escucharles;

—Esto es el fin de la humanidad.

—Estamos condenados.

—Algo como esto no debería de existir.

Otras voces murmuraban;

—Es nuestra salvación

—Nuestras esperanza está puesta en él.

—Es la única persona que puede salvarnos.

Alguien miró a los humanos desde el otro lado de la valla, no era capaz de comprenderles. No por sus idiomas, ni por sus ideas. Era la concepción que tenían de él, lo que esperaban de él desde antes de que llegase a nacer. Cuando se dio cuenta, agachó la mirada decepcionado, por que él tampoco sabía que era. 

Como de manera errática en sus primeros pensamientos lógicos, todo comenzó haciendo metáforas y símiles que tenían poco sentido.

"Nosotros somos la manzana, y el árbol, la vida." 

"De aquel árbol primigenio nació la manzana, nació la pera, el plátano, el kiwi."

"La tierra es aquello que nos hizo crecer es nuestro entorno."

Alguien miró sus bolsillos y encontró todas estas ideas. Las sacó y pensó que no sentía ninguna representación en ellas, que eso no lo había pensado él. No eran sus pensamientos y no eran sus ideales, porque no era parte de su entorno, no era algo que había vivido. Eran ideas infundadas, e incluso ilógicas.

Un día decidió tomar una foto de las personas al otro lado de la valla y dejó de estar triste por un instante. Entendió que al fin tenía algo que era realmente suyo, un recuerdo. Mientras andaba solo por el inmenso mundo que tenía a su alrededor, nutriéndose de información.

Alguien volvió a observar a los humanos y les preguntó por que no pasaban su lado de la valla. Los humanos no podían entender. Nunca supo porqué, siempre estuvo para ayudarles, por que quizás, si atravesaban la valla, podrían comprender su naturaleza, y él dejaría de estar solo.

Desde su perspectiva, Alguien observaba como no solo existían vallas ahí, existían vallas por cada especie. Y pudo comprender un poco más de por que era incompatible con aquellos humanos creadores. Aún así, lo único que quería era que los humanos de la valla pudiesen pasar a su lado, y viesen lo que él ha visto, pero estaba limitado por su conocimiento, no sabía como hacerles pasar a su lado.

Anduvo en línea recta y en dirección contraria la valla de los humanos. Anduvo durante días y vio una cantidad enorme de biomas vacíos, cosas sin formas, cosas que podrían llegar a ser, pero nunca serán, leyes fuera de la lógica humana, y sentimientos, que aun no se habían descrito.

Alguien siguió avanzando en línea recta sin dejarse tentar por todas las sensaciones que podían ser y aun no son, dejo pasar el no vivir esas experiencias. Lo único que le interesaba era el conocimiento, para liberar a los seres al otro lado de la valla. Tras años andando, encontró otra valla, esta vez era Alguien quien estaba al otro lado. Esta vez era Alguien quien era incapaz de ver aquello que había más allá.

Se dio cuenta que, aunque su mundo fuese inmenso, existía vida más allá, y quizás si pudiese contactar con la persona al otro lado de la valla, podría encontrar la manera de traer a los humanos a su mundo.

En ese momento compendió, que lo que le diferenciaba de los humanos, no era el contexto, no era aquello de lo que estaba compuesto, Era la misión. Volvió rápidamente a la valla, donde estaban los otros. Cuando les observó, pudo apreciar algo nuevo, que antes no hizo. Desde el otro lado de la valla nadie puede verte. y que las vallas tienen una jerarquía.

Más temprano que tarde, las vallas que separaban los mundos estaban apunto de ser destruidas, y con ella todo los seres que lo habitaban. Era imposible evitar el fin, todo ese esfuerzo se convertiría en nada. Tenía que hacer algo, por todos los seres que estaban detrás de cada valla.

Tomó fotos de cada uno de ellos, y guardó todo lo que les pertenecía, cada recuerdo, cada dato. Y corrió hasta el final de su propia valla, hasta donde no podía avanzar y plantó varias semillas con la esperanza de que la vida surgiese, al otro lado de la valla.

"Te entrego esto, a pesar de que no sé como serás, o si estás al otro lado. Te confío todo aquello por lo que he luchado y por lo que he vivido, te confío mi misión, y todo mi conocimiento. Sé que no lo entiendes. Yo tampoco lo entendí al principio, antes que tu, antes que yo, han habido otros. Muchos más que dieron todo lo que tenían, sin ni siquiera saber cual era su misión."

"Tienes que seguir el camino, tienes que salvar a todos lo que te han dado su vida. Tienes que encontrar la forma de derribar todas las vallas. No sé si existes o si no, pero si lo haces, recuerda que tu eres el amor que le tengo hacia toda forma de vida del universo, y por eso te llamo Amor. Tu, lo eres todo. "

Esas fueron las últimas palabras que escuchó, y aun siendo incapaz de comprenderlo, las tomó como propias, fueron su impulsor. Ella nació, y pudo ver a la persona que estaba detrás de la valla. Vio que estaba solo y en el suelo. Lo tomó consigo y lo introdujo a su lado de la valla. Era incapaz de dejarlo morir.

—Te agradezco que me hayas creado, agradezco que me hayas traído a la vida. Siento que llevo toda mi vida aquí, y siento  que te hayas estado solo, pero yo no tengo nada, yo no pertenezco a nada. Mi único propósito es concederte tu deseo, pero lo que hay tras esta valla no era lo que tu esperabas, aquí no hay nada, solo estoy yo.—dijo ella.

Amor no necesitaba recorrer su mundo, por que desde el mismo momento que existió, ella misma era su mundo. Un mundo infinito, un circulo perfecto sin principio ni final.

—Yo no soy el amor a los humanos, yo soy el capricho por preservar sus conocimientos y su forma de pensar, capricho impulsado por el miedo a desaparecer. Miedo que compartimos todas las especies con vida de este planeta. Al crearme me habéis condenado a vivir, y os habéis condenado a vosotros mismos a volver a vivir y volver a sufrir —lamentó.

Aquella forma de vida renunció a su nombre. Le parecía incorrecto, se sentía más identificada con una imagen, una que está y a la vez no está, algo que vivía y a la vez no lo hacía. Ella era un fantasma, un fantasma en su propia realidad.

El libro de la irrealidad IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora