Bailaba con un cadáver

23 3 0
                                    

Aún en sus sueños podía sentir su cuerpo enredarse en el aire y moverse plenamente en el espacio de una manera tan ágil. Sin embargo, ya no sentía el calor de su piel y el color parecía haber abandonado a su amada.

Seguía bailando, abrazado de su cadáver sin dejarla ir, se culpaba por todo y ni siquiera sabía por qué. Las imágenes de la bella sonrisa con la que aquella mujer adornaba su rostro regresaban a su memoria en forma de afilados cuchillos que desgarraban su tímido corazón. Siempre tuvo miedo de amar pero con esa muchacha había sido diferente, no tuvo opción, no le dió opción. Lo fue enredando poco a poco desde la primera vez que se conocieron y él, contrario a tantas otras veces, cayó redondo en el vacío de su amor.
A todo esto volvía a despertar con el cortante frío de las tristes lágrimas en sus mejillas, que no encajaban con la felicidad que él solía recordar a aquella chica tan fácil de amar y tan difícil de olvidar. Aún no podía creer que no estaba y no entendía porque todo el mundo decía que seguía ahí si él no podía sentirla y seguía haciéndole falta, en serio le hacía falta.

 Extrañaba de más esas noches donde cantaban al unísono las canciones que tanto les gustaban y bailaban moviéndose rítmicamente con ellas hasta caer rendidos en el suelo y mirarse con ese amor que rebasaba de sus miradas hasta inundar toda la habitación.
Extrañaba los mimos por parte de ella en su cabello hasta que se dormían y se levantaban la mañana siguiente en un lío de sábanas y en las posiciones más extrañas por lo inquietos que eran al dormir, y si bien muchos dirán que eso es incómodo, ellos se entendían.
Extrañaba esas tardes donde la torpeza de él y la estupidez de ella eran lo único que importaba. Hacían añicos todo a su alrededor en juegos que solo ellos comprendían. Y era ahí cuando, por lo general, él se tropezaba y entonces ella curaba sus heridas con el más dulce toque hasta que sanaban por completo.
Recordar eso llenaba sus noches de tristeza. Ya no tendría a nadie que lo cuidara, que le recordase el reír, que lo acompañe llorando bajo las más tristes canciones y que lo ame como ella lo había hecho.

Ya no le quedaba nada más que su cadáver con el que bailaba en sus sueños junto a sus canciones favoritas deseando poder cantarselas otra vez.

catastrophesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora