Capítulo 49

881 102 5
                                    


Negué con la cabeza desaprobando lo sucedido y me puse de pie.

— Mira tú labio — acaricié su mejilla — ¿No te duele? — le pregunté y se puso de pie.

— En lo absoluto — sonrió — Valió la pena. Hace tiempo que quería poner en su lugar al imbécil ese — me tomó por la cintura y nos hizo girar, ahora dejándome de espaldas hacia la escena de la cafetería.

— ¿Y por qué? — pregunté tratando de averiguar por qué lo detestaba tanto.

— Es un creído — soltó molesto — Cree que le tengo miedo — sonrió.

— No le hagas caso — le dije dando un beso en su mejilla — ¿Seguro que no te duele? — estaba hinchado su labio, se veía gracioso.

— Que no pesada — pasó sus manos por mi cintura abrazándome, estábamos en la cafetería abrazados. Esto sí que era un gran avance.

— Eres un mentiroso — le dije riendo.

— Claro que no — dijo ofendido — Ya te dije que no es nada — suspiré. Jamás aceptaría que le dolía.

— ¿Iremos al juego? — pregunté cambiando de tema y negó con la cabeza.

— ¿Iremos? — se burló — Yo no. Estoy suspendido. Eso incluye todas las actividades extracurriculares — explicó — Pero tú sí, después de todo eres porrista — me recordó.

— Ya te dije que si tú no estás en el equipo yo dejo de ser porrista — puse mis manos en su cuello y lo acaricié lentamente

— ¿Por qué entraste entonces?

— Por ti — confesé y abrió los ojos a tope — Cuando supe que estabas en el equipo entré — sonreí.

— No te creo — entrecerró sus hermosos ojos.

— De verdad — confirmé — Solo por ti Bakugo — no estaba siendo del todo sincera y por primera vez en mi corta vida. Me dolía mentir — Así que no iremos — le sonreí de oreja a oreja.

— ¿Sabes?... me gustaría ir a ver como pierden el partido sin mí — levantó ambas cejas.

— ¿Ahora quién es el creído? — me guiñó un ojo y se acercó lentamente a mí, pero el estruendoso timbre nos interrumpió obligándonos a ir a clases. Katsuki rodó los ojos y yo solo reí — Vamos — le dije tomando su mano.

— No — soltó mi mano — Tú irás — sonrió — Por enésima vez te recuerdo que estoy suspendido — miré hacia abajo. ¡Una semana sin verlo! No sé si resistiría.

— Entonces...— dije volteando a ver como todos comenzaban a desaparecer de la cafetería — ¿Nos vemos luego? — pregunté esperando un "Sí".

— Tal vez — contestó como si no tuviera el mínimo interés en verme. Mi mandíbula casi perfora el piso. Soltó una carcajada y nuevamente se acercó a mi más rápido, tratando de capturar mis labios — ¿No me vas a dar un beso? — preguntó ya que había corrido mi rostro.

— No — le sonreí y me di la media vuelta.

Martes. Bajé de mi auto, no podía evitar sentirme desanimada. No solo por el hecho de que la apuesta con Denki me preocupaba. Si Katsuki se llegara a enterar ni siquiera quiero imaginarme como se pondría. Había que terminar con esto ya.

Levanté mi mirada y ahí estaba, recargado en la maletera de su auto. Vestía unos pantalones camuflados y una camiseta negra ajustada que simplemente me dejaba sin habla.

— Hey — escuché que me llamaba — Hey — una vez más, sin embargo no volteé. Y pude escuchar sus pasos detrás de mí — Te estoy hablando — dijo sujetándome del brazo para evitar que siguiera caminando.

— Discúlpame pero no recuerdo que mi nombre fuera "Hey" — volteé para verlo de frente — ¿Qué haces aquí?

— Vine por ti...— dijo serio.

— ¿Por mí? — reí.

— Sí. Es más o menos como un secuestro — una vez más reí y a lo lejos se escuchó el timbre que indicaba que comenzaba primera hora.

— ¡No! — Dije molesta — Una vez más, tarde Yayorozu — fingí la voz del maestro Hoffman.

— ¿Tarde? — se acercó y retrocedí — Más bien... Yayorozu, Falta — con un rápido movimiento me cargó y me acomodó sobre su hombro.

— ¡¿Qué te pasa?! ¡Bájame! — grité mientras pataleaba y al mismo tiempo trataba de cubrirme. Evidentemente hizo caso omiso a mis gritos y me hizo subir al auto.

— Momo — ese par de gritos me hicieron sobresaltarme. Volteé y eran Eri y Kota quienes habían correado a todo pulmón mi nombre.

— ¿Qué hacen aquí ustedes? — Pregunté sorprendida — Han faltado a clases — tapé mi boca como si fuera lo peor del mundo. Ambos rieron y Katsuki subió por el lado del piloto.

— Claro. Como tú estás suspendido, nadie más irá a clases — le dije en tono de reproche.

— Mira, una falta no te hará daño y además...— se calló.

— Además ¿Qué? — Pregunté pero no respondió, solo puso en marcha el auto — ¿Por qué todos visten así? — Al igual que Katsuki, Eri y Kota vestían pantalones camuflados y chaquetas igual.

— Porque iremos a...

— ¡Shh! — Katsuki y Kota interrumpieron a Eri antes de que me informara a donde me llevaban.

— Llegamos — dijo después de más de veinte minutos de trayecto.

— Vaya — contesté con fastidio. Abrí la puerta del auto y bajé — ¿Qué es esto? — no sé si estaba sorprendida, o asustada. Era una terracería enorme y a lo mucho estaban seis autos estacionados. Había una gran malla con una tela verde que evitaba ver que había del otro lado de esta. Nadie me contestaba, solo se reían cómplices hasta que finalmente Katsuki rodeó el auto y se acercó a mí.

— Jugaremos gotcha — pasó su brazo por mi hombro y cerró la puerta del auto.

— ¿Qué? — Reí amargamente — Tienes que estar bromeando ¿No? — jamás había jugado y no me interesaba en lo más mínimo.

— No.

— ¡Vamos, será divertido! — dijo Eri tomándome de la mano y haciéndome correr hasta la malla verde. Era una tontería que la pequeña estuviera emocionada y yo prácticamente aterrada.

— No, Katsuki — lo llamé — Mejor yo los veo jugar — sonreí — Desde el auto — soltó una carcajada.

— Eres una cobarde Yayorozu — se burló — Eri tiene seis años y le encanta — lo fulminé con la mirada.

— Cállate — lo golpeé — Además mira...— señalé mis tacones — Y que ni te pase por aquí...— hice un ademan señalando mi frente — Que ensuciaré este vestido.

— Ah cierto, casi lo olvidaba — se dio la media vuelta y corrió hasta el auto. Abrió la maletera, saco unos tenis míos y lo que parecía también ropa.

— ¿De dónde lo has sacado? — pregunté sorprendida.

— Hicimos una parada en tu casa, afortunadamente tu madre no estaba — sonrió — Y solo le dijimos a la chica que nos habías enviado por ropa — extendió las cosas hacia mí — Así que ya no tienes excusas — tomé los tenis y los jeans — De todos modos aquí te prestarán equipo — ¿Pero qué?... — Vamos — tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos, para prácticamente llevarme a rastras.

Me, Myself & I [Bakumomo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora