Uno

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Ella corría por las vías del tren. Su cabello revolcado daba vueltas por el cielo, en forma de espiral. Se sentía libre, pero vacía. Ella, sí. Quien esperaba en su inquieta búsqueda, encontrar algo con que satisfacer lo más profundo de su espíritu.
Mientras corría por las vías del tren, miraba cada roca, cada detalle del inmenso paisaje que la rodeaba. Tan llena de vida, pero igual, seguía con un agujerito en el corazón. Necesitaba ver algo más. Quería sentir, no solo estar llena de vida, sino sentirse viva. Mientras su cabello aún daba vueltas en aquel gran espiral, millones de pensares cruzaban su mente. El atardecer ya se iba acomodando en el cielo y se sentía a la deriva, con una gran presencia de soledad. Luego empezó a caminar, mientras pensaba en donde se refugiaría. Pero a lo largo de aquellas vías del tren, logró ver la presencia de un semejante. Era un chico, sentado a la orilla de la vía, contemplando la vida y a su misma vez al atardecer, el cual se convertiría en una noche llena de preguntas.

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