Mi vida diaria CAPITULO 1

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Siguiendo mi rutina normal, hoy es uno de esos típicos días en el que restaurante está muy lleno y hay personas en espera. Soy mesera, así me mantengo activa patinado aquí y allá para llegar a mis clientes. Es muy raro que a un cliente se aprenda mi nombre rápido, por eso, les digo que piten y yo iré lo más rápido que pueda.

--¡Una clienta quiere una tasa de café con leche en el segundo piso! --grité a nadie en específico. El primero mesero o mesera que me escuchara, ese iba ser el que atendiera a la clienta.

Tengo un don muy raro, puedo escuchar todo a mi alrededor desde el primer piso -donde estoy- hasta el cuarto y último piso que tiene el restaurante.

--Aquí tienes --sirvo una deliciosa pasta a una pareja--. ¿Desean algo más?

--No, gracias --dice la mujer.

--Que tengan buen provecho.

He visto muchísimas veces las reacciones sorpresivas de las personas que vienen por primera vez a este restaurante y eso porque fluidamente sé hablar Coreano. No sé de dónde vengo, no sé porqué no puedo recordar nada ni porqué me levanté de aquel hospital. Todo el tiempo he estado preguntándome lo qué ocurrió antes de estar en el hospital, pero no tengo respuestas por parte de nadie. No tengo amigas y muchísimo menos amigos, lo digo porque son pervertidos como mi jefe. Muchos me miran de una forma tan extraña que lo único que se me viene a la mente es que están pensando en hacerme daño o algo así.

--¡Kiara! --La voz de un hombre mayor en el tercer piso me ha llamado.

Dudé mucho si ir o no, pero a la segunda llamada tuve que hacer caso ya que es mi jefe. Él estaba en la cocina, y me parecía muy raro que no había nadie excepto él.

--A fregar --asentí y patiné hacia el fregadero. Estaba lleno de platos, tasas, ollas... y mucha comida que botar--. Tienes que venir hacia mí en la primera llamada, ¿entendido?

--Sí

--¿Qué harás cuando termines tu turno? --se acercaba a mí de una forma tan seductora que me daba asco.

--Estudiar

--Mejor vamos a divertirnos --me susurra cerca de mi oído--. en mi casa.

--¿Qué? --estrallé un plato plano--. ¿Quién crees que soy? ¿Una puta? --me haló muy fuerte la raíz de mi cabello, haciendo que doblara mi cuello hacia atrás.

--Harás lo que te ordene o te quedarás sin trabajo --sentí su respiración en mi cuello y sus asquerosas manos gordas subían por mi muslo. Entre mis manos, había una copa y la rompí en el brazo de aquel pervertido, haciendo que gritara de dolor.

--Me cansé que estés amanezándome y mirándome como si me fueras a comer o algo así. Que te quede claro que no soy un juguete, y mucho menos unas de tus prostitutas --me quité la pequeña medalla que decía mi nombre y el delantal.

--¡Ven aquí perra! --Patiné lo más rápido y de paso vi a una señora con un labial rojo. Tomé de mi dinero y calculé lo que debe costar un labial. Le arrebaté aquella pieza de maquillaje color rojo vino y le dejé una pequeña cantidad de dinero a cambio. Ni siquiera logró verme la cara. Corrí y corrí esquivando los demás meseros y los clientes que caminaban, mientras que dejé atrás al pervertido porque se tropezó con uno de los chef, quien llevaba una bandeja de postres. En una pared más blanca que la leche, escribí "renuncio" con el labial rojo, y luego me quité los patines y los tiré cerca de la pared. Tomé mis converse y me fui, teniendo en cuenta que había formado un gran escándalo allá adentro.

Mientras caminaba, pensaba en qué hacer ahora. Tenía muchas ganas de estudiar, pero no sabía qué. Ya había aprendido a escribir y leer coreano e inglés, aprendí a entender el lenguaje de señas y a leer braile. Estaba interesada en la música y en el arte, pero ni siquiera tengo talento para eso. 

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2015 ⏰

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