La Hija Del Diablo

Prefacio

Ella es Aluka, primogénita de Abdusis, el Rey Demonio, soberano absoluto del infierno y sus siete temidas divisiones. Desde su nacimiento, hace ya más de ocho siglos, Aluka ha vivido confinada en el inframundo, rodeada de fuego, sombras y almas condenadas. Creció entre gritos de desesperación y promesas rotas, aprendiendo desde muy pequeña a regocijarse en el dolor ajeno y a alimentarse de las emociones más oscuras.

A pesar de su linaje y su poder, siempre había sentido una atracción peligrosa por el mundo humano. Ese lugar caótico, imperfecto y vibrante, donde el odio, la envidia y la tristeza fluían como ríos interminables, la llamaba como un eco antiguo que no podía ignorar. Durante un siglo entero, había guardado en silencio su deseo de cruzar el umbral prohibido y caminar entre los mortales.

Finalmente, su oportunidad llegó.

Abdusis, su padre, le encomendó una misión: debía viajar al mundo humano para localizar y destruir a un ángel rebelde que, junto con sus sirvientes, había encontrado refugio en la Tierra. Un ser de luz que, si no era eliminado, podría inclinar la balanza a favor de sus enemigos en la guerra eterna entre Cielo e Infierno.

Aluka aceptó la orden sin titubear. No porque deseara complacer a su padre —su relación con él era tan fría como los abismos más profundos del infierno—, sino porque, en su interior, una emoción desconocida ardía con fuerza: ansias de libertad.

Al llegar al mundo humano, desplegó su verdadera naturaleza sin pudor. Donde pisaba, surgía la discordia; donde hablaba, brotaba la sospecha; donde reía, el dolor se esparcía como peste. Se convirtió en un rumor entre los vivos, un susurro de pesadilla, un fantasma de belleza sombría y cruel.

Pero entonces, ocurrió lo impensable.

Algo que ni siquiera los sabios más antiguos del infierno habían previsto, algo que escapaba al control de Abdusis y sus generales.

Aluka sintió algo que nunca había experimentado en toda su existencia: curiosidad... compasión... duda.

Entre la ruina y el caos que sembraba, encontró una chispa distinta, un reflejo extraño en la mirada de aquellos que aún, a pesar de todo, se aferraban a la esperanza. Y entre ellos, una presencia en particular la atrapó: el ángel al que debía destruir no era como los demás. No era un enemigo cualquiera.

Era un espejo que le mostraba todo lo que jamás había comprendido de sí misma.

Ahora, atrapada entre los mandatos de su padre y el abismo de sus propios sentimientos recién nacidos, Aluka deberá decidir si sigue el camino de la destrucción... o si desafía su destino, sabiendo que traicionar a su linaje podría condenarla a un castigo peor que la muerte.