una ultima sonrisa.

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"lo siento."

Observó tristemente al hombre frente al acantilado. Ese hombre seguía yendo aún después de tres años desde su muerte. Lágrimas bañaban su pálido y hermoso rostro de jade. Sus labios se separaban incesantemente para decir "Wei ying, vuelve" "los conejos quieren conocerte", "Wen Yuan te extraña" como un mantra.

El joven de ropas negras sintió su pecho agitarse. No importa cuanto dió de sí por ese ser que ilumino sus noches más oscuras, sentía que no fue suficiente. En realidad, nunca lo sería. Porque Lan WangJi merecía todo de él, su amor, su devoción, y su propia vida.

"No llores, Lan Er-gege, ¡yo estoy!"  Cortó sus palabras de golpe.

Sus labios se contrajeron al recordar algo. Estaba muerto. Y Lan WangJi no podía verlo.

"..aquí"

Sabía que no lo escucharía, y que mucho menos sentiría su cálido tacto sobre su mullida espalda. No podía. Porque ya estaba muerto, y solo estaba siendo un fiel espectador de esa escena. Solo era un Alma a su lado. No tenía un cuerpo físico para consolar a su ser amado.

Duele.

Sonrió ampliamente con agonía, mostrando lo roto que estaba. A una edad temprana comprendió la verdad más dura. La más dolorosa, esa que sutilmente se había ido negando a aceptar. Que, al fin y al cabo, nada es para siempre. Y nada es gratis.

Sus días de negación acompañaban a su alma vagante entre el mundo de los mortales, sin querer irse. Sin querer dejar atrás a quien fue su primer y último amor. Sin querer aceptar lo inaceptable. Sin querer dejar ese sentimiento tan hermoso.

El sentimiento que nació desde el primer momento en que sus ojos se encontraron con un par de orbes dorados sobre el tejado desaliñado de GusuLan. Supo casi por inercia que aquel hombre de túnicas blancas era un Ángel que debía volar algún dia, y no lo haría con él. Porque no era un ser puro, él era oscuro y retorcido. No podía condenar a ese ser celestial. No se lo permitiría.

"Lan zhan, Lan zhan..ya es hora de irme. Sigue cuidando a mi pequeño rabanito en mí lugar, si? Dile que Xian-gege se fue a un viaje..y que no podrá volver."

Hablo al viento, una última vez.

De pronto el dolor lo volvió a golpear, mientras un alargado río oscuro se creaba en su campo de visión y una larga barcaza se habría paso. Un conocido siervo del inframundo venía por él, como todos los días, desde hace tres años. Subió a la barcaza sin dictar palabra alguna, y navegaron en un mar de soledad y tristeza. 

Era tanto aquel sentimiento, que sus emociones se apagaron, ni siquiera fue capaz de llorar nuevamente, solo se quedó ahí mirando a su ser amado alejarse cada vez más y más. Estiro un brazo en esa dirección, queriendo ser notado, queriendo que él notara su presencia, que lo estaba viendo y que se estaba despidiendo.

La sensación de estar sofocado lo invadía completamente. El etéreo joven no se volteó a verlo, no se volteó para cumplir su último deseo de verlo a los ojos. De hacerle saber que era suyo por la eternidad. Una vez más se rompía por dentro. 

Lágrimas recorrieron sus mejillas pálidas.

Lan Zhan..

Finalmente se dió cuenta de que siempre tuvo frente suyo a la persona que más amo, que más amaba, y que más amaría en toda su existencia. Aquella persona que realmente le hizo feliz, y estuvo incondicionalmente para él. Su mano fue cayendo con delicadeza a su costado. Y no, no vivieron felices como ocurre en todo libro, tuvo que aceptar la realidad, esa en la que tuvo que morir para ver a su alma gemela vivir.

Un sentimiento hermosamente doloroso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora