- Mi capitán, veintisiete días sin ver tierra. Se acaban la reservas. No nos queda apenas agua, y la tripulación se empieza a impacientar. Ya no hay palabras que los tranquilicen, quieren ver a sus familias. Necesitamos que haga algo, o sino, ellos lo harán por ti.- ¿Estás insinuando que pretenden quitarme de en medio, si no consigo lo que quieren?
- Lo que quieren no, mi capitán. Lo que necesitamos. Ellos, tú, y yo. Si no, moriremos todos tarde o temprano, a bordo de esta mísera nave.
- ¡Nadie va a morir aquí! -contestó a eso el capitán.
Y esas fueron sus últimas palabras, antes de que una bala le atravesara su frío y pobre corazón.