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Algunos días simplemente no compensaban el salir de la cama. Hoy era uno de esos días. Ochako Uraraka, maestra de escuela recientemente desempleada, se quedó de pie, mordiéndose indecisa su labio inferior frente a la puerta de la empresa a la que fue enviada para trabajar temporalmente.
Por un lado, tenía cuentas que pagar; y esa necesidad, siempre presente, de comer algo todos los días, le exigía encontrar un trabajo.
Después de seis meses trabajando medio tiempo como suplente, sus ahorros se habían agotado. Por otro lado, decidió mientras miraba el nombre en la puerta, que de alguna manera, cajas de macarrones con queso no sonaban tan mal. De todas las personas, ¿por qué tenía que ser él?
Katsuki Bakugo.
Con algo de suerte, el chico con quien fue a la escuela no estaría sentado detrás de esa puerta. Si alguna vez hubo un Dios en el cielo, un agradable hombre mayor estaría sentado en esa oficina, quien casualmente se llamaba igual que su némesis de la infancia.
―Adelante. ―La voz que llegó a través de la puerta, luego de que llamara, era profunda. Más profunda de lo que fue la última vez que vio a Katsuki. Probablemente su padre. Dios, por favor, deja que sea su padre. El Bakugo Mayor. ¿Exactamente qué hizo el papá de Katsuki para ganarse la vida? Era un contable, comprobado. ¿Oficina de contabilidad? comprobado.
Las cosas se veían mejor. Sin comprobar. El papá de Bakugo murió en un accidente de coche en su último año. Oh, mierda. Cerró sus ojos, y con una última oración esperando que llegara al cielo, abrió la puerta empujándola.
Era un hombre grande, alto, de hombros anchos que se veía como si estuviera en la lucha libre de la televisión por cable, con un rostro de acuerdo a ello. Brutalmente guapo, pero entonces siempre lo había sido, incluso desde el jardín de niños. Su cabello era el mismo que recordaba.
Desordenado, rubio, pero no exactamente rubio, con un rebelde flequillo largo que siempre se posaba sobre su frente. Era bronceado, como si pasara mucho tiempo al aire libre. Lo cual, considerando su profesión, probablemente lo hacía.
―¿Quién eres tú? ―No la miró, su voz sonó impaciente mientras hojeaba los papeles en su escritorio. Siempre fue impaciente, nada nuevo allí.
―Ochako Uraraka. La agencia de niñeras me envió para la entrevista. ―Quizás no la recordaría. Alisó su falda y cambió su peso de un tacón al otro, esperando que la reconociera.
Finalmente, cuando levantó su mirada hacia ella, con ojos del color del bourbon ardiente, perdió su aliento. Oh, jodido infierno. Katsuki se convirtió en un increíble espécimen de virilidad. El flaco y escuálido Katsuki Bakugo era, en una palabra, impresionante.
―Crecí con una chica con ese mismo nombre. ―La miró de arriba abajo, como si tratara de encontrar debajo de sus ropas a la chica gordita que una vez fue―. Era una chica malditamente molesta. Acostumbraba a esconder mi mochila en la parada del autobús. También me hizo perder el autobús un par de veces.
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•Juego Malvado• [KACCHAKO]
RomanceOchako Uraraka y Katsuki Bakugo han sido enemigos mortales desde el primer día del jardín de niños, cuando Katsuki le tiró del cabello y Ochako lo dejo tumbado sobre su trasero. Katsuki se encuentra al borde del superestrellato en la NFL; lo único q...