Único

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Aclaración importante: la historia está pensada para adaptarse a hombres y mujeres por lo que al referirse a ti como lectorx agrego una x para romper la necesidad de un género. Porque todos tenemos el derecho de soñar con el Daddy-sensei manoseándonos sin distinción de identificación, orientación sexual o sexo.

Shota Aizawa x lectorx.

Terminar la academia no fue lo más difícil. Lo complicado fue el buscar trabajo. Aunque hasta el momento no estoy 100% empleadx es un alivio contar con el apoyo de viejos profesores que me contactaron con un par de agencias. La única que me aceptó fue justamente la de aquel hombre por el que he suspirado desde que estaba en primer año de la academia. No me quejo, es tedioso tratar con su mal carácter en la oficina, aunque a decir verdad su trato es más caballeroso de lo que pensé. Dice por favor y gracias con esa voz gruesa que penetra tímpanos, ayuda a hacer las tareas más burdas como recoger el lugar y organizar papeles, prepara una gran cafetera desde que llega, aunque a veces pienso que no lo hace por los demás sino por él mismo para no perder la cordura. Incluso aceptó, luego de mucho insistir, volver a entrenar conmigo. Después de aquella misión en la que casi muero por no saber usar armas como látigos y equipos retráctiles. Pero no recuerdo haber visto nada de ello en la academia. 

De tal suerte que hoy me veo encerrada en el gimnasio de la agencia, con cara de mierda y sumamente exhaustx. Percibo como él se pasea detrás de mío, observa con detenimiento mi posición y vuelve a caminar, con aquella lentitud tiránica que le luce tan bien.

-Ya sé por qué no puedes impactar, sigues cometiendo los errores de la vez pasada, gira bien los talones- giro mi cuerpo de forma que estoy de pie con las piernas abiertas, mi puño izquierdo cubre mi corazón y el derecho sostiene la vara retráctil de entrenamiento. Una posición algo incómoda pero siempre útil.

-Así no, si yo te atacase- <<si por favor, hágalo>>- puedo hacer esto- procede entonces de forma rápida a saltar a mi costado en una velocidad impresionante, patea la parte trasera de mi rodilla y del impacto caigo de frente. No se tienta el alma en sostenerme ni en levantarme, sólo me observa esperando que deje de ser inútil y me levante para acabar con todo eso- y quedas fuera de línea de combate.

Me levantó rápidamente y regreso a mi postura en guardia, resoplo de la maldita desesperación -No puede ser-.

El aroma a café que emana de su boca en la oficina se ha perdido con el transcurso de las horas de entrenamiento sin embargo el tenue perfume del suavizante de telas en su ropa no se ha desvanecido del todo. No puedo concentrarme cuando ronda alrededor mío con aquella mirada calculadora que contornea mis piernas y brazos como buscando algo.

Un par de segundos pasan y por fin habla.

-¿Puedo tomar tu mano?- su pregunta sonó tan íntima, no sé qué debería responder.

Siento las gotas de sudor resbalar por mi rostro y una especie de sonrojo que no sé identificar si es por la pregunta o por el arduo trabajo que hemos realizando. Es la primera vez que me pide permiso para tocarme en un entrenamiento.

De algo que estoy completamente segurx es que aquella pregunta sonó tan inocente en mi mente que no dejo de sentir nervios, como si fuese la primera vez en mi vida que tengo contacto con un hombre.

-Eh, ahbm, euh- inhalo, la estoy cagando al actuar como amateur- digo, si, claro.

No me mira a los ojos en ningún momento y el hecho de que su mirada se mantenga clavada en mi torso me genera una ansiedad caliente.

Se acerca entonces; su mano cálida posee una temperatura que no creí que tendría. Sostiene primero mi codo y siento como la presión de su tacto comienza a encender algo en mí. Levanta unos grados para corregir la posición y vuelve a contemplarme. Estos últimos meses durante las prácticas he pensado que ése hombre era absolutamente frío. Por alguna razón inferí que su tacto también lo sería. Me trago mis palabras pues sus manos aunque rasposas son bastante varoniles, delgadas, largas y con un agarre sólido. Retoma mi codo y lo vuelve a acomodar, pronto sus dedos recorren mi brazo hasta la mano, presiona con su mano mi agarre, siento como el bastón de entrenamiento se irgue preparado para la acción.

Ya con más confianza creo, posa sus manos, toma mis hombros, sin pegar su pecho a mi espalda hace que gire un poco más mi posición. Yo solo puedo sentir el calor en mis mejillas y la humedad en mi centro entre las piernas. Las rodillas me tiemblan un poco cuándo él con su pie empuja los míos para que se abran un poco más. Un suspiro de cansancio brota de sus labios y retumba cerca de mi oído.

-¿Qué te he dicho de abrir las piernas?- salgo del trance.

-Que deben de abrirse de hombro a hombro.

-¿Y qué esperas para hacerlo?- vuelve a colocar su rodilla entre mis piernas y empuja hacia afuera cada una. Al hacerlo su pecho se acerca a mi espalda, algo roza apenas por encima mi trasero. En el calor del roce y por los nervios me encojo un poco inclinando la cadera hacia atrás, vuelvo a sentir aquello que sé qué es. Algo recorre mi espina dorsal, es un placer culposo que pide a gritos las manos de ese hombre rodeando mi cintura.

-Lo siento, me iba a caer.

Ante mi acción y el roce él aleja su cuerpo de golpe.

-Hasta aquí por hoy, parece que te desmayarás si continuamos. Te toca recoger el material hoy, así que te encargo- lo sigo con la mirada, aún petrificadx por lo que acaba de pasar.

Camina despreocupado hacia la banca que sostiene nuestras pertenencias, mi mochila y sus llaves de la oficina, su celular y un par de botellas de agua. Toma lo suyo y una vez que lo ha metido a los bolsillos de su pantalón deportivo puedo verle caminar a la puerta del gimnasio de la agencia.

Después de tres horas junto a éste antipático ser, siento que toda la energía de mi cuerpo ha sido drenada solo en verlo. Mi respiración comienza a calmarse, me dejo caer sobre la duela, la humedad se vuelve incomoda. La picazón curiosa en aquel lugar que mejor no te digo se intensifica. Quisiera que él regresara al gimnasio, entrase por la puerta con su mirada calculadora, con lentitud se quite la sudadera negra, coloque sus vendas sobre mis ojos con delicadeza y así, con esa dura erección que hace no más de cinco minutos me rozó se colocara en cuatro sobre mí, que su cabello largo acaricie mi rostro, que su sudor brille como perlas mientras después de desvestirnos lleguemos a la dulce liberación. Me conformaré por ahora con respirar lo último de aire que dejó impregnado con su aroma, suavizante y sudor amargo. Definitivamente repetiré la escena en dos días, la próxima sesión de entrenamiento.

&quot;Lentitud&quot; Aizawa Shouta x tú 7u7 OS- BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora