A TIEMPO

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Aquella mañana me desperté aturdida y con un mal presentimiento revolviéndose en mi interior.

-Buenos días, Sharlotte. ¿Qué tal has dormido? El desayuno está listo, baja y después acércate a la enfermería, alguien quiere verte.

-¿A mí?

Woodridge es un orfanato situado a las afueras de Londres. Antiguamente fue un hospital que se usó en la Segunda Guerra Mundial, pero hoy sirve de hogar para cientos de niños huérfanos, entre ellos, yo misma. He vivido aquí desde que tengo uso de razón. Según lo que me han contado, mi padre era un valiente piloto que murió en combate y mi madre se quitó la vida al conocer la terrible noticia, así que yo me quedé sola con tan solo dos años.

-¿Dónde está Jacob? – Pregunté al observar que no estaba en su sitio habitual del comedor.

-Mmmm... ¿Has terminado? Ve a la enfermería a saludar a quien quiere verte.

Mis pasos sonaban con fuerte intensidad frente al silencio del ala oeste del edificio. Rara vez pasaba por allí. ¿Quién podría estar detrás de aquella puerta blanca? Tras vacilar durante unos segundos, tragué saliva y entré con decisión.

-¡Hola!

-¿Jacob? Pe-Pero por-por qué estás conectado a esas máquinas? – tartamudeé.

-No pensé que fueras a reaccionar así. - dijo decepcionado.

-¿Te pasa algo grave? ¿Por qué no me lo habías dicho antes? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Por qué emite ese sonido ese aparato?

- Tranquilízate, ahora te lo cuento todo.

Jacob y yo somos como hermanos, aunque él llegó aquí unos años antes. Por eso, verle rodeado de aquellos dispositivos, me dolía.

-Empecé a sentirme mal unos días atrás y como iba empeorando decidieron que sería mejor que estuviera en la enfermería. ¿Ves aquel reloj de arena? Es quien me indica... - sus ojos se humedecieron y parecía atragantarse con las palabras- cuánto me queda de vida.

El mal augurio que tuve esa mañana se cumplió. Disimulando mi afección, tomé la palabra.

-No, no te va a pasar nada. Me encargaré personalmente de que esa arena no siga cayendo.

-No puedes. – asumió.

...

Tumbada en mi cama y con los ojos irritados de tanto llorar, recordé vagamente haber escuchado una historia sobre un relojero que vivía en un viejo taller en Londres.

-He pensado que sería buena idea visitar a aquel relojero del que nos hablaron cuando éramos pequeños.

-Eso solo era un mito, era para entretenernos, él no existe.

-No lo sabremos hasta que lo busque.

-No vas a ir sola, podría ser muy peligroso, además no te van a dejar irte.

-No irá sola, yo le acompañaré y buscaremos la forma de salir de aquí.- Era el hermano pequeño de Jacob, debía de haber estado escuchando nuestra conversación.

Días después, conseguimos escapar de aquel miserable lugar y acompañados de escasas provisiones nos dirigimos a donde posiblemente habitara aquel relojero. Finalmente, llegamos. Él era exactamente como le habían descrito en el cuento, por el contario el lugar era totalmente diferente, su taller estaba lleno de relojes de arena, todos ellos grabados con un nombre.

-¿Sharlotte?

-Sí -respondí extrañada- ¿De qué me conoce?

-Construí tu reloj, al igual que el de Jacob. Me imagino que has venido aquí por él. Entrad, afuera hace frío.

Allí dentro se respiraba tranquilidad, una lámpara de gas iluminaba la estancia con su cálida luz amarilla y la temperatura era muy agradable.

-No puedo hacer nada.

-¿Cómo?

-No puedo hacer nada por Jacob, tenemos que dejar que esa arena se acabe.

-¡¿Qué?! ¡No! ¡Tiene que ayudarme por favor, no deje que se vaya!

De pronto aquel lugar agradable se derrumbó sobre mí como una ola de tristeza y miedo. Observé el reloj de arena con el nombre grabado de Jacob y como la escasa arena se escapaba lentamente.

-No pienso irme de aquí hasta que haga algo por remediarlo. ¿Seguro que no hay ninguna forma?- sugerí entre sollozos.

A mi pregunta le siguieron segundos de tenso silencio.

-Sí, la hay. 'Si arena quieres entregar, a ti te la has de arrebatar'.

-Lo haré, quíteme arena y entréguesela a Jacob.

- ¿Estás segura? De acuerdo.

Sin dudar, cogió dos relojes. Con unas extrañas herramientas ejecutó unos complicados arreglos. ¿Me dolerá? ¿Será inmediato o iré desapareciendo poco a poco? No me dio tiempo a cuestionarme más, porque ante mis ojos pude observar como el relojero se transformaba en diminutos granos de arena que se convirtieron en un fuerte tornado el cual fue disminuyendo de intensidad hasta entrar dentro del reloj de Jacob.

Un recuerdo vino a mi mente como un rayo de luz. Yo conocía a aquel señor, fue quien me acogió y me llevó a Woodridge y quien regaló a Jacob por su cumpleaños el reloj de arena de forma anónima. Miré el nombre de los relojes y observé como el segundo inscrito no era el mío sino el del viejo relojero, Smith. En este había escrita una frase, 'Mi lugar has de ocupar si mi despedida de este mundo has podido observar.'  

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2021 ⏰

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