El hombre de la gabardina

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El hombre de la gabardina metió el sobre al buzón, mientras mi pequeña cabeza ideaba un pequeño plan en un perfecto día caluroso, fue entonces cuando aquel hombre me sacó de mi ensoñación con un pequeño saludo, gesto realizado con su mano, ademán que correspondí con una pequeña sonrisa, entonces cerré la cortina de la ventana por la cual me asomaba.

Tenía muchísima curiosidad de saber la importancia del sobre que trajo aquel hombre, era tanta la curiosidad, que me dispuse a dar marcha del plan "rescate de datos", que tal vez era un poquito incorrecto, y mi madre no me dejará comer galletas en la cena, pero posiblemente valdrá la pena.

Uno de los obstáculos más grandes de mi plan, era la señora Helda, dueña del buzón objetivo, esa señora de avanzada edad lograba causar miedo hasta en mi padre, a pesar de que lo oculte ayudándole con las compras de las despensas y a sacar su basura, yo sé que papá le teme.

Sin importar aquello, tomé mi mochila rosa y me dispuse a ir tras el plan, y crucé la calle con muchísimo cuidado, con mi primo mayor he practicado a ser un maravilloso ninja, ellos son sigilosos y ágiles, así como silenciosos, ahí un punto a favor para mí, estaba tan enfrascada en mis habilidades, que es hasta entonces, cuando me he dado cuenta, tengo las manos dentro del buzón, pero una sombra más alta que yo, opaca mi ensoñación, y es quien más temía. La señora Helda estaba de pie a mis espaldas con su cara tan arrugada como fuese posible.

Temí porque me acusara y mamá dejara de darme sabrosas galletas, supongo que hice una cara tan graciosa porque ella empezó a reír sonoramente, era una risa tan linda que me contagió y es así como terminamos riendo las dos, quien diría que la terrorífica señora Helda sería la mejor abuela que jamás conocí, porque después de aquella rara coincidencia e inconveniente, nos convertimos tan cercanas y me leía las cartas de los sobres que traía el hombre de la gabardina.

Esas cartas resultaron ser de su hija única, que había viajado al otro lado del mundo y redactaba en ellas las maravillosas aventuras que disfrutaba, Abu Helda se veía contenta leyendo las cartas, los primeros días reflejaba en sus pupilas un deje de nostalgia, pues extrañaba a su hija, pero desde que voy a diario a su casa, ese brillo triste ahora es mucho más bonito.

Es desde entonces que descubrí que Abu Helda podía contar las mejores historias del mundo, incluso mamá dejaba que me quedase a dormir en su casa, Abu Helda me arropa muy lindo y me da leche tibia y un gran beso antes de dormir. También he de admitir que hora sé que papá no le tenía miedo, sino que ella es bastante estricta, lo sé porque a las 8 en punto debemos estar en cama para dormir.

Mamá siempre me decía que nunca juzgara a las personas que no conozco, fallé, lo admito, pero nunca imaginé encontrar un amor tan grande en una carita arrugada y tierna, y todo por ser tan curiosa y querer abrir el sobre que traía el hombre de la gabardina, quien descubrí, era el amable cartero de la cuadra.

El hombre de la gabardinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora