Bajo mis Narices

22 3 0
                                    


- ¿Por qué lloras?

- ¿Es una broma? ¡Me estoy divirtiendo muchísimo! – dijo mientras apretaba su nariz- ¿Por qué estaría llorando?

- Te oyes triste. – levantó su débil mano y tanteo el cuerpo de Raúl para apuntar hacia su pecho- Justo aquí.

- Estoy bien, no tienes que preocuparte– dejó salir una pequeña sonrisa y regresó con el resto del grupo.

La verdad era... que Raúl no se encontraba bien. En cualquier lugar que no sea el hospital se encontraba deprimido. La soledad que transmiten las calles vacías y lluvias ocasionales lo hundían mucho más. En casa no aguardaba una realidad diferente. Seguro se dio cuenta de la mala idea que fue haber dejado la casa de sus padres. Raúl quería privacidad y libertad, pero no era consciente de lo triste que es llegar y que nadie te reciba con un saludo; aunque, en casa de sus padres eso ya no pasaba desde hace mucho, además que le traería problemas mezclarlos en sus asuntos.

Abrió la puerta y se quitó los zapatos. Pensó en que debería darse un baño antes que la ropa mojada le traiga un resfriado, ya que, lo que menos necesitaba ahora, era enfermarse. Salió de la ducha algo mas tranquilo. Se quedó mirando los premios de atletismo en la vitrina recordando viejos tiempos y preguntándose: ¿Por qué aún conservo todo esto? Pero, al igual que en anteriores debates internos, siguió caminando hacia la sala.

Esa era su rutina. Días de semana iba al hospital, provocaba risas y alegría en niños con poca suerte, y luego regresaba a casa con comodidades comunes y comida instantánea. El dinero provenía de un trabajo del cual no estaba tan orgulloso. Hasta ahora no le había traído problemas, pero tal vez las sonrisas de esos pequeños habían ablandado su corazón. Ojalá los hubiera conocido en otras circunstancias.

Sentado frente al televisor, revisó su teléfono en busca de la hora. Diez y media, aparentaba ser más tarde, debió imaginarse del viaje en el tiempo que significaba estar en un barrio donde nada especial ocurre. Echó un vistazo de nuevo hacia la tele como si de alguien espiándolo se tratara, pero al final se decantó por salir. Era evidente lo mucho que le había perturbado la pregunta de ese niño.

En estas situaciones era bastante conveniente el posicionamiento de su casa, dado que se encontraba bastante cerca de un bar. El ambiente del establecimiento era suficientemente tranquilo. Seguro no es el mejor lugar con el cual relacionarlo, pero para Raúl, era su "lugar". No había ni muchas ni pocas personas, y las conversaciones con el encargado del bar eran entretenidas. Daba buenos consejos, pero no hurgaba de más en sus asuntos.

- ¿Qué deseas esta vez?

- Solo una cerveza. Gracias.

- Ya van a mejorar las cosas, Raúl. – dijo mientras abría la botella- Solo tienes que ser paciente

- Ni siquiera sabes a lo que me dedico.

- No es mi deber juzgarte, pero reconozco el rostro de alguien que sufre.

- No debería ser así. Este último trabajo está mal.

- Hay situaciones que escapan de nuestras manos, es normal que te sientas así. ¿Por qué no intentas conseguir pareja? Usualmente es la solución mas viable para sentir que perteneces a alguna parte.

- Perdí ese derecho hace mucho. – dirigió la mirada hacia una joven pareja que bebían juntos- Y también el de sentir que pertenezco a algún lado. Dejé de sentirme como en "casa" desde que empecé con este empleo. Al principio no tuve problemas, pero ahora solo quiero que esta pesadilla termine.

- ¿Falta mucho para eso?

- Tal vez sí, tal vez no. Esa decisión no depende de mí. Hay una forma de volverla mi elección, pero eso no cambiaria nada, no para él.

Bajo mis NaricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora