Alcalá de Henares, en la era pre-pandemia.
Un incesante cosquilleo recorría su cuerpo, parecía como si un batallón de hormigas hubiese anidado en su interior, era una sensación agradable y desesperante a la vez. Llevaba días sintiéndose absurdo consigo mismo por sentirse así, le ilusionaba y aterraba a partes iguales, si algo tenía claro era que el motivo de aquella caótica revolución organizada en él tenía nombre y apellidos, la conocía desde hacía un par de años y estaba a nada de verla por primera vez en persona.
Con disimulo Ángel volvió a mirar la hora en el silenciado móvil que descansaba sobre la mesa. Sus alumnos se miraron suspicaces, intuían que algo le pasaba a su profesor, pues, parecía estar más perdido que ellos con el listening que acababan de escuchar.
―¿Qué coño le pasa hoy a Ángel?―Una alumna de la tercera fila le murmuró a su compañera―No sé cuántas veces ha mirado el reloj, ¿lo estará haciendo con segundas por habernos puesto el fragmento de Alicia en el país de las maravillas en el listening?
―No creo, diría que el buenorro del profe se nos ha enamorado.
―¿Quién será la afortunada?
Aquellas dos alumnas no eran las únicas que intuían que algo le ocurría a su profesor favorito, pues, no se estaba comportando como era habitual en él.
«Ángel, si sigues así te dará algo», se dijo a sí mismo al comprobar la hora una vez más y no poder evitar mirar si no tenía alguna llamada perdida de ella, lo cual no era posible; Claudia no solo conocía su horario, sino le había dicho que lo llamaría tras ella salir de la sesión matinal del curso al que asistía como ponente y, eso no sería antes de las dos.
A no muchas calles del instituto donde Ángel daba por finalizada su última clase del día y de la semana con el deseado sonido del timbre que le indicaba el inicio de un fin de semana diferente, Claudia salía de la maratoniana sesión del curso al que la habían invitado como ponente. Invitación que aceptó de inmediato al comprobar que se realizaba en Alcalá de Henares, ofreciéndole la excusa perfecta para conocer en persona a Ángel.
―Perdónenme un momento, he de hacer una llamada. Ahora les alcanzo―Claudia comentó a sus compañeros tras comprobar que pasaban un par de minutos de las dos e imaginar que Ángel ya tenía que haber salido de clase.
―¿Sabes dónde está el restaurante?
―Sí, sí, lo vi esta mañana, de todos modos, si me pierdo te llamo al móvil.
Claudia observó a sus compañeros cruzar la calle y doblar la esquina al tiempo que ella intentaba localizar en su enorme y repleto bolso su móvil, solo le faltaba llevar píldoras mágicas para emular a Mary Poppins, aunque algún calmante para el dolor de cabeza y menstrual llevaba en el neceser, bien mirado, algo de magia sí que hacían.
Ángel entrecerró los ojos, el sol le daba en ellos y no veía nada, buscó en su mochila las gafas de sol al tiempo que saludaba a un grupo de alumnos. Nada más ponerse las gafas, encendió un cigarro, necesitaba calmar sus nervios y volvió a mirar el móvil. Ahora sí que estaba seguro que Claudia tenía que haber salido ya de clase, estaba tentado de llamar aunque hubiesen quedado en que sería ella quien lo haría. El teléfono vibró en su mano, estando a punto de caérsele de las manos.
―Hola―Agitado por la impresión y la emoción contestó de inmediato con una amplia sonrisa en sus labios.
―Eso es rapidez, casi contestas sin haberte llamado―bromeó ella notando un cosquilleo al escuchar la voz de su amigo al otro lado de la línea y saber que estaba a un par de manzanas de donde estaba ella y no a los 2000Km habituales.
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Esta noche contigo...
ChickLitÁngel y Claudia solo se conocen a través de las RRSS, rara vez han hablado por teléfono, eso sí, muchos han sido los mensajes de whatsapp. Tras dos años un curso la lleva a ella a la ciudad donde él vive, enfrentándose a conocerse en el mundo real.