Mi cuerpo, tan lejos de mis pensamientos, separados por metros de tierra insignificante. Mi mente, ligada con mil almas rotas y mis huesos, bueno, mis huesos con la suciedad y desesperación de mis pecados.
¿Que más podría desear? Ya mis límites están puestos, y mis pasos quedaron sin dirección alguna, mientras dejé de depender de mi respiración para mantener mi vista centrada en mis tontos objetivos, con la libertad de recostarme a mi lápida y poder ver delante de mi la tierra profanada por mis actos, la sequía de las plantas y la muerte de lo vivido, borrando cada recuerdo, desplazandome entre mis sueños frustrados, esperando tranquilamente a que vengan a buscar mi alma perdida, confusa y preocupada.
Resaltando mi ironía ¡Esto ya lo había vivido! Tan solo que esta vez, no se porque creo que mis actos me llevaran por camino diferente, tengo miedo.