Ambedo ¦ kagehina.

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Las clases y actividades de los clubes ya habían terminado y una cabellera naranja se movía a gran velocidad por las calles. El portador de esos cabellos desordenados, Hinata Shoyo, iba maldiciendo a sí mismo por no haber hecho caso a su madre y dejar su paraguas en casa, más ahora que una tormenta se aproximaba.

Todavía le quedaban 45 minutos a pie para llegar a su casa, pero las gotas ya caían del cielo, cada vez con más intensidad. A pesar del evidente mal tiempo, continuó caminando en la lluvia un poco más, no sabía cuando el cielo se volvería a despejar y quería aprovechar que la llovizna no era muy agresiva por el momento.

Alzó su vista a las nubes grises que desprendían esas gotas de agua y las dejó recorrer su rostro, su ropa húmeda le generaba más peso y por lo tanto ya estaba algo cansado de caminar. Además, hoy no había tenido un buen día, quería que todo se despejara.

Las fuertes rafagas de viento eran cada vez más constantes, se estaba volviendo peligroso quedarse al aire libre con un clima tan inestable. Siguió caminando lo más junto que podía a los negocios y casas de las calles por las que pasaba, algunos tenían una especie de porche que lo protegían de continuar mojandose.

Luego de doblar en una esquina, un característico aroma llamó su atención; café. No era muy fanático de la bebida en sí, pero amaba su olor.

Aprovechó que debía continuar por esa calle para ver de donde provenía. Mientras más avanzaba, pudo reconocer que se trataba de un café muy prestigioso y, ya conociendo aproximadamente su precio, fuera de lo que sus bolsillos pudieran pagar.

Acabó frente a una cafetería bastante amplia, casi sin clientes y de altos costos, inclusive llegó a pensar que podrían cobrarle por un simple vaso de agua. Continuar su camino ya no era una opción, ahora debía esperar a que la tormenta se calmara un poco y no lo dejarían entrar a ningún local al verlo todo empapado, así que solo se quedaría parado allí afuera.

Dentro de la misma cafetería, un camarero pelinegro terminaba de recoger un par de tazas con sus respectivos platos cuando dirigió su mirada al ventanal que daba hacia afuera. El vidrio estaba visiblemente lleno de gotas de agua y algo empañado, asumió que cuando terminara su turno, ademas de bajar la temperatura, la tormenta ya habría terminado y volvió a lo suyo.

-Oye, Kageyama-kun - El nombrado volteo hacia uno de sus compañeros de trabajo que limpiaba la barra -. Dile a ese chico que no puede estar en la entrada. - Explico el motivo de su llamado y apuntó a la puerta del local.

-¿Por qué no puede? - Preguntó algo extrañado viendo a un chico de baja estatura, a comparación suya, dándole la espalda.

-Protocolos del jefe. - Alzó sus hombros para luego dejarlos caer.

El azabache continuaba algo confuso, aquel chico no estaba molestando ni mucho menos, pero su compañero tampoco tenía motivos para mentirle y llevaba trabajando en ese lugar más tiempo que él.

Salió por la puerta y la dejó entreabierta para después volver a entrar. Una fuerte brisa chocó contra su rostro e hizo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, hacía mucho más frío de lo que pensaba, más cuando dentro el ambiente estaba climatizado.

El otro chico, que parecía más o menos de su edad, no se había percatado de que ahora alguien se encontraba a su lado intentando buscar las palabras correctas de como sacarlo de ahí.

-Disculpa - Hablo algo fuerte, sobresaltando al más bajo. Este volteo algo nervioso hacia él -, ¿Podrías irte a otro lado? No me dejan que estés aquí.

-¿Hice algo mal? - Miró a todas las direcciones en busca de algún error cometido de su parte.

-No, no, tranquilo. No hiciste nada - Se apresuró a responderle y el pelinaranja volvió a su estado confuso -. A mi no me molesta que estés aquí, es por algo de mi jefe. Por favor, retírate o tal vez si entras y consumes algo te dejen quedarte.

Ambedo ¦ kagehina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora