La culpa la tiene Murakami

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Es una tarde como cualquiera, lo único que cambió es mi locación por caprichos y azares no diré de la vida porque caería en el cliché (aunque ya caí) más bien me gustaría pensar que así lo sopló el viento. Intento escribir pensando en todo lo que últimamente me pasa, a veces quisiera escapar de esta realidad mediante estas líneas, pero los eventos que me pasan a diario me recuerdan cuan crudo es el presente y que incierto es el futuro; claro esto no es nada nuevo para nadie, pues siempre el futuro es un azar, pero créanme en la sucesión de las cosas que me vienen pasando suenan como a obra de H. G. Wells, tal cual una guerra de los mundos o quizás esta quede corta.

A pesar de que la salud siempre me ha sido esquiva en esta ocasión, siento que se pusieron de acuerdo el destino y la suerte, para ponerme a prueba, y no quiero sonar egocéntrico, pero es que aquí aplicaría la frase religiosa de "señor, ¿por qué me mandas tus pruebas más difíciles si no soy tu mejor guerrero?", irónico siendo yo agnóstico, pero bueno así es la vida una completa ironía y la mía recae en lo icónico.

Y es que, desde Julio del año pasado, pasaron eventos que sin pensar ni darme cuenta cambiarían mi vida, mi perspectiva de las cosas y me demostrarían que efectivamente soy el peor tomando decisiones, y lo digo porque teniendo tal miedo al fracaso, ese miedo que me ha causado mil derrotas en el pasado, pues por primera vez en toda mi existencia me pesó.

Normalmente tomaba los fracasos (laborales, amicales, amorosos, etc.) como lección de vida prometiéndome cambiar al menos un 1% para la siguiente situación similar que enfrente, hasta ahora me había funcionado, caídas y subidas que asumía con cierta cordura.

No sé si la cuarentena y este virus pandémico, causó en mi un mayor grado de estupidez (claro ahí voy yo queriendo tirarle la culpa a la coyuntura y al asiático que se comió su sopita de murciélago) lo cual ya seria demasiado, al menos para un solo individuo, o simplemente ya vine así de fábrica, más creo lo segundo.

Conocí a dos personas a distancia que causaron en mi eso que le llaman mis amigos cercanos el modo "ya te perdimos", y es que ese soy yo enamorado, que tal me presento, el chico que se emboba, el que piensa en esa persona en todo momento, vaya hasta escribirlo me resulta vergonzoso. Mi madre dentro de su vivencia, siempre me decía que querer se debe hacer bien, ósea, con todos los riesgos que esto implica, querer entregando lo mayor posible y tratando de no caer ante tales enemigos que yo cargo, ósea, mi inseguridad, mi ansiedad, y mi ya mencionado miedo al fracaso. Hasta ahora esta fórmula la había tratado de aplicar en lo que emprendía, son pocas las ocasiones donde sentía que esto realmente funcionaba, ósea quiero decir de la manera correcta, en otras palabras, de manera recíproca. Y es que esta en teoría es la mejor manera de repartir ese sentimiento.

El amor debería ser como una final de ping pong jugada en China, con esa emoción de dar y recibir a esa velocidad, con esa intensidad. Pero seamos realistas, es muy poco probable que las personas nos movamos a la velocidad que uno espera del otro, es posible que uno lance probando suerte un "te quiero" y recibas un "me gusta lo que tenemos ahora, pero aun no te puedo decir te quiero", frase muy sincera la cual uno agradece, pero sin saberlo cala muy adentro, recordemos que había dicho que la ansiedad y la inseguridad eran muy buenas amigas mías, y claro está, no nací así, lo que pasó es que algunas personas las marcaron cual tatuaje en mi piel, claro la otra persona no iba a intuir preguntar si esas dos "amigas mías" estaban presentes justo en ese momento, tendría que ser adivina o tener una bola de cristal, y pues creo que no.

Aquí haciendo recuentos encontré la primera piedra de ese muro llamado "desconfianza absurda", la cual pasa muchas veces desapercibida, son de esas pequeñas cosas que uno dice luego, no pasa nada, pero marcan.

Como decía líneas arriba me enamore dos veces una a comienzo de año, mi primer intento de relación a distancia, tormentoso enamoramiento que acabaría en discusiones y reclamos, con intervención de mentiras y engaños, para buena suerte y de mi cochina conciencia, puedo decir que no lo arruiné esa vez. Las cosas terminaron de manera extraña, pero en unas semanas me encontraba repuesto, claro después de una semana entera de beber, llorar y no entender; pero sin temor a equivocarme terminé por aceptarlo.

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